El ¡®techno¡¯ y la ca¨ªda del Muro
El libro 'Der Klang, der familie' es una excelente historia oral de un movimiento cultural que cambi¨® la noche europea para siempre
Bailar siempre fue un acto de transgresi¨®n y desobediencia. Hacerlo sobre las ruinas todav¨ªa calientes de la Guerra Fr¨ªa era la quintaesencia de la revuelta. La noche que cay¨® el Muro cristaliz¨® en el nuevo Berl¨ªn algo que llevaba tiempo fragu¨¢ndose a un lado y otro del hormig¨®n. Beb¨ªa del punk, del Krautrock, de los breakers de Alexander Platz, de la cultura gay del Oeste, el disco y las absurdas normas musicales de la Stasi. De pronto, comenz¨® a establecerse un extra?o v¨ªnculo con un sonido procedente de Detroit que no era capaz de encontrar en su lugar de origen un espacio suficientemente radical para desarrollarse. La capital alemana s¨ª cumpl¨ªa ese requisito. Aquel 9 de noviembre de 1989 se form¨® un remolino en el desag¨¹e de la subcultura berlinesa que termin¨® en un oscuro, vibrante, maquinal y salvaje lodazal llamado techno. La pista de baile fue el lugar m¨¢s democr¨¢tico que gran parte de aquella juventud encontr¨® para unificar su felicidad.
Despu¨¦s de aquello, la noche y la cultura de clubs en Europa se transformaron por completo. Pero durante a?os, el techno y la m¨²sica electr¨®nica siguieron sin recibir la consideraci¨®n hist¨®rica y cultural por parte de la cr¨ªtica institucional. Faltaba tradici¨®n, documentaci¨®n, evoluci¨®n y una mirada retrospectiva. Y sobraron siempre para entender la escena lugares comunes y la criminalizaci¨®n de una m¨²sica asociada irremediablemente al consumo de drogas. En Berl¨ªn, Ibiza, Detroit o Valencia. Energy Flash, la gran biblia sobre la eclosi¨®n de la cultura rave en el Reino Unido y todas sus derivadas escrita por Simon Reynolds en 1998, fue un punto de inflexi¨®n para aglutinar todos aquellos destellos salidos de c¨®digos binarios y aparatos con nombres como Roland Tb-303 que alterar¨ªan la m¨²sica para siempre. Ahora, Der Klang der Familie [El sonido de la familia], da un paso de gigante para entender y reconocer la relevancia de una revoluci¨®n musical -que cumple ya tres d¨¦cadas- culturalmente a la altura de las vividas anteriormente con el pop y el rock.
El libro, escrito por los periodistas Felix Denk y Sven von Th¨¹len hace dos a?os y traducido ahora al espa?ol con enorme acierto por Alpha Decay, es una trepidante historia oral contada por sus protagonistas -porteros, promotores, camareras, productores, dj¡¯s o due?os de tiendas de discos- sobre el encuentro entre dos mundos separados por una franja y la inocencia con la que decidieron reinventarlo todo cada fin de semana: la m¨²sica, la ropa, los escenarios¡ Y s¨ª, tambi¨¦n la droga. Los autores construyen una conversaci¨®n m¨²ltiple y viva a trav¨¦s de unas 150 entrevistas realizadas en 2011 que funcionan perfectamente para entender una maravillosa casualidad: la irrupci¨®n de una nueva m¨²sica surgida de las m¨¢quinas y la aparici¨®n de un escenario perfecto levantado sobre las grietas legales y los espacios desechados de un sistema que acababa de colapsar.
La pista de baile fue el lugar m¨¢s democr¨¢tico que gran parte de aquella juventud encontr¨® para unificar su felicidad
Los nuevos clubes surgidos en el este de la ciudad burlaban la ley a trav¨¦s licencia de galer¨ªas de arte con barra. Los atronadores desfiles musicales que cruzaban de d¨ªa el la c¨¦ntrica Ku¡¯Damm, como la Love Parade (que empez¨® con 150 participantes y lleg¨® a reunir a un mill¨®n y medio), lograron los permisos bajo el amparo constitucional del derecho a la manifestaci¨®n. Bailar, como casi todo en la vida, era hacer pol¨ªtica. As¨ª nacieron lugares como Tresor, en una c¨¢mara acorazada subterr¨¢nea y abandonada, Planet, dentro de una antigua f¨¢brica de jab¨®n, o E-Werk, en una subestaci¨®n el¨¦ctrica o UFO. De ah¨ª salieron los primeros pseudofestivales de electr¨®nica como Mayday y la necesidad de buscar lugares para seguir bailando cuando sal¨ªa el sol. Si la noche fue siempre el refugio de la inquisidora mirada adulta, bailar de d¨ªa en el parking de un club con el maletero del coche abierto era la conquista del espacio.
