El Thyssen se rinde a la fascinaci¨®n del Lejano Oeste americano
El Thyssen recrea 'La Ilusi¨®n del Lejano Oeste' en una exposici¨®n de m¨¢s de 200 piezas
El mito del indio salvaje que viv¨ªa en extensas praderas rodeadas de monta?as por las que ellos galopaban sobre magn¨ªficos caballos nos ha llagado a trav¨¦s de incontables pel¨ªculas, novelas o tebeos. Esos indios parec¨ªan obsesionados con atacar al pobre hombre blanco que intentaba asentarse con sus familias sobre unos terrenos que estaban a su disposici¨®n. No era as¨ª. La visi¨®n interesada de los primeros pobladores de Am¨¦rica fue creada por el grupo de artistas que en el siglo XIX se adentraron en territorios del Oeste americano para plasmar una visi¨®n rom¨¢ntica del paisaje y de sus habitantes, cuando lo cierto es que ya esos moradores de las praderas hab¨ªan sido confinados a reservas gracias a un implacable programa ideol¨®gico, pol¨ªtico y militar. Del resultado de aquellas expediciones art¨ªsticas, se conoce muy poco en Europa. Gracias a la afici¨®n personal del bar¨®n Hans Heinrich Thyssen- Bornemisza por las narraciones literarias, cinematogr¨¢ficas y art¨ªsticas sobre el Oeste, el museo Thyssen y la colecci¨®n Carmen Thyssen suman un importante n¨²mero de obras de este periodo y gracias importantes pr¨¦stamos de colecciones p¨²blicas y privadas y estadounidenses, ha sido posible organizar la exposici¨®n La ilusi¨®n del lejano Oeste que hasta el 7 de febrero se podr¨¢ ver en el Museo Thyssen.
Comisariada por el artista Miguel ?ngel Blanco, la exposici¨®n re¨²ne alrededor de 200 piezas, entre pinturas, fotograf¨ªas, grabados, esculturas, libros, tebeos, carteles cinematogr¨¢ficos y espectaculares piezas etnogr¨¢ficas. Guillermo Solana, director art¨ªstico del museo, explica que esta peculiar exposici¨®n recuerda los antiguos gabinetes de curiosidades, precursores de los museos tal como hoy los conocemos. En aquellos se mezclaban las obras de arte hechas por los artistas junto a productos preciosos salidos de la Naturaleza (piedras preciosas, tortugas), con lo que se buscaba provocar el asombro del espectador. ¡°En un momento en el que puede que los museos sean demasiado planos y previsibles, nos hemos querido remontar a ese momento en el que no hab¨ªa divisi¨®n entre Arte y Naturaleza y a partir de un tema en el que fantas¨ªa y realidad van de la mano. Se narra un momento en el que los territorios de los indios hab¨ªan sido ya ocupados y la mayor parte de sus habitantes, exterminados junto a sus tradiciones culturales¡±.
La exposici¨®n arranca con un apartado cartogr¨¢fico titulado Mapear la fantas¨ªa. En ¨¦l se cuenta como la colonizaci¨®n estadounidense del Lejano Oeste en el siglo XIX estuvo precedida por las expediciones espa?olas desde Florida y Nuevo M¨¦xico, entre los siglos XVI y XVIII, que estuvieron guiadas en un primer momento por la b¨²squeda de imaginarias riquezas y que resultaron en una precaria pero prolongada presencia en los territorios del sudoeste, y durante unas d¨¦cadas, en toda la cuenca del Misisipi. Pese a los escasos documentos que se conservan de la ¨¦poca, algunos mapas detallan las rutas, los asentamientos, las misiones y los presidios, as¨ª como las l¨ªneas de contacto y de fricci¨®n con las tribus indias. Los mapas elegidos ofrecen adem¨¢s un elevado valor est¨¦tico y algunos de ellos incluyen dibujos de figuras y tipis. Uno de los m¨¢s bellos procede del Archivo General de Indias de Sevilla y reproduce la cuenca del r¨ªo Misisipi.
