De El Bosco a Brueghel pasando por R¨®terdam
El museo Boijmans van Beuningen presenta a los maestros holandeses como precursor y alumno aventajado de la pintura costumbrista
La ruta art¨ªstica trazada por la pintura costumbrista europea a partir del siglo XVI pasa en estos momentos por R¨®terdam, y su mayor reclamo es El Carro de Heno, el tr¨ªptico del pintor holand¨¦s El Bosco, que ha salido por primera vez en 450 a?os de Espa?a. El Museo del Prado lo ha cedido a sus colegas de la sala Boijmans van Beuningen, de la ciudad portuaria, es la gran baza de la ambiciosa exposici¨®n que muestra a uno de los artistas favoritos de Felipe II como el padre de la representaci¨®n de la vida cotidiana. De las obras de g¨¦nero, ya fueran c¨®micas o moralizantes, donde los retratos de la nobleza y los temas religiosos son sustituidos por tipos m¨¢s cercanos: campesinos, vagabundos, pobres, comerciantes, recaudadores de impuestos o prostitutas, repartidos en fiestas populares, mercados, tabernas y burdeles. Unas escenas que casi logran meter dentro al espectador y est¨¢n libres de la simbolog¨ªa de los temas hist¨®ricos, o el peso de la religi¨®n. En R¨®terdam, est¨¢n seguros de que El Bosco es el padre de esta corriente y lo han emparejado con sus contempor¨¢neos, y con Brueghel el Viejo, para plasmar una revoluci¨®n que no fue ni estilista ni formal, sino de contenido.
El paso de lo sacro a lo popular lleg¨® antes al grabado, hacia mediados del siglo XV, y el ¨¦xito de la t¨¦cnica permiti¨® a los artistas reflejar escenas cercanas a la realidad. Sobre todo de amor. Poco a poco, junto a damas de diversa reputaci¨®n, y caballeros m¨¢s o menos licenciosos, asomaron los primeros campesinos y mendigos. El Bosco (1450-1516) conoc¨ªa bien estas im¨¢genes, y tanto El Carro de Heno (1516) como El vendedor ambulante (1510) -este ¨²ltimo en la colecci¨®n del Boijmans- se consideran obras precursoras del costumbrismo pict¨®rico. El Carro permanecer¨¢ en Holanda hasta mayo de 2016 porque figura en la antol¨®gica dedicada al pintor por el museo Noordbrabants (Den Bosch, su villa natal) y luego por El Prado.
¡°Del mont¨®n de heno tira todo el mundo: nobles y plebeyos, ricos y pobres, monjas y frailes. En nuestro caso, lo importante son las escenas profanas del centro, que se repetir¨¢n en las d¨¦cadas posteriores¡±, se?ala el conservador Friso Lammertse en el ensayo que acompa?a la muestra. ¡°Ah¨ª hay unas monjas llenando sacos de heno y un fraile bebiendo alcohol; un curandero arrancando una muela que lleva tambi¨¦n una bolsa de heno, no de dinero; una mujer limpiando el trasero de un ni?o y otra a punto de leerle la fortuna en una mano¡±, a?ade. En este nuevo g¨¦nero ya no hay retratos de ricos y nobles embellecidos. Los personajes son presentados a la vez como gente corriente y como individuos entregados a actividades reprobables, ya sea el robo o el alcohol. Todo lo que un vecino de fiar no har¨ªa. Pero son tambi¨¦n un reflejo de lo que ocurr¨ªa, y devuelven una realidad cercana al espectador. Son su espejo. Cuando el retratado es un recaudador o un banquero, sus rostros son caricaturas y sus ropajes exagerados. As¨ª todo el mundo puede re¨ªrse del estereotipo que representan.
Entre las cuarenta pinturas e igual n¨²mero de grabados reunidos hasta el pr¨®ximo enero en el museo, hay piezas de Lucas van Leyden que pasa de grabar sobre cobre a Mar¨ªa Magdalena bailando, a una tabla colorista titulada Los jugadores de cartas. Esta ¨²ltima ha llegado de la Colecci¨®n Thyssen-Bornemisza, de Madrid. Quinten Massijs y Jan Sanders van Hemessen, ambos de Amberes, son asimismo pilares del costumbrismo del norte de Europa, y del segundo hay un cuadro sorprendente. Se titula La novia llorosa (1540) ¡°y es la caricatura llevada al extremo¡±, seg¨²n el conservador Peter van der Coelen. ¡°Ella es ya muy mayor y su supuesto novio todav¨ªa lo es m¨¢s. En cierto modo, es una liberaci¨®n porque lo ha conseguido antes de marchitarse, y llora sin rubor¡±.
El Prado ha cedido por primera vez en 450 a?os el tr¨ªptico El carro de heno
Cuando el recorrido llega a Pieter Brueghel el Viejo, la burla y la reflexi¨®n que plantea estallan. Su tabla El campesino y el ladr¨®n de nidos (1568) advierte al mir¨®n de que si el segundo est¨¢ a punto de caerse, el primero no deber¨ªa re¨ªrse tanto. Va a perder pie por no mirar bien el terreno que pisa. La obra ha llegado del Museo de Historia del Arte de Viena, y es otra de las joyas de la muestra. Del Louvre han enviado un cuadrito estremecedor. Se titula Los mendigos tullidos (1568) y el grupo se arrastra intentando llamar la atenci¨®n como si fueran bufones.
Los restauradores del museo han hecho un gui?o de altura al visitante y le permitir¨¢n contemplar sus trabajos sobre el San Crist¨®bal, de Brueghel. Hay que pedir cita, pero podr¨¢ seguirse su tarea en directo. Y una cosa m¨¢s. La sala holandesa dispone desde 2011 de un servicio (con p¨¢gina de Web incluida) encargado de encontrar los objetos antiguos que aparecen en los cuadros. Desde vasijas a platos o cualquier otro artefacto. Esta vez, hay vitrinas llenas y es como si una parte del cuadro cobrara vida propia.
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