Mi final es m¨ªo
Por fin han largado al otro barrio a esa criatura con una enfermedad degenerativa, incurable, atroz, acompa?ada de un sufrimiento intolerable
Por fin han largado al otro barrio a esa criatura con una enfermedad degenerativa, incurable, atroz, acompa?ada de un sufrimiento intolerable. La moral, al gusto de los que creen que su poder es leg¨ªtimo al lograr que no se acorte el infierno terrenal de los desahuciados, los que en nombre de la religi¨®n se escudan en que los sagrados e infalibles designios de sus dioses son los ¨²nicos autorizados para decidir sobre la vida y la muerte de los seres humanos, los putos fariseos disfrazados de humanismo o que exhiben con orgullo su fanatismo, han perdido una escaramuza sobre el derecho del pr¨®jimo a quedarse en la tierra o a largarse, pero siguen ganando esta guerra que debi¨® de comenzar en los tiempos oscuros.
Y de esas ¨¦pocas remotas, desde que Ca¨ªn le abri¨® la crisma a Abel, el asesinato, individual o en masa, mediante guerras o puro exterminio, codicia o venganza, ha gozado de una popularidad notable; la muerte selectiva o masiva del pr¨®jimo siempre ha estado legalizada para los vencedores.
Sin embargo, el suicidio ha sufrido de mala prensa y de radical rechazo entre el personal como Dios manda desde la antig¨¹edad. A mucha gente no le provoca comprensi¨®n o piedad, sino que despierta su santa ira. En el pasado, la Iglesia prohib¨ªa morar en los cementerios a los desesperados que tuvieron el coraje de despedirse del mundo por voluntad propia.
Y no hablo ya de que te desconecten de una m¨¢quina que prolonga tu horror. Hay personas con salud f¨ªsica que tienen seriamente enferma el alma, acorraladas por la soledad, la p¨¦rdida, el desconsuelo, la desolaci¨®n, que lo ¨²nico que anhelan es la llegada del sue?o y a las que se les humedecen los ojos al amanecer, cuando ya no pueden dormir m¨¢s, cuando llega la consciencia. Pero tampoco saben c¨®mo largarse, o temen errar, o les falta valor. Tienen derecho al suicidio asistido, a que su transici¨®n a la nada sea lo m¨¢s dulce posible.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.