Violentos y ladrones, pero m¨¢s humanos que los nazis
Un historiador ruso rastrea a la Divisi¨®n Azul espa?ola por la URSS y su impacto
Los espa?oles de la Divisi¨®n Azul (DA) que, en apoyo de los invasores nazis, lucharon en tierras de la URSS de 1941 a 1943 fueron percibidos por los habitantes de las provincias rusas donde se acuartelaron -N¨®vgorod y Leningrado- como m¨¢s benignos que los alemanes y, a diferencia de estos, no se vieron involucrados en represalias masivas a la poblaci¨®n, seg¨²n el historiador Boris Kovalev, profesor de la Universidad Estatal de N¨®vgorod.
Para su libro Voluntarios en una guerra ajena, dedicado a la DA, el investigador ha consultado los archivos provinciales de los servicios de Seguridad e Interior y el archivo central del ministerio de Defensa, adem¨¢s de entrevistar a una cincuentena de personas que habitaron en pueblos del territorio controlado por la DA a las orillas del lago Ilm¨¦n o en las riberas del r¨ªo V¨®lkov, en la provincia de N¨®vgorod, y en la de Leningrado.
Kovalev estudi¨® tambi¨¦n los diarios de los espa?oles ca¨ªdos, la correspondencia incautada y m¨¢s de 100 expedientes personales, entre transcripciones de interrogatorios de presos, desertores y tr¨¢nsfugas, y actas de los procesos contra miembros de la DA. En conjunto, su obra presenta una visi¨®n polifac¨¦tica del episodio hist¨®rico protagonizado por la Wehrmacht Alemana y los espa?oles que la siguieron a Rusia en una misi¨®n de solidaridad limitada que moviliz¨® a m¨¢s de 20.000 personas de diversos grupos, desde falangistas convencidos, voluntarios con motivaciones variadas, en gran parte econ¨®micas y de ascenso social, y una minor¨ªa deseosa de pasarse a la Uni¨®n Sovi¨¦tica.
El frio y el hambre dominan los testimonios de espa?oles y rusos. Desde Alemania, los espa?oles marcharon a pie por el oeste de la URSS en el verano de 1941. No ten¨ªan ropa de invierno y en los pueblos de la provincia de N¨®vgorod donde tomaron posiciones ya en oto?o se dedicaron a robar prendas de abrigo, desde pa?uelos de lana de las campesinas a edredones, que se echaban sobre los uniformes cada vez m¨¢s harapientos. Tambi¨¦n se apoderaban de las v¨¢lenki, las botas de fieltro rusas, que arrebataban a vivos y a muertos. Espoleados por el fr¨ªo, prend¨ªan fuegos que amenazaban con incendiar las modestas viviendas campesinas donde se alojaban.
Dos criminales de guerra
Los ocupantes bondadosos se titula uno de los cap¨ªtulos del libro de Kovalev, quien aclara que "de ninguna manera me propongo justificar a los espa?oles, porque para m¨ª fueron ocupantes, pero es un hecho que, por las actas de la CHGK solo se pudo establecer la condici¨®n de criminales de guerra en dos casos. El primero, por razones formales, el general Agust¨ªn Mu?oz Grandes, el responsable de la Divisi¨®n Azul, y el segundo, Antonio Basco, un extra?o personaje que, seg¨²n testimonios orales y de las actas de la CHGK, particip¨® en varios episodios de violencia contra la poblaci¨®n civil. Uno de ellos ocurri¨® en el pueblo de Nav¨®lok, en noviembre de 1941, cuando un grupo de espa?oles, aparentemente dirigido por Basco, asesin¨® a seis personas, tres supuestos partisanos, el due?o de la casa donde se albergaban, la esposa de ¨¦ste y un anciano que casualmente pasaba cerca de all¨ª. "Todo es relativo", afirma Kovalev y recuerda que, al caracterizar a los distintos contingentes de ocupantes, los testigos rusos a los que entrevist¨® calificaron a los espa?oles de "alegres", "ruidosos" y " ladrones", a los alemanes de "exactos"," severos"," sentimentales" y "crueles", y a los estonios y letones, de "asesinos", "s¨¢dicos" e "indiferentes".
