La congoja de la garra

Desde la, en cierto modo, fundacional Alemania, a?o cero (Roberto Rossellini, 1948), las pel¨ªculas protagonizadas por ni?os que acaban cuid¨¢ndose solos ante la renuncia m¨¢s o menos forzada de los adultos son un cl¨¢sico de la supervivencia, el arrojo y la congoja, con A las nueve cada noche (Jack Clayton, 1967) y Nadie sabe (Hirokazu Kore-eda, 2004) como cimas irrenunciables. Y he ah¨ª el ¨²nico problema de la, por (casi) todo lo dem¨¢s, excelente pel¨ªcula alemana Jack: se parece demasiado a la japonesa Nadie sabe, tanto en el fondo como en la forma.

Con un magn¨ªfico tratamiento fotogr¨¢fico (luminoso), de sonido (hiperrealista sin molestar) y musical (siempre en el tono perfecto, con la traviesa ternura de la escena de los azucarillos y la leche como mejor ejemplo), Jack suma a todo ello una direcci¨®n virtuosa, con decisiones tan inapelables como mantener fuera del encuadre, copado por los ni?os, los rostros de los personajes de los que solo importa su cuerpo, a la manera del Michael Haneke de El s¨¦ptimo continente. Y aunque el tremendismo aceche con la indiferencia de los adultos y en momentos puntuales (la actitud del chico mat¨®n en el centro de acogida), la pel¨ªcula se impone por la fuerza de su imagen, el trabajo de su cr¨ªo protagonista, el may¨²sculo Ivo Pietzcker, y un desenlace que combina la sutileza, la garra y el sentido com¨²n.