La exposici¨®n avanza por la obra de los primeros artistas que se adentraron en el Oeste en los a?os treinta del siglo XIX. En general, fueron retratistas y etn¨®grafos. El comisario destaca los trabajos de George Catlin, con su extraordinaria Galer¨ªa India, y de Karl Bodmer, con la precisa documentaci¨®n gr¨¢fica delos Viajes en el interior de Norteam¨¦rica, del antrop¨®logo Maximilian zu Wied-Neuwied. Todo ello permiten conocer los campamentos indios, la caza del b¨²falo y los rituales de numerosas tribus, as¨ª como fisonom¨ªas y atuendos. Ellos dieron paso a una visi¨®n idealizada pero melanc¨®lica de la vida india, en la que se funden paisaje y figuras, fantas¨ªa y etnograf¨ªa. En la segunda mitad del siglo, estos temas ya se hab¨ªan convertido en un subg¨¦nero pict¨®rico con gran tir¨®n popular, asociado a la pintura de historia o a la costumbrista y presente en la producci¨®n de artistas como Charles M. Russell, Charles Wimar, Frederic Remington o Thomas Hill, entre otros. De este ¨²ltimo el presidente Obama eligi¨® una Vista del valle de Yosemite (1865) para la cena de gala de su toma de posesi¨®n.
Una de las partes m¨¢s entretenidas de la exposici¨®n es la dedicada a los jefes indios. En estos cuadros y fotograf¨ªas se muestran con detalle los tocados, las pinturas corporales o los objetos de poder que porta cada uno de ellos. Por primera vez en Espa?a se muestran podr¨¢ los famosos retratos realizados por Bodmer y Catlin o las fotograf¨ªas de jefes legendarios salidas de las c¨¢maras de Adolph Muhr o Edward S. Curtis, tomadas a?os m¨¢s tarde.
En esas ¨²ltimas d¨¦cadas del siglo XIX, fueron incluso los propios jefes los que se preocuparon por inmortalizar su imagen; as¨ª lo hicieron Toro Sentado, Ger¨®nimo o Joseph en el curso de sus viajes por el este de los Estados Unidos para acudir a negociaciones o encuentros, estando ya sus tribus confinadas en reservas.
A este momento corresponde la monumental empresa fotogr¨¢fica y editorial El indio norteamericano, de Curtis, un controvertido y sin embargo valios¨ªsimo conjunto art¨ªstico y etnogr¨¢fico, hoy en gran parte perdido, del que se han seleccionado varias im¨¢genes. Curtis retrataba a los jefes indios cuando acud¨ªan a la capital del Estado para intentar rescatar los derechos de sus pueblos. All¨ª aceptaban posar con tocados de plumas, semblantes sorprendentes o en posiciones poco naturales. Marta Ruiz del ?rbol, coordinadora de la exposici¨®n bromea con el radical Photoshop al que eran sometidas las placas en los laboratorios de los artistas.
Del apartado dedicado a la influencia de este periodo en el cine, uno de sus g¨¦neros m¨¢s gloriosos, se han seleccionado una decena de carteles de pel¨ªculas m¨ªticas como La diligencia, Comanche o La venganza de un hombre llamado caballo. En el mismo apartado se incluyen algunas novelas escritas por Karl May, un popular y prol¨ªfico escritor de novelas del Oeste que nunca abandon¨® su Alemania natal.
Carmen Thyssen, que esta vez asisti¨® a la presentaci¨®n de la exposici¨®n (No hab¨ªa estado en las dos ¨²ltimas), cont¨® que su marido, Heinrich Thyssen- Bornemisza fue un lector voraz de las novelas de Karl May y que, casualmente, su primer esposo, el actor norteamericano Lex Barker, fue el protagonista habitual de las pel¨ªculas basadas en las obras de May. Prueba de ello es uno de los carteles que con el rostro de Baker se incluye en las publicaciones sobre el Lejano Oeste.
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