Sin haberse ba?ado desde que salieron de Alemania, piojosos y hambrientos, los divisionarios abandonaban su mugrienta ropa interior y se llevaban todo lo que encontraban a su paso: gallinas, vacas, y hasta los gatos. Una anciana invitada por los divisionarios a comer lo que cre¨ªa un conejo descubri¨® con horror que hab¨ªa degustado su propio gato, cuando busc¨® a ¨¦ste para darle las sobras del banquete.
Soldados irascibles
Los recuerdos de los habitantes de la zona ocupada y las actas de la Comisi¨®n Estatal Extraordinaria (ChGK, en ruso, la instituci¨®n creada por la URSS para investigar los cr¨ªmenes de guerra de los ocupantes) indican que los espa?oles eran muy excitables y pod¨ªan matar a alguien en una ri?a, como F¨¦dor Mor¨®zov, el alcalde colaboracionista con los nazis en N¨®vgorod, tiroteado por un soldado espa?ol al que empuj¨® en un reparto de leche. La maestra Alexandra Ojapkina, en 1941 una ni?a de 12 a?os evacuada al pueblo de Shev¨¦levo, calificaba a los divisionarios de ¡°muy ladrones, pero no crueles y con cierta compasi¨®n por los habitantes locales¡±.
La poblaci¨®n rusa aprendi¨® pronto que los participantes en la ¡°cruzada contra el bolchevismo¡± se distingu¨ªan entre ellos, se?ala Kovalev en una conversaci¨®n con EL PAIS, y afirma que los espa?oles, ¡°pese a todo, eran mucho m¨¢s humanos que los alemanes¡±. Ojapkina recordaba que los alemanes acusaron a la poblaci¨®n civil de Shev¨¦levo del saqueo del almac¨¦n de provisiones de los espa?oles, situado en aquella localidad. Los alemanes hicieron salir a la calle a la gente para fusilarla y la pusieron en fila, siendo una mujer madre de seis hijos la ¨²ltima en salir. Con disimulo, un soldado espa?ol apart¨® a la mujer del grupo, salv¨¢ndole as¨ª la vida. Los responsables del saqueo del almac¨¦n, aparentemente, eran los habitantes de un pueblo vecino, donde viv¨ªan descendientes de colonos alemanes.
Los espa?oles de la Divisi¨®n no se vieron involucrados en represalias masivas
En una ocasi¨®n, en diciembre de 1941, la artiller¨ªa alemana comenz¨® a disparar contra un grupo de 11 presos espa?oles capturados por los sovi¨¦ticos, matando a cuatro presos.
El mando sovi¨¦tico recib¨ªa informes de los interrogatorios, en los que se constataba que la moral de combate de la DA hab¨ªa mermado al aumentar las dificultades. Los espa?oles jugaban a las cartas por dinero y algunos pagaban a sus compa?eros para que hicieran guardia por ellos. En la DA se dio una orden contra quienes se autolesionaban para evitar el frente. Uno de los presos, Juan Trias Diego, confirm¨® a los sovi¨¦ticos que en la Divisi¨®n se hab¨ªa fusilado a soldados por autolesionarse y que otros recibieron castigos tales como patrullar en calzoncillos o ser abandonado frente a las trincheras con un farol encendido. Los soldados se ¡°perd¨ªan¡± cuando volv¨ªan al frente desde el hospital, por lo que el mando de la DA organiz¨® el transporte en grupos vigilados por un oficial. El m¨¦todo no fue eficaz, a jugar por un caso en el que adem¨¢s del grupo desapareci¨® tambi¨¦n el oficial controlador.
Los divisionarios se llevaban todo lo que encontraban a su paso: gallinas, vacas, y hasta los gatos
En Chudovo, a 100 kil¨®metros de Leningrado, hab¨ªa dos campos de prisioneros de la Wehrmacht donde fueron exterminados m¨¢s de 53.000 personas. Al iniciarse la retirada, el comandante del campo hizo formar a los prisioneros y pidi¨® dar varios pasos al frente a quienes no se val¨ªan por s¨ª mismos. Los 55 hombres que avanzaron, esperando que les facilitaran el transporte, fueron fusilados a la vista del resto. Chudovo estaba 40 kil¨®metros al norte de la zona controlada por la DA.
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