Aullar de risa, llorar de rabia
El atormentado pianista James Rhodes publica un memorial incendiario que ha tenido en vilo a la justicia
Tuvo que mediar el Tribunal Supremo brit¨¢nico para autorizar la publicaci¨®n de Instrumental, resolviendo un litigio m¨¢s familiar que literario, pues suced¨ªa que el memorial en el abismo de James Rhodes, pianista de tentaciones suicidas y figura medi¨¢tica en Reino Unido, podr¨ªa resultar insoportable a su propio hijo, de tanta destrucci¨®n y autodestrucci¨®n que alojaba.
No ten¨ªa dudas al respecto la Corte de Apelaci¨®n cuando previamente declar¨® la obra ¡°impublicable¡±, aunque llama la atenci¨®n que el argumento de jurisprudencia aludiera a un estrafalario episodio dom¨¦stico registrado en 1897: un tipo le dijo a una buena amiga en plan de broma que su marido hab¨ªa muerto en un accidente, nada grave si no fuera porque la inocentada en cuesti¨®n le provoc¨® a la susodicha una crisis psicol¨®gica brutal.
¡°?Y qu¨¦ tiene que ver este episodio conmigo?¡±, se preguntaba el exc¨¦ntrico Rhodes 120 a?os despu¨¦s. Tiene que ver, le razonaron, que las brutalidades reflejadas en Instrumental pod¨ªan causar a su peque?o hijo un trauma descomunal cuando estuviera en la situaci¨®n para leerlo.
El debate jur¨ªdico no hizo sino proporcionar a la ¨®pera prima del pianista una publicidad no pretendida, pero s¨ª interesante a t¨ªtulo mercadot¨¦cnico, con m¨¢s raz¨®n cuando se adhirieron a su causa los sofisticad¨ªsimos actores Stephen Fry y Benedict Cumberbatch, cuyas reflexiones sobre Instrumental se han convertido en un se?uelo inequ¨ªvoco y sint¨¦tico de la edici¨®n espa?ola (Blackie Books): ¡°He aullado de risa y he llorado de rabia. Eres un genio¡±, escribe el alter ego de Sherlock en la sobrecubierta.
Tiene raz¨®n porque Rhodes no adopta precauciones ni en el arranque de Instrumental ¡ª¡°la m¨²sica cl¨¢sica me la pone dura¡±¡ª ni en el ejercicio regresivo que implica el autorretrato de un ni?o al que violaron durante a?os y cuyo piano de madera adquiri¨® el valor providencial de un salvavidas.
Ha sufrido Rhodes hasta el extremo de intentar suicidarse varias veces
La m¨²sica rescat¨® a Rhodes. De otro modo no se hubiera tatuado el nombre de Rachmaninov ¡ªpocos compositores ocupan m¨¢s espacio¡ª ni hubiera comenzado su memorial con un homenaje a Glenn Gould. Y al valor terap¨¦utico de Las variaciones Goldberg, de Bach.
Afortunadamente, el neoescritor brit¨¢nico ¡ª40 a?os ha¡ª elude recrearse en el malditismo de Gould y en el victimismo propio. Y discrepa de Dostoievski en las Memorias del subsuelo, especialmente cuando el autor ruso relaciona la creatividad con el sufrimiento a medida de un est¨ªmulo.
Ha sufrido Rhodes hasta el extremo de intentar suicidarse varias veces y hasta el punto de permanecer recluido como un androide en un hospital psiqui¨¢trico, pero reniega de la mortificaci¨®n como camino de iluminaci¨®n est¨¦tica. La creatividad no llega por el dolor. Llega pese al dolor.
Es la conclusi¨®n impl¨ªcita del libro, un hito superventas en Reino Unido que recala en Espa?a desprovisto de la escandalera londinense, incluso ayuno de la notoriedad medi¨¢tica de su protagonista, de tal manera que se expondr¨¢ a un juicio cr¨ªtico m¨¢s literario que extraliterario.
Empezando por la agresividad de sus formas, por la crudeza que se concede a s¨ª mismo, por la propensi¨®n al sarcasmo y por la estructura ¡°tutelar¡± que ha conferido a su libro. Inicia cada cap¨ªtulo con un retrato arbitrario de los compositores que m¨¢s le permiten identificarse musical y biogr¨¢ficamente: los abusos que sufri¨® Bach, el alcoholismo en casa de los Beethoven, la misantrop¨ªa disfuncional de Chopin ¡ªRhodes utiliza un t¨¦rmino menos elaborado¡¡ª o el complejo social de Ravel.
Es comprensible que el fen¨®meno Rhodes suscite precauciones. Y que la armadura comercial, aunque provenga del infierno, produzca un distanciamiento
La m¨²sica est¨¢ en el libro. Simb¨®lica y materialmente hablando, pues la esmerad¨ªsima edici¨®n espa?ola de Instrumental aloja un disco pirata simulado donde Rhodes recrea los extremos de su terapia. Incluyendo los pasajes que interpretaba delante de un grupo de esquizofr¨¦nicos en grado extremo a los que Bach parec¨ªa redimirlos de su oscuridad: ¡°La m¨²sica puede llevar la luz a sitios donde nada m¨¢s llega¡±.
Es comprensible que el fen¨®meno Rhodes suscite precauciones. Y que la armadura comercial, aunque provenga del infierno, produzca un distanciamiento. Pero la literatura corpulenta y descarada del autor se defiende por s¨ª misma. ?Y el pianista? Ha decidido uno resolver la duda lejos de cualquier espacio de sugesti¨®n, confiando el disco, sin informaciones a?adidas, a un amigo que es, probablemente, el mejor pianista espa?ol de nuestro tiempo. Su veredicto se antoja inequ¨ªvoco: ¡°Este t¨ªo sabe tocar ¡ªas¨ª escribir¨ªa Rhodes¡ª y tiene mucha personalidad. Me interesa¡±.
Ajeno al traj¨ªn de los tribunales londinenses, James Rhodes ha dedicado el libro a su hijo. No para obligarlo a leerlo, sino para hacerle comprender, en el momento oportuno, que este manual de supervivencia tiene sentido si el da?o que le hicieron trasciende la dimensi¨®n de la verg¨¹enza y de la autoinculpaci¨®n con que pretendieron neutralizarlo.
Instrumental. James Rhodes. Traducci¨®n de Ismael Attrache. Blackie Books. Barcelona, 2015. 288 p¨¢ginas. 19,90 euros.
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