Munch radical
No es extra?o que su obra pict¨®rica y escrita se encuadre a la perfecci¨®n con la de los literatos contempor¨¢neos de esas mismas latitudes, como Ibsen, Hamsum y Strindberg
"Lo que hay que sacar a la luz es el ser humano, la vida", escribi¨® el pintor noruego Edvard Munch (1863-1944), quiz¨¢s, junto con Van Gogh y Gauguin, quien anim¨® m¨¢s el camino de la expresi¨®n art¨ªstica de las emociones, la tendencia que, surgida a fines del siglo XIX, se convirti¨® en la clave basamental del expresionismo.
A las puertas de la inauguraci¨®n, en la sede madrile?a del Museo Thyssen-Bornemisza, de una importante retrospectiva de este gran pintor, dos editoriales espa?olas han publicado sus escritos: en una versi¨®n amplia y con el t¨ªtulo El friso de la vida (N¨®rdica) y en otra m¨¢s comprimida, Cuadernos del alma (Casimiro). Adem¨¢s de propender a la manifestaci¨®n de los sentimientos m¨¢s violentos, Munch tambi¨¦n se preocup¨® por dar realce al sentido simb¨®lico-narrativo de los cuadros en un momento en el que, por lo general, se empezaba a desde?ar este aspecto "literario" de la pintura. En este sentido, cobra particular importancia conocer sus escritos sobre lo que ¨¦l pint¨® y, en general, sobre el arte, como ocurre con los que dej¨® su admirado Vincent van Gogh, nacido 10 a?os antes, aunque, en su caso, el fren¨¦tico frenes¨ª vital agostara prematuramente su existencia.
Al margen de sus propias cualidades extraordinarias como pintor, muy modernas formalmente, al comprimir al m¨¢ximo los medios pl¨¢sticos a su alcance, buscando la intensidad crom¨¢tica y la simplificaci¨®n compositiva, pues es retrocediendo hacia modelos cada vez m¨¢s primitivos como en arte se progresa, la hirviente caladera emocional de Munch surgi¨® del inesperado venero del norte de Europa, quiz¨¢s porque all¨ª el desarrollo se hizo de forma m¨¢s subit¨¢neamente abrupta. Munch perteneci¨® de lleno a esa categor¨ªa est¨¦tica que el historiador del arte estadounidense Robert Rosenblum denomin¨® "la tradici¨®n rom¨¢ntica del norte", en la que el componente simb¨®lico desempe?¨® un papel fundamental. No es extra?o, por tanto, que su obra pict¨®rica y escrita se encuadre a la perfecci¨®n con la de los literatos contempor¨¢neos de esas mismas latitudes, como Ibsen, Hamsum y Strindberg, con los que tuvo una relaci¨®n, a veces, muy estrecha.
Por lo dem¨¢s, la propia biograf¨ªa tr¨¢gica del pintor, cuyo medio familiar fue muy asfixiante, el de un padre exigente hasta el desequilibrio y con la amenaza constante de la muerte a su alrededor, atiz¨® su caldera emocional hasta lo insoportable. El colapso nervioso padecido en 1908, que le recluy¨® un tiempo en un sanatorio, le salv¨® la vida, aunque atenu¨® la fuerza de su arte. Su escritura po¨¦tico-afor¨ªstica no deja un resquicio para la ret¨®rica, porque Munch quiso vivir a fondo hasta la muerte, y, quien se plantea las cosas en esta radicalidad, es tr¨¢gicamente preciso, haga lo que haga.
El friso de la vida. Edvard Munch. Traducci¨®n de Cristina G¨®mez-Baggethun y Kirsti Baggethun. N¨®rdica. Madrid, 2015. 192 p¨¢ginas. 15 euros
Cuadernos del alma. Edvard Munch. Traducci¨®n y selecci¨®n de David Tiptree. Casimiro. Madrid, 2015. 72 p¨¢ginas. 8 euros
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