De la pol¨ªtica
Revisitar la primera temporada de la serie danesa 'Borgen' en la ¡°jornada de reflexi¨®n¡± del pasado s¨¢bado permite sacar una serie de conclusiones
¡°Esta es una de las elecciones pol¨ªticas con menos ¨¦tica¡±, una frase pr¨¢cticamente universal si bien literalmente corresponde a una declaraci¨®n de Birgitte Nyborg, l¨ªder de un partido minoritario dan¨¦s de izquierda y protagonista de la espl¨¦ndida serie Borgen. Revisitar su primera temporada en la ¡°jornada de reflexi¨®n¡± del pasado s¨¢bado permite sacar una serie de conclusiones.
En primer lugar, que la pol¨ªtica, con todas sus mezquindades, es imprescindible. La serie narra con eficacia las sombras y luces de quienes deben velar por la convivencia ciudadana y garantizar, o incrementar, su bienestar. La cuesti¨®n se complica con el eterno problema de los fines y los medios, y de si estos deben limitarse en alg¨²n momento pese a que los fines perseguidos pudieran, te¨®ricamente, justificarlos.
En segundo lugar, muestra las ventajas de unos resultados electorales re?idos, lejos de las mayor¨ªas absolutas tan proclives al autoritarismo. La pol¨ªtica de pactos ¡ªgobierne la lista m¨¢s votada, o no¡ª beneficia a la ciudadan¨ªa por cuanto exige a sus dirigentes una mayor flexibilidad, una mayor dosis negociadora. Dicho de otra manera: les aleja de la convicci¨®n de poseer la verdad absoluta.
En tercer lugar, las buenas series, y Borgen lo es, ofrecen una informaci¨®n de los h¨¢bitos sociales extraordinaria. Contemplar c¨®mo todos los l¨ªderes pol¨ªticos daneses, salvo el primer ministro, se mueven en taxi o en bicicleta (en nuestro pa¨ªs, en 2012, se utilizaban 40.000 coches oficiales. En EEUU, 412), comprobar c¨®mo ninguno, salvo el jefe del Ejecutivo, dispone de escoltas, concretamente dos (en Espa?a hay 332 personalidades que tienen protecci¨®n oficial y, por ejemplo, cuando Cospedal presid¨ªa la Junta de Castilla-La Mancha dispon¨ªa de siete miembros de las fuerzas de seguridad a su servicio), y asistir, deslumbrados, a las diarias explicaciones p¨²blicas, permite concluir que en lo que Dinamarca es realismo, en Espa?a es ficci¨®n.
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