Franzen, ?el gran novelista americano?
Coronado por la cr¨ªtica y el p¨²blico, el escritor, compa?ero de generaci¨®n de Foster Wallace, aboga por la recuperaci¨®n del esquema cl¨¢sico de la novela
En sus dos primeras novelas, The Twenty-Seventh City (1988) y Strong Motion (1992), Franzen retrata los enclaves urbanos de San Luis y Boston contra un entramado de conspiraciones de signo insondable. Caracterizadas por su autor como ¡°t¨¦cnicamente antiautobiogr¨¢ficas¡±, ambas narraciones se desenvuelven en la estela posmoderna de las ¡°grandes novelas de sistemas¡±, al modo de las obras de Pynchon o DeLillo. Con premisas similares, en 1987 David Foster Wallace, publicaba La escoba del sistema. El objetivo era dar con el lenguaje novel¨ªstico del tercer milenio. En 1996 Foster Wallace desped¨ªa el siglo XX con una obra de las propuestas m¨¢s radicales de las ¨²ltimas d¨¦cadas: La broma infinita. Con alg¨²n ribete estramb¨®tico (Franzen lleg¨® a preguntarse si el suicidio de Wallace ten¨ªa como fin asegurarse un lugar en la posteridad), la amistad entre los dos escritores (incuestionablemente aut¨¦ntica por ambas partes), constituye uno de los cap¨ªtulos m¨¢s fascinantes de la reciente historia literaria de su pa¨ªs, comparabale a las que mantuvieron en su d¨ªa Fitzgerald y Hemingway, una mezcla inextricable de admiraci¨®n, pasi¨®n y rivalidad. En tanto que Wallace nunca cuestion¨® su po¨¦tica, Franzen sinti¨® muy pronto que algo fallaba en su planteamiento. Quer¨ªa vender m¨¢s, y sospechaba que el problema estribaba en que de la novela se hab¨ªa alejado demasiado de las preocupaciones de la gente. En un ensayo titulado Tal vez so?ar (1996), Franzen subraya la irrelevancia de la novela en el contexto de la cultura actual. En la era del entretenimiento, sometida al imperio de la imagen, los novelistas llevan todas las de perder. Buscando la manera de dar vuelta a la situaci¨®n, dio con una f¨®rmula parad¨®jica: ¡°La ¨²nica manera de avanzar es retroceder¡±, concluy¨®. La soluci¨®n de los males de la novela contempor¨¢nea est¨¢ en volver a los modelos insuperables de Tolstoy o Dickens.
¡°La ¨²nica manera de avanzar es retroceder¡±, concluy¨® Franzen. La soluci¨®n de los males de la novela contempor¨¢nea est¨¢ en volver a los modelos insuperables de Tolstoy o Dickens
?El resultado pr¨¢ctico de este planteamiento fue Las correcciones, narraci¨®n que da cuenta de las peripecias de dos generaciones de una familia desestructurada, los Lambert. Las ventas superaron los tres millones de ejemplares, lo cual hizo decir a un cr¨ªtico ingl¨¦s que m¨¢s que una novela, Las correcciones era un ejemplo de lo que debe ser un estudio de mercado. El autor contest¨® puntualizando que ¡°el lector es un amigo, no un adversario ni un espectador¡±. Galardonada con el Premio Nacional del Libro en 2001, Las correcciones fue el fen¨®meno literario de la d¨¦cada en Estados Unidos. La contradicci¨®n inherente a un hecho as¨ª es may¨²scula: La primera novela norteamericana de relieve del tercer milenio se reg¨ªa conforme a una po¨¦tica de la narraci¨®n que ten¨ªa casi dos siglos de antig¨¹edad. A¨²n as¨ª, funcion¨®.
Franzen afianz¨® su postura en Mr. Difficult (2002), ensayo en el que reniega de William Gaddis, autor de Los reconocimientos, a quien Franzen hab¨ªa considerado uno de sus maestros. Gaddis es un autor dif¨ªcil, proclam¨® Franzen, y si la novela quiere sobrevivir ha de ser necesariamente ¡°conservadora y convencional¡±. Tras Las correcciones, sigui¨® un silencio de casi diez a?os, durante los cuales Franzen busc¨® escribir una novela que reflejara la compleja realidad de la sociedad norteamericana de nuestro tiempo. Cuando Libertad vio la luz en 2010, la revista Time confiri¨® a Franzen el t¨ªtulo de Gran Novelista Americano, reproduciendo una foto del autor en la portada. Tan s¨®lo cinco novelistas ¡°literarios¡± hab¨ªan logrado aparecer en la portada de la influyente publicaci¨®n antes que Franzen: James Joyce, Vlad¨ªmir Nabokov, J. D. Salinger, John Updike y Toni Morrison, (Joyce y Updike en dos ocasiones). De manera m¨¢s general, la cr¨ªtica caracteriz¨® a Libertad como ¡°la gran novela americana de la era Obama¡±.?
