Carlos do Carmo: ¡°Vivimos un tiempo muy c¨ªnico¡±
El documental ¡®Um homem no mundo¡¯ sigue los pasos de esta figura del fado

Comenz¨® a cantar el mismo a?o que los Beatles. Estaba estudiando hosteler¨ªa en Suiza cuando la muerte de su padre le oblig¨® a volver a Portugal para ocuparse del negocio familiar: la casa de fados de su madre, Luc¨ªlia do Carmo, una de las grandes voces femeninas de la canci¨®n de Lisboa. "Desde que empec¨¦ siempre he tenido la sensaci¨®n de que el p¨²blico me quer¨ªa. Pero que me iban a aguantar despu¨¦s de cincuenta a?os...", cuenta sonriendo.
En Um homem no mundo (Un hombre en el mundo), el documental de Ivan Dias ¡ªuno de los productores de Fados, la pel¨ªcula de Carlos Saura¡ª, se le oye decir que Frank Sinatra fue el mayor cantante de fados que jam¨¢s haya escuchado. "?Por qu¨¦? Porque escuchas sus grabaciones de una misma canci¨®n y nunca era igual. Eso se llama en el fado estilar. Y Sinatra lo hac¨ªa".
Carlos do Carmo (Lisboa, 1939) obr¨® el milagro de hacer que el fado gustase a personas que torc¨ªan la nariz. Durante m¨¢s de medio siglo, se ha dedicado a tender puentes: entre tradici¨®n y cambio, entre generaciones de fadistas, entre Portugal y Espa?a. Las fadistas m¨¢s j¨®venes ¡ª"es tiempo de mujeres, son ciclos en el fado, aunque tambi¨¦n hay hombres, pocos, pero buenos"¡ª lo tienen como referencia. Es la voz de la que escribi¨® Saramago que, plena de sensible humanidad, canta la palabra y nos dice la m¨²sica. Voz que no se rindi¨® ni cuando el fado volvi¨® a las catacumbas tras la Revoluci¨®n de abril.
Grab¨® su primer fado con guitarra el¨¦ctrica, bajo, bater¨ªa y coro femenino, haciendo volar por los aires los c¨¢nones e irritando a los puristas. Y, sin embargo, al p¨²blico le gust¨®. "Con 12 a?os, yo ya escuchaba a Sinatra. Siempre estuve enamorado de la m¨²sica brasile?a. Y me gustaban much¨ªsimo los grandes cantantes franceses. As¨ª que, ?por qu¨¦ no? Escuchen c¨®mo canto. Estoy cantando fado". Ahora bulle en su cabeza la idea de un disco muy loco: "Hay m¨²sicos muy j¨®venes que tocan mucho. Est¨¢n ah¨ª, en mi tierra, son portugueses como yo, tienen 20 a?os, 22... No puedo perder a esa gente. Ya s¨¦ que est¨¢n con la cl¨¢sica, el jazz... pero una persona con sensibilidad, portuguesa, si escucha el fado como debe escucharlo, lo va a tocar de inmediato".
No hay entrevista en que no le pidan que explique qu¨¦ es el fado. Una vez afirm¨® que "un pu?etazo al coraz¨®n". "Lo siento as¨ª. Tiene que ver con la profundidad del alma. Algo misterioso que logra dejar un mensaje de amor, alguna esperanza. Esa idea que se tiene fuera de Portugal de que es sufrimiento y dolor, me resulta absolutamente insoportable", se indigna. "Una ni?a de 20 a?os, cantando fado con los ojos cerrados y cara de estar sufriendo, no me gusta nada. Hay algo que no est¨¢ bien".
El escritor Cardoso Pires dec¨ªa que, con Carlos do Carmo y la palabra de poetas como Ary dos Santos, la Lisboa de la mitolog¨ªa s¨®rdida y la acuarela f¨¢cil estaba cada vez m¨¢s distante; que ¨¦l escuchaba a Carlos y escuchaba a Lisboa abierta en mil colores: "Todo el mundo sabe que estoy enamorad¨ªsimo de mi ciudad. Tiene una luz que no conozco en ninguna otra. Tenemos lo viejo con lo nuevo, una gran confusi¨®n, y el Tajo, que es sublime. Y, por si no bastara con todo esto, una canci¨®n".
Hace 15 a?os que un aneurisma alter¨® profundamente su vida. "Canto una vez al mes, que es lo que me permite el hombre que cuida de mi salud. Paso un mes sin cantar y me voy al escenario ?con unas ganas! Hace algunos a?os, no muchos, yo daba 150 conciertos al a?o. D¨ªa s¨ª, d¨ªa no. Ahora es uno al mes, y es una fiesta para m¨ª".
"El mundo cambi¨® mucho", dice. "Mister money est¨¢ destruyendo la cabeza de la gente. Necesitamos dinero para vivir, es un hecho, pero si no hay un sentimiento de amistad, de familia, espiritual, incluso un sentimiento pol¨ªtico divergente, la vida tiene mucho menos sentido. Vivimos un tiempo muy c¨ªnico. Y recibimos a diario una informaci¨®n que no corresponde a la realidad de la vida".
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