La sonrisa del capit¨¢n Motos
¡®El hormiguero¡¯ cumple su d¨¦cima temporada consolidado como programa familiar
El buen rollo fundacional de El hormiguero recuerda a la felicidad programada de un viaje en trasatl¨¢ntico, empezando por la sonrisa del capit¨¢n, Pablo Motos, en la bienvenida a los pasajeros sobre la pasarela. Le gusta agradar, confiesa el patr¨®n del fen¨®meno televisivo. Agradar a los invitados y a los telespectadores, cuya fidelidad en diez a?os de singladura ¡ªun lustro, en Cuatro¡ª otorga al programa fetiche de Antena 3 el m¨¦rito de haber resuelto la disputa nocturna del mando a distancia. Prevalece en los hogares el consenso generacional respecto a un espacio que promete y propone una traves¨ªa divertida, inducida desde la dentadura blanca, confortante e impecable del propio Motos.
Su lema, ¡°darle la vuelta a la tortilla¡±, no proviene de la sofisticaci¨®n filos¨®fica, sino de la pretensi¨®n buenista de entretener a toda la familia con un show televisivo que compagina los iconos propios ¡ªTrancas y Barrancas, El Hombre de Negro, Pilar Rubio, Marron¡ª con el requisito de los invitados estelares sin miedo a transgredir las convenciones de los g¨¦neros period¨ªsticos. La entrevista a Tom Cruise, por ejemplo, representaba un mero pretexto para observarlo luego estupefacto en los experimentos cient¨ªficos, del mismo modo que la flexibilidad de Will Smith en la gymkana que le organizaron a medida demostr¨® la habilidad con que El hormiguero cultiva y custodia la eficacia de los formatos virales.
Es la manera de proyectar el programa por encima de su horario de emisi¨®n, hacerlo presente en las redes sociales y en los microespacios de YouTube, de tal manera que el delirio verbal de El Cigala o la decapitaci¨®n simulada de Dani Mart¨ªn adquieren m¨¢s repercusi¨®n despu¨¦s del programa que durante el programa mismo, incluso terminan instal¨¢ndose en la memoria audiovisual de los espectadores contempor¨¢neos.
Semejante valor multiplicatorio no contradice la solidez de El hormiguero en los requisitos de audiencia convencional, un share del 13,5% y un promedio de 2,6 millones de espectadores que fueron bastantes m¨¢s ¡ª4,1¡ª cuando Bert¨ªn Osborne acudi¨® esta semana al programa o cuando? Isabel Preysler ocup¨® el asiento habitual de Pablo Motos (3,9 millones de espectadores) aduciendo la reivindicaci¨®n de su lado bueno.
Cedi¨® el autor como acostumbra a condescender con sus invitados. No se trata de apretarlos con las preguntas ¡ªla entrevista a Soraya S¨¢enz de Santamar¨ªa fue un ejercicio de prudencia¡ª sino de exponerlos a las condiciones propias del show, demostr¨¢ndose ¡ªdemostr¨¢ndoles¡ª que el protagonista es siempre el programa mismo. Y su conductor, cuya piel de amianto, ign¨ªfuga a la voracidad de las c¨¢maras en la sobreexposici¨®n de una d¨¦cada, es la superficie de un ¡°telepredicador¡± que ha logrado descubrir y mantener un camino de identificaci¨®n sociol¨®gica con los compatriotas, igual que le ocurre al capit¨¢n Stubing ¡ªpasen y vean¡ª con su bienvenida a los pasajeros de Vacaciones en el mar.
Tiene m¨¦rito porque El hormiguero comprende un espectro generacional que se extiende desde la infancia hasta los jubilados. Lo consumen con implicaci¨®n militante los adolescentes. Y lo ¡°autorizan¡± los padres porque el programa nunca incurre en desmesuras embarazosas.
De otro modo, no perseguir¨ªa el prop¨®sito de ¡°agradar¡±. Agradar y arriesgar, pues Pablo Motos ¡°opera¡± en directo y re¨²ne en el grader¨ªo un p¨²blico incondicional, cuyo fervor predispone a la comuni¨®n cat¨®dica que luego comparten los hogares.
¡°La clave es una mezcla de talento y de trabajo¡±, explica Raquel Martos desde su posici¨®n de guionista. ¡°La creatividad y las ideas se producen en un contexto de exigencia profesional que Pablo Motos se impone a s¨ª mismo y que explica no solo la personalidad de una marca, sino su vigencia durante diez a?os".
La pasarela de los pol¨ªticos
Puede que no exista invitado menos "hormiguista" que Alfonso Guerra, pero el hist¨®rico l¨ªder socialista se avino a participar en el programa consciente de la repercusi¨®n de un espacio ¡ªvend¨ªa sus memorias¡ª que se ha convertido en obsesivo en la agenda de las personalidades pol¨ªticas.
Hemos visto bailar a Esperanza Aguirre y a Soraya S¨¢enz de Santamar¨ªa, como hemos contemplado hace unos d¨ªas a Pablo Iglesias cantando por Javier Krahe y asumiendo un hito de audiencia en horario no convencional ¡ªse emiti¨® el espacio despu¨¦s del Real Madrid-PSG¡ª ilustrativo de los tiempos de la pol¨ªtica-espect¨¢culo. El hormiguero es un caladero de votos por la heterogeneidad de su audiencia. Y porque sus espectadores m¨¢s entusiastas forman parte de un nuevo cuerpo electoral al que conviene custodiar y divertir con todos los medios al alcance. Jugando al baloncesto, como Pedro S¨¢nchez. O, lanzando pelotas a una diana, como Albert Rivera.
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