Cuando Libertad vio la luz en 2010, la revista Time confiri¨® a Franzen el t¨ªtulo de Gran Novelista Americano, reproduciendo una foto del autor en la portada
Libertad es un canto a la est¨¦tica del realismo, y sin embargo, la sombra que se cerni¨® sobre su gestaci¨®n, fue la de su amigo David Foster Wallace. Hace tan s¨®lo unos d¨ªas, el pasado 2 de octubre, en pleno lanzamiento de su novela m¨¢s reciente, Pureza, Franzen evocaba la misteriosa irrupci¨®n de la figura de Wallace cuando, tras a?os de esfuerzos infructuosos, de manera repentina, una ma?ana, en la Academia Americana de Berl¨ªn, donde llevaba meses atrincherado, encontr¨® el tono y rompi¨® a escribir gozosa e ininterrumpidamente. De pronto, sin venir a cuento, record¨® que Wallace no hab¨ªa contestado a un importante email. Alarmado, efectu¨® una llamada telef¨®nica. Su mujer le explic¨® que de manera milagrosa, hab¨ªa sobrevivido a un intento de suicido, del que se estaba recuperando. Franzen acudi¨® inmediatamente a su lado. ¡°Que el momento en que yo despegaba art¨ªsticamente coincidiera con su hundimiento psicol¨®gico es algo muy extra?o, que hasta hoy sigo sin entender. David y yo hab¨ªamos estado muy unidos durante muchos a?os y a veces pienso que ¨¦ramos una sola entidad que se desgaj¨® en 2008¡±, dice Franzen, aludiendo al momento en que, tres meses despu¨¦s, Wallace se quit¨® por fin la vida. Tras acudir a un servicio f¨²nebre celebrado en Manhattan, Franzen escribe: ¡°Al d¨ªa siguiente me sumerg¨ª a fondo en Libertad. Un a?o despu¨¦s hab¨ªa terminado¡±.
Con Libertad Franzen logr¨® m¨¢s ventas y m¨¢s lectores a¨²n que con Las correcciones, afianzando su reputaci¨®n como uno de los escritores m¨¢s influyentes de nuestro tiempo. La cr¨ªtica, no obstante, se mostr¨® algo m¨¢s tibia. Para muchos, el libro supuso un retroceso. En M¨¢s afuera (2012), Franzen cuenta que tras la publicaci¨®n de Libertad, viaj¨® a la isla de Robinson Crusoe (donde pas¨® cuatro a?os el personaje en que se bas¨® Daniel DeFoe para escribir la primera novela de la lengua inglesa), llevando consigo un ejemplar del libro y una caja de cerillas que conten¨ªa una peque?a fracci¨®n de las cenizas de David Foster Wallace.
La formidable operaci¨®n internacional de m¨¢rketing orquestada en torno al lanzamiento de Purity?impide ver las cosas con suficiente claridad. Como figura p¨²blica, Franzen despierta admiraci¨®n o antipat¨ªa a partes iguales. Para unos se trata del escritor norteamericano vivo m¨¢s importante, para otros de un dinosaurio de la literatura. Sus experimentos con f¨®rmulas caducas despiertan recelo entre muchos de sus colegas de oficio. La cr¨ªtica se ha mostrado dividida. Muchos se rinden ante sus innegables poderes narrativos, aunque el consenso es que estamos ante su novela m¨¢s endeble. A modo de s¨ªntoma, ahora que el Man Booker acepta t¨ªtulos norteamericanos, el libro ni siquiera ha logrado pasar el primer filtro. ?En qu¨¦ consiste el fallo, si lo hay? La respuesta, quiz¨¢, haya que buscarla en la sombra que Foster Wallace proyectar¨¢ siempre sobre ¨¦l, una sombra que parece decir que quien apuesta por el pasado se entierra en el presente.
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