C¨®mo arrojar bombas en el cine
El festival Doclisboa analiza la representaci¨®n del terrorismo en el s¨¦ptimo arte
¡°Yo no arrojo bombas, hago pel¨ªculas¡±. La c¨¦lebre m¨¢xima pronunciada en su R. W. Fassbinder da t¨ªtulo al ciclo que la 13? edici¨®n de Doclisboa, certamen especializado en el documental que este domingo llega a su fin en la capital portuguesa, ha dedicado al reflejo del terrorismo y la lucha armada en el cine. A trav¨¦s de 28 pel¨ªculas de cineastas como Bernardo Bertolucci, Gianni Amelio, Alan Clarke, Koji Wakamatsu, Philippe Faucon o Christian Petzold, el festival ha examinado las m¨²ltiples aristas que conforman el fen¨®meno y las distintas actitudes que los directores han adoptado para representarlo, de la neutralidad aparente al apoyo expl¨ªcito.
El ciclo ha documentado la actividad de grupos de la Alemania y la Italia de los setenta, como Baader-Meinhof y las Brigadas Rojas, pero tambi¨¦n la lucha por la liberaci¨®n kurda, los grupos marxistas radicales que proliferaron en las universidades japonesas, el mao¨ªsmo violento de Sendero Luminoso o la tentaci¨®n fundamentalista que experimentan los j¨®venes ¨¢rabes que viven en Francia. En la selecci¨®n tambi¨¦n figuran tres cineastas espa?oles pertenecientes a generaciones distintas. Tras el asesinato del anarquista catal¨¢n Salvador Puig Antich, Pere Portabella propuso en El sopar un di¨¢logo entre antiguos presos pol¨ªticos del franquismo. En El proceso de Burgos, Imanol Uribe describi¨® los hechos acontecidos en pleno r¨¦gimen tras el atentado de ETA contra el comisario Melit¨®n Manzanas. Y, ya en 2008, Jaime Rosales se inspir¨® en el asesinato de dos polic¨ªas por parte de la organizaci¨®n terrorista en Tiro en la cabeza, donde convert¨ªa al espectador en testimonio, pero tambi¨¦n en voyeur.
¡°No nos interesaba hablar de los terroristas como personajes, sino centrarnos en las formas y estrategias con las que el cine y los cineastas han reflejado lo que llamamos terrorismo¡±, explica la codirectora de Doclisboa, Cintia Gil. ¡°Nos interesaba descubrir la pluralidad de esas formas de representaci¨®n, aunque tampoco somos ingenuos: no se trata solo una cuesti¨®n de t¨¦cnica o de lenguaje cinematogr¨¢fico, porque el problema pol¨ªtico siempre est¨¢ presente¡±. Para los responsables del ciclo, la propia definici¨®n de lo que se considera terrorismo y lo que no result¨® especialmente problem¨¢tica. En el pasado, te¨®ricos como Alex Schmid o Walter Laqueur estudiaron largamente el fen¨®meno y sus infinitas ramificaciones, hasta determinar que era imposible describirlo de una forma ¨²nica y precisa. Tal vez la mejor definici¨®n la encontrara el cineasta Alan Clarke, al definir la lucha armada en Irlanda del Norte como ¡°algo tan dif¨ªcil de ignorar como un elefante sentado en tu comedor¡±.
Su pel¨ªcula Elephant, un monumento que luego inspir¨® a la cinta del mismo nombre con la que Gus Van Sant describi¨® la matanza de Columbine, ocupa un lugar central en este ciclo. En la pel¨ªcula, rodada para la BBC en 1989, una serie de hombres persiguen a sus v¨ªctimas y las matan en plena calle, a sangre fr¨ªa. La c¨¢mara retrata a v¨ªctimas y perpetradores con la misma frialdad, sin di¨¢logos ni explicaciones, durante 40 largos minutos. Para Clarke, el silencio fue la mejor soluci¨®n formal a este problema. Otros cineastas le siguieron el paso. Sin ir m¨¢s lejos, Rosales apost¨® por una idea similar en Tiro en la cabeza, igual que Portabella al final de El sopar. Tras casi una hora de conversaciones encendidas, los ¨²ltimos minutos de su pel¨ªcula estaban marcados por un silencio sepulcral.
¡°Dar con una soluci¨®n formal a la violencia terrorista es uno de los mayores desaf¨ªos para un cineasta. Apostar por el silencio no solo resulta perturbador para el espectador, sino que tambi¨¦n le permite encontrar un espacio de reflexi¨®n sobre lo que est¨¢ viendo¡±, opina otro de los responsables del festival, Davide Oberto. ¡°El propio festival est¨¢ pensado como un espacio de reflexi¨®n. Los cert¨¢menes de cine tiene que seguir siendo un lugar de discusi¨®n y de conflicto. Hoy tenemos acceso a cualquier pel¨ªcula en Internet, pero si no se produce un encuentro de puntos de vista, el ejercicio resulta est¨¦ril¡±, a?ade Oberto.
Algunos de los directores de la retrospectiva han pasado esta semana por Lisboa para aportar su grano de arena a este debate. En la trilog¨ªa The Young Man Was, el cineasta Naeem Mohaiemen revisita la acci¨®n de los grupos violentos en el Bangladesh de los setenta. ¡°La definici¨®n de terrorismo var¨ªa en funci¨®n de qui¨¦n la d¨¦. Lo que ves cambia en funci¨®n del lugar desde donde lo observes¡±, afirma Mohaiemen. En cambio, para el veterano cineasta Hartmut Bitomski, autor de distintas pel¨ªculas sobre los grupos revolucionarios en la Alemania de los sesenta y setenta, el terrorismo siempre es ¡°el t¨¦rmino con el que el poder denomina a los grupos que se enfrentan a ¨¦l¡±.
Por su parte, el documentalista franc¨¦s Mosco Levi Boucault, retratista de las Brigadas Rojas, aboga por la imparcialidad total. ¡°Si quiere ofrecer un testimonio, un cineasta debe de ser totalmente libre. No puede formar parte del grupo que est¨¢ describiendo. Yo nunca podr¨ªa aceptar el carn¨¦ de un partido. Para m¨ª, ser cineasta y ser libre son sin¨®nimos¡±, afirma, antes de concluir que el paso del tiempo es siempre el mejor aliado. ¡°Para hacer una pel¨ªcula sobre el terrorismo se necesita, inevitablemente, la distancia que da el tiempo¡±. No por casualidad, una de las ¨²nicas variantes ausentes de esta selecci¨®n ha sido el terrorismo islamista. ¡°Si no lo hemos incluido, es porque el cine de hoy todav¨ªa est¨¢ buscando el lenguaje adecuado para reproducirlo¡±, reconoce Oberto.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.