Padres e hijos: los ausentes
Rodrigo Hasb¨²n y Maximiliano Barrientos recorren en sus ¨²ltimas novelas el laberinto de las relaciones familiares
En la Navidad de 1955, cuenta Rodrigo Hasb¨²n en Los afectos, la peque?a de los Ertl fum¨® por primera vez. No ten¨ªa ni siquiera trece a?os y el pitillo se lo pas¨® su madre. Estaban con los preparativos de la cena. ¡°Te vas a marear un poco, es normal, dijo mam¨¢ y me quit¨® el cigarrillo para seguir fumando. Lo hac¨ªa con una mano, con la otra revolv¨ªa las verduras de la sart¨¦n¡±. Ah¨ª, en ese gesto c¨®mplice de aquella madre, se condensa su inmensa fragilidad. La noche ha creado un clima de confidencias y la mujer le cuenta a la ni?a que sue?a con M¨²nich, y luego le confiesa que es como si llevara dos vidas, la dormida y la despierta, y que es m¨¢s feliz cuando est¨¢ durmiendo. Viven en La Paz, se han quedado solas mientras el padre ha emprendido con las dos hijas mayores la aventura de encontrar en la Amazon¨ªa una ciudad perdida de los incas, Paitit¨ª.
¡°Nos dimos cuenta de que mi madre muri¨® porque mi padre lleg¨® a la casa y pidi¨® que nos cambi¨¢ramos¡±, explica Vitor, el narrador de La desaparici¨®n del paisaje, la novela de Maximiliano Barrientos publicada hace unos meses. Se est¨¢ acordando de cuando era ni?o. Su padre lleg¨®, se meti¨® en el cuarto de ba?o, se puso a llorar. Puso la ducha para que no escucharan sus gemidos. Luego meti¨® a sus hijos en el coche, condujo hacia el hospital, no les permiti¨® que la vieran. Les hab¨ªa pedido que se vistieran con la ropa de los domingos, la que se pon¨ªan cuando los llevaban a comer a alg¨²n restaurante. ¡°Eso quedaba lejano, mi madre quedaba lejana¡±.
Una mujer que ya s¨®lo se encuentra cuando est¨¢ durmiendo, otra que muere. Quedan fuera, ausentes. Las novelas de Rodrigo Hasb¨²n y Maximiliano Barrientos no se parecen en nada, pero cuentan historias que ocurren en el territorio de la familia, as¨ª que est¨¢n armadas con los mimbres de los afectos y las emociones, y tienen que ver con esos episodios que, de pronto, se graban y pesan y siguen encapsulados como una condena o como una gracia. En las tramas incomprensibles y misteriosas de la vida familiar el papel de los ausentes termina por tener un extra?o peso. Como el que juega la madre de las hermanas Ertl, cuya vida parece desvanecerse en los m¨¢rgenes de todo, borrada por la impulsiva y arrolladora actividad de su marido. Como la madre de Vitor que muere en la novela de Barrientos: en su caso, sin embargo, es una ausencia que lo llena todo, como si se hubiera ido y sin embargo siguiera ah¨ª, y pesara sobre cada cosa con la misma intensidad que cuando estaba viva.
Hans Ertl fue una personalidad avasalladora. Ten¨ªa poco m¨¢s de veinte a?os cuando a principios de los a?os treinta destac¨® como alpinista al conquistar con Hans Brehm la cara norte de la K?nigspitze y con Franz Schmid la cima del Ortler, dos macizos de los Alpes, donde superar las paredes heladas de este ¨²ltimo represent¨® una gran haza?a. De hecho, todav¨ªa hoy se conocen las rutas que utiliz¨® all¨ª como ¡°los caminos de Ertl¡±. Estuvo luego en el Himalaya, donde en la cordillera de Karakorum acompa?¨® a Albert H?cht a llegar a la c¨²spide del Sia Kangri (7.422 metros de altura). Su principal fama, en cualquier caso, le viene de su trabajo como camar¨®grafo en Olympia, la m¨ªtica pel¨ªcula de Leni Riefenstahl sobre los Juegos Ol¨ªmpicos de M¨²nich, donde utiliz¨® varios hallazgos t¨¦cnicos de su invenci¨®n para rodar mejor desde las alturas o ser m¨¢s elocuente en las pruebas en el agua. Durante la Segunda Guerra Mundial fue destinado como teniente del Ej¨¦rcito alem¨¢n con el mariscal de campo Erwin Rommel. Su misi¨®n fue cubrir con sus c¨¢maras el avance de la Wehrmacht por el norte de ?frica. Tras el triunfo de los aliados trabaj¨® un tiempo como reportero fotogr¨¢fico para distintas revistas hasta que, en 1952, se instal¨® con su familia en La Paz. Antes de embarcarse con sus hijas en la b¨²squeda de Paitit¨ª, Ertl hab¨ªa participado en distintas expediciones para conquistar las alturas del Illampu y el Illimani, las dos grandes cumbres de la Cordillera Andina que se encuentran en Bolivia, y tambi¨¦n estuvo en el Nanga Parbat (la monta?a desnuda, en urdu e hindi), en Pakist¨¢n (¡°con unas im¨¢genes que trituraban el alma, tanta hermosura no era humana¡±, escribe Hasb¨²n).
