Cuento (polit¨®xico) de Navidad

Subg¨¦nero no demasiado practicado, la comedia navide?a transgresora alcanz¨® su cima con ¡°Bad Santa¡± (2003) de Terry Zwigoff, pel¨ªcula que sac¨® los colores a sus productores, los hermanos Weinstein, que, por aquel entonces, manten¨ªan relaciones contractuales con Disney y se apresuraron a rodar nuevas escenas, sin consentimiento del director, para aligerar el tono de la propuesta.

Una comedia navide?a transgresora tiene que responder ante su naturaleza contradictoria y, en ese sentido, ¡°Bad Santa¡± era mod¨¦lica: por un lado, bailar libremente con la obscenidad y la transgresi¨®n de tab¨²es ¨Cen el montaje del director se contabiliz¨® la palabra fuck en 170 ocasiones-; por otro, ser m¨¢s o menos responsable con el esp¨ªritu estacional llegando, por caminos torcidos, a un ejemplarizante relato de redenci¨®n.

Por debajo de cada comedia navide?a transgresora, discurre el eco del insoslayable ¡°Cuento de Navidad¡± de Charles Dickens. ¡°Los tres reyes malos¡±, que vendr¨ªa a ser la carta (navide?a) de la baraja que le faltaba a un Seth Rogen con ansias de recorrer todas las variables de la comedia, tambi¨¦n cita expl¨ªcitamente a Dickens a trav¨¦s de un poderoso personaje secundario, encarnado por Michael Shannon, que ejerce de camello de golosinas polit¨®xicas de Navidades presentes, pasadas y futuras. Los flecos conservadores de su desenlace no deber¨ªan ser considerados su punto d¨¦bil, pues ah¨ª la pel¨ªcula no hace m¨¢s que ser fiel a la paradoja medular del subg¨¦nero. En todo caso, si media una gran distancia entre los logros de ¡°Bad Santa¡± y las insuficiencias de ¡°Los tres reyes malos¡± es porque en esta ¨²ltima hay bastante m¨¢s c¨¢lculo y menos transgresi¨®n. Tambi¨¦n cierta desidia, que ha llevado a sus responsables a dar por bueno lo que, en realidad, a¨²n estaba medio cocinado.

Dirigida por Jonathan Levine y con la participaci¨®n en el gui¨®n del habitual c¨®mplice de Rogen Evan Goldberg, ¡°Los tres reyes malos¡± narra la ¨²ltima celebraci¨®n dionis¨ªaca de Nochebuena por parte de un grupo de amigos, antes de que uno de ellos aparque su sostenida inmadurez por el imperativo de la responsabilidad paternal.

La pel¨ªcula arranca con un ingenioso pr¨®logo en clave de rima navide?a que invita a pensar en lo fascinante y radical que hubiera sido atreverse a desarrollar toda la pel¨ªcula en verso. Una vez introducido el tema, el relato se limita a proponer una variante estacional y polit¨®xica de la ya un tanto gastada ret¨®rica de colegueo juerguista popularizada por anteriores pel¨ªculas con Rogen en cabeza de cartel. El c¨®mico alcanza su mejor momento al extraer una visceral comicidad de los enfrentados efectos de su ingesta t¨®xica y flirtea con la irreverencia leve en una escena de iglesia ¨Ccon v¨®mito incluido- y una posterior referencia a la responsabilidad jud¨ªa en la crucifixi¨®n de Cristo, pero todo lo dem¨¢s ¨Ccameos de James Franco (inevitable) y Miley Cyrus incluidos- discurre de manera demasiado mec¨¢nica. Lo que queda es el borrador de lo que podr¨ªa haber sido una comedia notable: una mayor auto-exigencia, tanto por parte de Levine como de Goldberg y Rogen, habr¨ªa permitido dar el paso de la inocua gamberrada a la saludable transgresi¨®n. O, por lo menos, a una apariencia de transgresi¨®n mucho m¨¢s convincente y menos infantil.