El arte en suspensi¨®n de un genio
Calder introdujo el movimiento y el alambre en la escultura y construy¨® un mundo fascinante La Tate Modern de Londres reivindica su legado a trav¨¦s de 100 obras
El espectador de la Tate Modern permanece casi est¨¢tico en la contemplaci¨®n de las obras de Alexander Calder, porque son estas las que se mueven y transforman constantemente gracias al impulso de un motor, de una liger¨ªsima corriente de aire o incluso por los efectos cambiantes que les imprime la luz. El artista (1898-1976) que trastoc¨® la escultura tradicional es objeto de una gran exposici¨®n en el museo londinense destinada a subrayar el papel esencial en la modernidad de uno de los nombres m¨¢s influyentes en el arte del siglo XX.
Calder fue el escultor del movimiento, el pionero del arte cin¨¦tico e inventor de los m¨®viles, un t¨¦rmino acu?ado por su amigo Marcel Duchamp para describir sus primeras piezas mec¨¢nicas propulsadas por un motor. Ambos se conocieron en Par¨ªs, donde aquel, hijo y nieto de escultores, recal¨® en el periodo de entreguerras, dejando atr¨¢s la profesi¨®n de ingeniero en la que se hab¨ªa formado en su Pennsylvania natal. En plena ebullici¨®n de las vanguardias, reinvent¨® las posibilidades de la escultura, al forjar retratos en alambre de colegas como Joan Mir¨® o Fernand L¨¦ger, de figuras del espect¨¢culo que tuvieron como reina a la cantante y bailarina Josephine Baker, de acr¨®batas y otros personajes del circo, del teatro y la danza.
Frente a la habitual ejecuci¨®n de la escultura en piedra, bronce o madera, el uso del alambre era algo radicalmente nuevo. La obra ya no es una masa s¨®lida y expuesta sobre un pedestal, sino que cuelga del techo conformando delicadas l¨ªneas en el espacio. El reto de combinar la abstracci¨®n con el movimiento se convirti¨® en una obsesi¨®n desde que Calder visitara el estudio de Mondrian en 1930: ¡°Fue el impacto que me convirti¨®. Me sent¨ª como el beb¨¦ al que se le dan unos cachetes para que sus pulmones empiecen a trabajar¡±, dijo sobre aquel encuentro con uno de los precursores de la abstracci¨®n geom¨¦trica.
Desde entonces, se volc¨® en la creaci¨®n de formas abstractas, tridimensionales y cin¨¦ticas, que en muchos de los trabajos expuestos por la Tate aparecen suspendidas frente a paneles de vivos colores o dentro del espacio de un marco colgante. La escultura deja de ser un objeto est¨¢tico para moverse y rotar por s¨ª misma. Calder tambi¨¦n firm¨® obras inm¨®viles (los stabiles), pero la muestra Performing Sculpturem, que suma un centenar de obras, se centra en sus trabajos de los a?os treinta y cuarenta, consagrados a la exploraci¨®n del potencial del movimiento. Primero de la mano de sus m¨®viles mecanizados ¡ª¡°puedes controlar la pieza como si fuera una coreograf¨ªa de ballet¡±, sosten¨ªa¡ª, hasta desarrollar lo que se convertir¨ªa en la forma cl¨¢sica de esas esculturas cin¨¦ticas, una elegante composici¨®n de alambres y hojas de metal pintadas que se balancean.
Calder dej¨® Par¨ªs para trasladarse a una granja de Roxbury (Connecticut) en 1933, una etapa en la que sus esculturas se vuelven menos geom¨¦tricas y m¨¢s org¨¢nicas, mostrando paralelismos con el mundo de la naturaleza. T¨ªtulos como Ramaje Vertical o R¨¢faga de Nieve revelan su maestr¨ªa en la construcci¨®n de m¨®viles a gran escala dotados de un delicado equilibrio. Una pieza esencial es Viuda Negra, una escultura de tres metros y medio que clausura la muestra (abierta hasta el 3 de abril) y que por primera vez abandona S?o Paulo.
En Nueva York, Albert Einstein permaneci¨® 40 minutos de pie frente a uno de los m¨®viles de Calder (Un universo, 1934), integrado por dos esferas de diferente tama?o a modo de planetas, que se mueven a distintas velocidades gracias a un motor. Las esferas completan el c¨ªrculo en esos 40 minutos que retuvieron al c¨¦lebre f¨ªsico, inm¨®vil y fascinado, ante aquella visi¨®n abstracta del cosmos. Una fascinaci¨®n que no ha cesado con el paso del tiempo.
El ¡®Guernica¡¯ se cuela entre los m¨®viles
Lo primero que llama la atenci¨®n en una fotograf¨ªa gigantesca de Alexander Calder, expuesta a medio camino de la muestra de la Tate, es la imagen del Guernicade Picasso como trasfondo. Es un recuerdo de la Guerra Civil. El escultor estadounidense quiso mostrar su apoyo al bando republicano con una obra ef¨ªmera de la que ha quedado testimonio gr¨¢fico (y una maqueta).
En 1937, Calder visit¨® junto a su amigo Joan Mir¨® el recinto en el que iba a levantarse el pabell¨®n espa?ol en la Exposici¨®n Universal de Par¨ªs de aquel a?o, dise?ado por el arquitecto Jos¨¦ Luis Sert. En cuanto comprendi¨® el mensaje de aquel despliegue, presidido por el cuadro desgarrador del pintor malague?o, ofreci¨® su colaboraci¨®n, ante las reticencias iniciales de Sert porque ¨¦l no era espa?ol.
El escultor concibi¨® una suerte de fuente en hierro forjado, un estanque circular de 2,2 metros de di¨¢metro y con un surtidor que desde el centro bombeaba mercurio procedente de las minas de Almad¨¦n (Ciudad Real), y hac¨ªa circular el mineral fluido trav¨¦s de tres bandejas met¨¢licas. Las minas de mercurio eran entonces un recurso estrat¨¦gico crecientemente hostigado por las fuerzas franquistas.
Ubicada en un lugar preeminente frente al Guernica, Mercury Fountain, que integr¨® elementos t¨¦cnicos con formas art¨ªsticas y una fuerte carga pol¨ªtica, fue all¨ª la ¨²nica de un autor no espa?ol.
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