Como explican los autores en el pr¨®logo del libro, ¡°si el techno se convirti¨® en la banda sonora del momento excepcional que sigui¨® a la ca¨ªda del Muro fue por tres motivos: el ¨ªmpetu del nuevo sonido, la magia de los lugares y la promesa de libertad que dicha m¨²sica encerraba¡±. As¨ª, la escena berlinesa, hasta entonces tejida en el oeste a trav¨¦s del rock y el postpunk, de artistas como Blixa Bargeld (Einst¨¹rzende Neubauten) y festivales experimentales como Atonal (que todav¨ªa existe), se convirti¨® en una especie de Do it yourself colectivo en el que participar era lo m¨¢s importante. Y, sobre todo y solo hasta que todo se torci¨®, sin estrellas ni jerarqu¨ªas. Como una gran familia.
La revoluci¨®n estaba en marcha en otros lugares europeos como Reino Unido o B¨¦lgica, precursora con el sonido new beat. Pero el techno naci¨® en la ciudad del motor, al otro lado del Atl¨¢ntico. De ah¨ª surgi¨® un movimiento profundamente pol¨ªtico y racial como Underground Resistance (UR), fundado por Mike Banks y Jeff Mills, que quiso evolucionar el sonido negro de sus padres (soul, jazz, hip-hop) y convertirlo en algo futurista elaborado a base potentes bombos y l¨ªneas de bajo. Nada de melod¨ªa, solo ritmo y textura. Si Yves Klein pod¨ªa pintar un lienzo azul y proclamarlo arte contempor¨¢neo, un tema pod¨ªa construirse solo a base repeticiones. La idea era desvincular el movimiento de la industria musical. Un cruce entre Malcolm X y Kraftwerk, como lo define el productor y dj Robert Hood en el libro.
El eje entre Berl¨ªn y Detroit fue en gran medida Hardwax, una tienda de discos fundada por reconocidos artistas hoy como Moritz von Oswald
El eje entre Berl¨ªn y Detroit fue en gran medida Hardwax, una tienda de discos fundada por reconocidos artistas hoy como Moritz von Oswald y Max Ernestus que importaba cada semana m¨²sica del otro lado del Atl¨¢ntico. A trav¨¦s de los discos que llegaban de UR con la galleta central negra y un ¨²nico n¨²mero de tel¨¦fono como referencia, no tardaron en ponerse en contacto con aquellos ¡°negros que no consum¨ªan drogas¡± y que pr¨¢cticamente no hab¨ªan escuchado sus discos en clubes. Mills, Banks, Hood o Rolando (este bastante m¨¢s tarde)? descubrieron en Berl¨ªn un espacio que se adaptaba mucho mejor a su propuesta que su ciudad natal. El productor y dj Blake Baxter, uno de aquellos exploradores estadounidenses, lo define as¨ª en el libro: ¡°Detroit es m¨¢s bien gris. Digamos que all¨ª la oscuridad nos vino impuesta. Y la aceptamos. Mientras que en Alemania se trata m¨¢s bien de una decisi¨®n motivada por razones art¨ªsticas¡±.
Pero lo que era pol¨ªtica se volvi¨® negocio y la familia se convirti¨® en un nido de v¨ªboras. Llegaron los djs estrella elevados dos metros por encima de la pista de baile, la MTV, los contratos con multinacionales, las fotos en revistas de adolescentes como Bravo y la construcci¨®n de una marca comercial basada en la electr¨®nica que hoy todav¨ªa explota Berl¨ªn para atraer a millones de turistas cada a?o. Y la envidia. Der Klang der Familie fue el t¨ªtulo de un disco fundacional que dos personajes de la escena (Dr. Motte y 3Phase) produjeron conjuntamente y del que vendieron m¨¢s de 20.000 copias (hoy no suelen plancharse m¨¢s de 300 de los nuevos lanzamientos). La historia de aquel himno techno es el s¨ªmbolo de la ruptura del clan. Pasado el minuto de ¨¦xito, sus dos autores ya no volvieron a hablarse. Y aquella indigesti¨®n, como todo antes en la familia, volvi¨® a ser colectiva.
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