La Guerra Fr¨ªa sin histeria
Que el ya anciano Spielberg no renuncie a su amada vocaci¨®n. El cine todav¨ªa le necesita
Es tan profesional el rey Midas que a sus sesenta y tantos a?os, disponiendo de una fortuna incalculable, el justificado prestigio de ser uno de los nombres capitales de la industria del cine desde que logr¨® en su obra maestra Tibur¨®n que ning¨²n espectador sensato volviera a ba?arse en el mar despu¨¦s de oscurecer, y de una libertad creativa que le permite desde que era muy joven hacer las car¨ªsimas y rentables pel¨ªculas que le da la gana, aun se siente en la responsabilidad de recorrer el mundo promocionando a sus ¨²ltimas criaturas. Y, evidentemente, actividad tan fatigosa no figura en su contrato, ya que ¨¦l dirige y se produce (y se nota esa doble faceta, muchas veces para mal, el artista puede deslumbrar frecuentemente pero el financiero casi nunca se olvida de realizar finales al gusto de la taquilla masiva, edulcorando y lanzando mensajes positivos, recurriendo a lo f¨¢cil cuando antes ha hecho lo dif¨ªcil), pero esa continua preocupaci¨®n por la publicidad logra que su cine se convierta en un acontecimiento antes de que se estrene.
EL PUENTE DE LOS ESP?AS
Direcci¨®n: Steven Spielberg.
Int¨¦rpretes: Tom Hanks, Mark Rylance, Alan Alda.
G¨¦nero: drama hist¨®rico. EE UU, 2015. Duraci¨®n: 141 minutos.
Consecuentemente, todo el mundo ha o¨ªdo hablar ya de El puente de los esp¨ªas. Lo que no saben es que se van a encontrar con una muy rara pel¨ªcula de espionaje. El guion viene firmado por los hermanos Ethan y Joel Coen, pero es muy dif¨ªcil que alguien lo adivinara si no ha visto los t¨ªtulos de cr¨¦dito. Tampoco posee las caracter¨ªsticas del g¨¦nero: negrura, acci¨®n continua, turbiedad moral, sangre, venganza, villanos complejos. Ni adopta la invariable postura moral del viejo cine estadounidense en la ¨¦poca de la Guerra Fr¨ªa describiendo a los esp¨ªas norteamericanos como ¨¢ngeles y a los rusos como sat¨¢nicos. Algo de lo que tambi¨¦n prescinden las mejores pel¨ªculas de espionaje de la ¨²ltima d¨¦cada, las espl¨¦ndidas, complejas, descre¨ªdas y tr¨¢gicas El buen pastor, El topo y Munich, de Spielberg.
En El puente de los esp¨ªas esa profesi¨®n la ejerce gente que cree servir a aquello en lo que cree, que hace lo que tiene que hacer. Todos con pavor ante una futura guerra nuclear, intentando poseer m¨¢s informaci¨®n que el rival, pactando, intercambiando prisioneros, ateni¨¦ndose a las reglas de un juego tan turbio y letal.
Y en medio de movida tan peligrosa, aparece un hombre muy normal, nada ¨¦pico, con apariencia de persona de orden, pero con una desarmante firmeza moral, con una determinaci¨®n y un sentido de la justicia admirables. Es un abogado correoso, ciudadano mod¨¦lico, buen padre y esposo, al que el departamento de Estado le exige la defensa judicial, para guardar las formas, de un esp¨ªa ruso cuya sentencia est¨¢ firmada antes del juicio. Spielberg cuenta muy bien la historia de este hombre bueno y la empat¨ªa que se establece entre ¨¦l y su defendido, exponi¨¦ndose a la ira p¨²blica contra un norteamericano que defiende a un comunista. Y le seguir¨¢n requiriendo como mediador en los intercambios de esp¨ªas en ese g¨¦lido Berl¨ªn en el que acaban de levantar el infame Muro. Y la sensatez puede ser mucho m¨¢s eficaz que los prejuicios.
El arranque y el final de esta pel¨ªcula son un ejercicio de gran cine, de saber contar, de crear clima, por parte de un director que domina cualquier g¨¦nero. ?Y qui¨¦n podr¨ªa otorgar veracidad y humanidad absolutas a ese se?or tan normal? Pues Tom Hanks. Y en el viejo cine, hubiera sido James Stewart. Tal vez el metraje de El puente de los esp¨ªas est¨¦ ligeramente alargado, pero es una buena pel¨ªcula. Y que el ya anciano Spielberg no renuncie a su amada vocaci¨®n. El cine todav¨ªa le necesita.
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