Tres maneras de preguntar
Entre los galardonados en los Premios Ondas est¨¢n Carlos Alsina y Javier del Pino, entrevistadores, y Ana Blanco, que tambi¨¦n pregunta
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A Carlos Alsina ahora le recuerdan en todas partes (en la Escuela de Periodismo UAM El Pa¨ªs, donde estuvo hace nada, por ejemplo) por ese famoso intercambio que tuvo con el presidente Rajoy a cuenta de los derechos de los europeos (y de los catalanes). Lo curioso es que ah¨ª no pregunt¨® Alsina, sino que pregunt¨® su entrevistado, en una ins¨®lita muestra de candor, que es la m¨¢s leve de las ignorancias, pues es la ignorancia que se hace expl¨ªcita. ¡°?Y la [nacionalidad] europea?¡± Alsina le respondi¨® al presidente y luego pasaron a otra cosa. Seg¨²n cont¨® Alsina, aquello result¨® tan natural que luego, en el caf¨¦ posterior al intercambio ante los micr¨®fonos de Onda Cero, nadie, ni el entrevistado, ni sus ayudantes ni el propio Alsina, repararon que hab¨ªan entrado en la peque?a historia de las entrevistas radiof¨®nicas. Pues entr¨®, y de qu¨¦ manera. Y no, como digo, porque Alsina preguntara nada, sino porque a ¨¦l le pregunt¨® su interlocutor.
A Ana Blanco le persigue otra fama, la de resultar impert¨¦rrita hasta cuando se cae el mundo; tiene una enorme seguridad ante las c¨¢maras; durante veinticinco a?os ha sido la cara noble que, adem¨¢s, ha ennoblecido la pantalla trasladando al televidente la certeza de que ella no lo va a enga?ar. Es de esos rostros que, en la vida y en la tele, son capaces de tranquilizar a la gente sobre algo tan viejo como el ser humano: la suspicacia. Todo el mundo siente que todo el mundo le enga?a, y busca entre la multitud rostros que le den confianza, personas a las que le podr¨ªan comprar una nevera usada o un medicamento. Ana Blanco es de esas personas que uno siente como propias cuando la ve desde casa y que uno siente como cercana, fiable, cuando asoma su rostro, por ejemplo, en una entrevista de TVE.
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Ana Blanco no hace entrevistas, propiamente, pero ahora debe su notoriedad m¨¢s reciente a la que le hizo a Rajoy. Como Alsina, que pregunta para saber, no para incentivar el morbo del que espera esgrima con sangre, Ana Blanco aplic¨® a esa intervenci¨®n estrictamente period¨ªstica (ella preguntaba sus preguntas, delante no ten¨ªa un teleprompter, ni un guion) con lo cual estaba sola ante el peligro de inquirir. Este peligro lo arrostr¨® con elegancia, con buena educaci¨®n y con profesionalidad. Hay quienes confunden esos valores humanos con la complacencia: ella pregunt¨® educadamente porque es una persona educada, y un periodista no es un actor, ha de aparecer como es y no como no es.
En eso se parece a Alsina: pregunta como lo que es, no como lo que no es. En aquella ahora famosa entrevista con Rajoy le respondi¨® al presidente con la suavidad del que no avasalla con su conocimiento; igualmente, no avasalla con sus certezas. No pregunta para derribar al otro, sino para que el otro se explique. No es com¨²n en el oficio encontrar gente que acepte que sabe poco, pues el periodismo est¨¢ hecho hoy (y ayer, de este mal no nos salva nadie) de sabihondos, que arrojan las preguntas o los comentarios como si los hubieran cosechado en una mina de oro s¨®lido. Alsina contradice esa tendencia, saludablemente, y Ana Blanco es una aparici¨®n cotidiana que tambi¨¦n nos muestra lo que pasa (o lo que se dice) con la elegancia con que uno debe entrar en las casas y, por tanto, en las mentes.
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Javier del Pino pregunta en la SER con una pericia antigua: como si estuviera delante de un misterio y no quisiera desvelarlo del todo; la suya es la inteligencia del conversador may¨¦utico (al estilo socr¨¢tico, pero tambi¨¦n al estilo de Fernando Fern¨¢n-G¨®mez o Rafael Azcona) del que somete a su curiosidad cosas que ya sabe, de modo que interpreta al radioyente general, no s¨®lo al que ya est¨¢ avisado. Preguntar con sosiego, que es lo que hace, como Alsina, como tantos, tiene en la radio una respuesta que es en s¨ª misma un premio: como nosotros queremos saber lo mismo que ¨¦l, seguimos oyendo: nunca acaba una conversaci¨®n si ¨¦sta queda en la mente, se desarrolla en nosotros al tiempo que se va haciendo en la radio. La radio, como el periodismo, o es conversaci¨®n o no es nada. Y la forma m¨¢s period¨ªstica de la conversaci¨®n, la entrevista, debe procurar de aquella la naturalidad, el sosiego, el respeto por lo que el otro dice, no por lo que uno mismo dice. Y en esa v¨ªa del tren de la radio discurre Javier del Pino.
Por esas razones de radioyente y de telespectador que ama ciertas maneras de preguntar y no acaba de entender otras me han gustado estos premios Ondas, y los otros tambi¨¦n, naturalmente, pero parece bueno convocar ahora estas formas de prolongar la herencia de la radio, justamente, que naci¨® para dar la voz a otros. Y en este caso Alsina, Blanco (aunque est¨¦ en la tele, pero en la radio se form¨®) y Del Pino son dign¨ªsimos herederos de los ancestros que contribuyeron a que con la palabra dicha se construyera la historia de la comunicaci¨®n m¨¢s entra?able de todas, la que lleva consigo la voz humana.
Y un ¨²ltimo apunte. Hace diez a?os mi compa?ero Jos¨¦ Manuel Calvo entrevist¨® a Tom Wolfe, que es el padre putativo del periodismo nuevo, y ¨¦ste le dijo: ¡°Mucha gente cree que el nuevo periodismo era dar tus propias opiniones, mezclarlas con la historia que estabas contando, convertir esa historia en algo personal, escribir impresiones. Para m¨ª, jam¨¢s fue eso. De hecho, nunca utilic¨¦ la primera persona del singular, a menos que tuviera un papel en la historia. ?Por qu¨¦ voy a tener que utilizar el yo si lo ¨²nico que soy es un observador? ?A qui¨¦n le interesan las impresiones de un periodista?¡±.
Esa consideraci¨®n de Wolfe deber¨ªa estar hoy entre los referentes de los que creen (o de los podr¨ªamos creer) que preguntar o contar es una tarea del yo, y no una forma de relacionarnos con una realidad que, como hacen otros, otros deben explicar, mientras nosotros escuchamos, eso s¨ª, preguntando para saber m¨¢s, pero no para saber m¨¢s que el que nos lo explica.
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