Tambi¨¦n la familia que retrata Barrientos en su novela viene de fuera, aunque la historia del abuelo no tenga las alargadas sombras que rodearon siempre a Hans Ertl como colaborador de Leni Riefensthal, la cineasta de Hitler, y como fot¨®grafo de las empresas militares de Rommel. Colum Flanagan lleg¨® a Bolivia procedente de Irlanda en 1941; sali¨® de Europa escapando del hambre y de la guerra. En La desaparici¨®n del paisaje es otro ausente: unas cuantas l¨ªneas para hablar de su l¨¢pida. Muri¨® en 1978, un a?o antes del nacimiento de Vitor, ese muchacho que abandon¨® su tierra poco despu¨¦s de la muerte de su madre para irse a Estados Unidos y que termina rompiendo cualquier lazo con su padre. Regresa m¨¢s de una d¨¦cada despu¨¦s y le toca volverse a contar su historia, con el amago fracasado de rehacerla junto a una antigua novia.
Es entonces cuando cobra estatura la presencia de aquella mujer remota. Vitor s¨®lo ten¨ªa nueve a?os cuando muri¨®, un cr¨ªo que no se entera de nada. ¡°Hab¨ªa que ser ciego o maric¨®n pa no perder la cabeza con tu madre¡±, le cuenta su t¨ªo Leonel, setenta a?os, alcoh¨®lico. Lo ha vuelto a encontrar a su regreso, y hablan del pasado. ¡°Nunca sucedi¨® nada, tu padre era mi hermano¡±, le dice.
Novelas sobre lazos familiares, novelas sobre la p¨¦rdida de derroteros. Todo parece que termina ocurriendo en ese cuadril¨¢tero donde cada cual libra un combate con los fantasmas heredados. Hasb¨²n escudri?a en la historia de las hijas de Hans Ertl. Las sigue, observa c¨®mo se enamoran o se casan o permanecen solas, toma nota de sus inquietudes, explora las resonancias: c¨®mo las fue sacudiendo la imponente figura del padre y c¨®mo les influy¨® la ausencia de la madre. Barrientos se fija m¨¢s bien en el que se ha extraviado y est¨¢ procurando devolverse a s¨ª mismo.
Leonel le explica a su sobrino que su padre, con el que el joven no lleg¨® a arreglarse nunca, no se muri¨® de alcoh¨®lico, lo mat¨® ¡°una tristeza honda que al final lo lleno de agujeros¡±. Luego est¨¢ la mujer ausente, y Vitor confiesa alg¨²n rato que estaba ¡°habitado por recuerdos de mi madre¡±: ¡°Algunos eran recuerdos reales, otros eran inventados. Me costaba marcar la diferencia entre unos y otros: ella estaba all¨ª, joven, siempre joven. Desaparec¨ªa al cabo de un rato, se volv¨ªa invisible¡±.
En Los afectos, Rodrigo Hasb¨²n entra de lleno en la historia de la familia Ertl, pero en ning¨²n momento se deja llevar por la imponente presencia del padre. Digamos que se lo ve al fondo: ha armado el viaje a Paitit¨ª, arrastra a sus dos hijas, lleva a otros amigos. Lo que cuenta, sin embargo, es lo que les ocurre a las hijas. O casi mejor, lo que est¨¢ a punto de ocurrirles o no les ocurre del todo, lo que les pesa, lo que las impulsa o las apaga. La peque?a, Trixi, que apareci¨® fumando siendo tan ni?a con su madre, sigue fumando y un d¨ªa se propone dejarlo: y Hasb¨²n anota las dificultades, la obsesi¨®n y sus fracasos sucesivos.
