La zona prohibida
?lvaro Longoria entra en un territorio herm¨¦tico que ha sido terreno abonado para la mitolog¨ªa interesada: Corea del Norte
La propaganda es, en esencia, la ant¨ªtesis de un documental: un discurso que se impone sobre la realidad sin preocuparse en absoluto de que ¨¦sta lo contradiga. El esp¨ªritu de la propaganda est¨¢ regido por una l¨®gica que s¨®lo contempla el ¨¦xito de su estrategia. Por el contrario, el documental ¨Co, por lo menos, todo buen documental, toda ejecuci¨®n honesta y responsable del g¨¦nero- es un discurso abierto, medularmente fr¨¢gil, algo tan programado para el supuesto ¨¦xito de su planteamiento como para su potencial fracaso.
THE PROPAGANDA GAME
Direcci¨®n. ?lvaro Longoria.
G¨¦nero: documental. Espa?a, 2015.
Duraci¨®n: 75 minutos.
Tanto el primer documental dirigido por ?lvaro Longoria ¨CHijos de las nubes, la ¨²ltima colonia (2012)- como este segundo trabajo encuentran su identidad y su raz¨®n de ser en una forma imaginativa, pertinente y comunicativa de su supuesto fracaso. En?Hijos de las nubes, Longoria sintetiz¨®, con gran habilidad did¨¢ctica, el conflicto del S¨¢hara para, acto seguido, toparse con un buen n¨²mero de puertas cerradas: voces que se negaban a ser entrevistadas y que, con su silencio, reforzaban el eficaz poder de denuncia de la pel¨ªcula. En The Propaganda Game, Longoria entra, con sus c¨¢maras, en una zona prohibida, un territorio herm¨¦tico que, en el discurso oficial occidental, ha sido terreno abonado para la mitolog¨ªa interesada: Corea del Norte. El cineasta cruza la frontera armado con una pregunta esencial: ?cu¨¢nto hay de verdad en lo que nos han contado?
Con la enigm¨¢tica figura de Alejandro Cao de Ben¨®s como nada neutral gu¨ªa tur¨ªstico, Longoria construye su discurso en las fisuras existentes entre la propaganda occidental, que dibuja un infierno dist¨®pico en el imaginario colectivo, y la propaganda local, que exalta una utop¨ªa de superficies limpias y subsuelo invisible.?The Propaganda Game no logra registrar ninguna evidencia de vulneraci¨®n de los Derechos Humanos en su pulcro imaginario de parques acu¨¢ticos, restaurantes de fast-food comunista y pistas de skate, pero captura las voces de una ciudadan¨ªa que parece integrada por mu?ecos de ventr¨ªlocuo de un discurso impuesto. La visita a una misa cat¨®lica delatada como inconsistente puesta en escena es una de las cumbres de la pel¨ªcula. Entretanto, el cineasta se formula insidiosas preguntas sobre el filtro propagand¨ªstico que condiciona nuestra propia mirada sobre Corea del Norte. El resultado es un l¨²cido, elocuente fracaso.
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