La segunda, Heidi, termin¨® cas¨¢ndose con aquel muchacho que su padre llev¨® a la expedici¨®n a la Amazon¨ªa tras las huellas de los incas. Se instalaron en Alemania, tuvieron cuatro hijos. Alguna vez, antes de que la abandonara para irse con un joven keniana, le cont¨® a su hermana peque?a que pod¨ªa aceptar sus infidelidades pero que no est¨¢ dispuesta ¡°a reproducir la vida de mam¨¢¡±. Los ausentes, ella hab¨ªa muerto ya, siguen ah¨ª. Mudos y lejanos, tan cercanos: como quien advierte, se?ala, recomienda.
Tambi¨¦n Monika se acord¨® de su madre poco despu¨¦s de haberse casado con el hijo de un hombre rico, propietario de unas minas. Su padre le escribi¨® para desaprobar el matrimonio, molesto porque la mayor se rindiera a una vida convencional y apagara su potente personalidad. ¡°Piensas tambi¨¦n en tu madre, en lo cruel que fue con ella, en los chismes sobre ¨¦l y Burgl, en la traici¨®n de ¨¦l y Burgl, y todo eso te devuelve del lado del odio¡±, se dice Monika. S¨ª, tambi¨¦n su padre hab¨ªa terminado y¨¦ndose con otra mujer despu¨¦s de lo de Paitit¨ª. Las vidas dan vueltas, los lazos se debilitan, las viejas complicidades se evaporan. Monika fracas¨® en su matrimonio y termin¨® teniendo una aventura con el hermano de su marido, un estudiante de medicina que estaba abrazando la causa revolucionaria. Con tanta injusticia alrededor, tambi¨¦n Monika se rendir¨ªa al reto de la transformaci¨®n violenta de una sociedad podrida. Termin¨® li¨¢ndose con un guerrillero, uno de los supervivientes de la aventura del Che, fue con ¨¦l donde sinti¨® ¡°que al fin hab¨ªa encontrado un lugar en el mundo, una misi¨®n que le daba sentido a su vida¡±.
En las novelas de Hasb¨²n y Barrientos est¨¢n esas mujeres ausentes, pero tambi¨¦n parece ausente el mundo, porque las cosas que en ellas se cuentan suceden en el interior de los personajes. Son historias que hablan de heridas: de llagas que molestan por dentro, y que han ocurrido casi siempre en el entorno familiar (un veraneo en la infancia de Vitor, cuando con su hermana encontr¨® a un tipo gordo colgado de una cuerda, suicidado). Pero es verdad que, de pronto, se produce el encuentro con unos amigos en Santa Cruz y, entonces, Vitor escucha que un ejecutivo de Petrobras observa que Evo Morales traer¨¢ la ruina, no del pa¨ªs, pero s¨ª del Oriente boliviano. Y luego, eso simplemente se va viendo sin que se cuente nunca el todo, el propio Vitor vuelve a salir a Estados Unidos, como si en Santa Cruz y el resto del pa¨ªs no hubiera sitio para ¨¦l.
Tambi¨¦n en Los afectos se desliza el ruido inc¨®modo de la realidad. De pronto, diciembre de 1967, la historia se presenta: en un remoto pueblo est¨¢n escondidos las cinco supervivientes de la guerrilla del Che Guevara. Uno de ellos es Inti Peredo, que luego entrar¨¢ en relaci¨®n con Monika. Pronto habr¨¢ de empezar la preparaci¨®n de la siguiente aventura, la de Teoponte, cuando un mont¨®n de jovencitos se metieron al monte para precipitar la revoluci¨®n y fueron casi todos aniquilados. Monika no estuvo all¨ª, pero form¨® parte del coraz¨®n de la empresa. En las novelas de Barrientos y Hasb¨²n, que andan rondando la vida ¨ªntima y lo que est¨¢ escondido, de pronto suenan disparos. En La desaparici¨®n del paisaje proceden de una Beretta, y el que empu?a la pistola es el t¨ªo Leonel. En Los afectos se trata de una Colt Cobra, y la que la utiliza es Monika. ¡°S¨ª, si me apuran, esa es la definici¨®n de ella con la que me quedar¨ªa: la mujer que luego hizo tanto da?o¡±, hab¨ªa observado casi al empezar la novela Reinhard, aquel antiguo amante y hermano de su marido.
Rodrigo Hasb¨²n. Los afectos.Literatura Random House. Barcelona, 2015. 144 p¨¢ginas. 15,90 euros.
Maximiliano Barrientos. La desaparici¨®n del paisaje. Perif¨¦rica. C¨¢ceres, 2015. 276 p¨¢ginas, 18,75 euros.
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