Soraya y lo peor
En el debate de Antena 3, Soraya dio siempre la sensaci¨®n de estar ah¨ª haciendo lo que pod¨ªa, no lo que deb¨ªa, porque no deb¨ªa estar all¨ª
Rajoy corr¨ªa esta noche el riesgo de que al final no se supiera bien qui¨¦n es el n¨²mero dos de qui¨¦n. Porque, admit¨¢moslo, en un debate de n¨²meros doses Soraya parecer¨ªa fuera de sitio, como degradada, pero quiz¨¢ Rajoy se sentir¨ªa m¨¢s a gusto y no se ir¨ªa a Do?ana a verlo por la tele. Hay cosas que las tiene que explicar un presidente y no puede enviar a un propio. Soraya dio siempre la sensaci¨®n de estar ah¨ª haciendo lo que pod¨ªa, no lo que deb¨ªa, porque no deb¨ªa estar all¨ª.
La ausencia de Rajoy pronto qued¨® reducida a chiste, que es la mejor manera de hablar de ello sin darle protagonismo. "Quiero saludar a Rajoy que nos estar¨¢ viendo", dijo Iglesias el primero. "Rajoy no est¨¢ hoy, pero como si lo estuviera", coment¨® Rivera mirando a Soraya. Eso se lo ten¨ªan todos bien aprendido. Una puyita de vez en cuando, todos re¨ªan, media Espa?a re¨ªa, y Soraya no pod¨ªa m¨¢s que poner cara de palo. Fue vestida con una especie de abrigo de se?ora bien, clasicota, parec¨ªa casi como de mal gusto sacar el tema, y ese no era de los peores.
La ausencia de Rajoy llen¨® el estudio de Antena 3, hasta hacerse casi una presencia con barbas flotando sobre los presentes, en el momento de abordar la corrupci¨®n. "?Alusiones al PP!", dec¨ªan los dos presentadores mientras Pablo Iglesias les cantaba las cuarenta de forma dura e incontestable. De hecho, Soraya ni contest¨®, solo acert¨® a recordarle a Monedero que, en fin, no es B¨¢rcenas. Todav¨ªa hay clases. "?Alusiones al PP!", conced¨ªan los periodistas mientras le zurraban Rivera y luego S¨¢nchez. Soraya estaba de piedra, no hac¨ªa ni una mueca. Rivera le dio la puntilla: "Ha venido a defender lo que Rajoy no se atrev¨ªa a defender, tiene valor y se lo reconozco". Soraya, ni p¨ªo. Algo ten¨ªa que haber dicho. Cabrearse, negarlo, defender al jefe, que estar¨ªa movi¨¦ndose en su sill¨®n de Do?ana, en la silenciosa noche rota por las grullas, gritando a la tele: "?Soraya, pero di algo, defi¨¦ndeme!". Y ni siquiera pod¨ªa ponerle un mensaje, porque en el debate prohibieron los m¨®viles. Qui¨¦n sabe si se arrepinti¨® de no haber ido. Eran muchas alusiones como para no darse cuenta, incluso para Rajoy.
Soraya S¨¢enz de Santamar¨ªa lo explic¨® de forma naif diciendo que el PP es un equipo y que lo mismo vale uno que otro. Habl¨® de "m¨²ltiples" compromisos de Rajoy. Como si fuera a colar a estas alturas. A menos de dos semanas de las elecciones. La vicepresidenta ven¨ªa con un cursillo acelerado de gestualidad. Arriba, abajo, igual, distinto, datos sencillos. Una de las pocas frases buenas, a Rivera: "Usted se atribuye a s¨ª mismo la elegancia". Pero se ech¨® de menos la mujer bregada en ruedas de prensa de consejos de ministros que torea las preguntas de los periodistas. Eso precisamente fue sorprendente, y es una mala noticia. Las preguntas de los dos periodistas, Ana Pastor y Vicente Vall¨¦s, incisivas para todos los invitados, fueron de lo mejor, y eso viene a demostrar que lo que falta, sobre todo con el presidente del Gobierno, son entrevistas de verdad, y no preguntas chorras en la cocina con los mejillones. "Se han dado explicaciones, muchas explicaciones", repet¨ªa la vicepresidenta cuando le hablaban de corrupci¨®n. Era el discurso m¨¢s aprendido, y se not¨® que era el m¨¢s temido, con raz¨®n. El argumento fue eso que dicen algunos padres cuando sacuden al ni?o: "Pero si me duele a m¨ª m¨¢s que a ti".
Ese fue el momento culminante de un debate denso, a veces demasiado por la profusi¨®n de datos, interesante y revelador. No estamos acostumbrados a ver a cuatro candidatos ¨Cperd¨®n, tres y una suplente- y ellos tampoco a debates as¨ª. Hubo una trama principal previsible -echar a Rajoy- y otras subtramas m¨¢s jugosas, esos meandros secundarios de las pel¨ªculas de John Ford que al final decid¨ªan e influ¨ªan en la historia central. Cada uno de los dos nuevos, Iglesias y Rivera, ten¨ªa al lado al guardi¨¢n de su comedero de votos, a izquierda y derecha. Y lo cierto es que Rivera estuvo mejor que S¨¢enz de Santamar¨ªa e Iglesias mejor que S¨¢nchez. Los emergentes se mostraban como si los dos partidos tradicionales ya estuvieran muertos, un poco sobrados y casi daba pena cuando les daban ca?a. Es tan f¨¢cil. Aunque no tanto ganarles en las urnas.
Entre los conflictos latentes por resolver el m¨¢s virulento fue el de PSOE y Podemos por el espacio de izquierda. Iglesias, con un tono paternalista, acus¨® a S¨¢nchez de no ser coherente, de que le gustar¨ªa un PSOE distinto, sonaba a despedida. "Lo has intentado", le dijo, como si el verdadero PSOE fueran ellos. "Tengo la impresi¨®n de que en tu partido mandas poco", remat¨® con mala leche. Aqu¨ª es donde S¨¢nchez le empez¨® a tratar de usted y le llam¨® Se?or Iglesias.
Rivera siempre hablaba con tono condescendiente de avanzar, de dejar atr¨¢s las discusiones y las cr¨ªticas, y al PP y el PSOE con ellos. El tono m¨¢s o menos quer¨ªa decir esto: "No me cont¨¦is milongas, gracias por concursar y hacedme sitio que voy". Cuando no se met¨ªan con ¨¦l, ante el temor a desaparecer del minutaje, ped¨ªa igual la palabra para volver a hablar de bipartidismo, que es el marco en el que encaja perfectamente.
S¨¢nchez, aunque esta vez se puso corbata, volvi¨® a ser el m¨¢s revoltoso con los contrarios, quiz¨¢ un s¨ªntoma de nerviosismo. Cada vez que hablaba Soraya se le o¨ªa de fondo: "Madre m¨ªa". Normal, es el que tiene m¨¢s enemigos y m¨¢s frentes abiertos. Le cuesta focalizar y por eso cada vez que pod¨ªa intentaba sustraerse a la mel¨¦ y mirar a los presentadores para explicar las propuestas de su partido. Aunque su mensaje clave es d¨¦bil: que solo con el PSOE puede haber un cambio real. El otro es que Rivera es como el PP. "Estas dos derechas", les se?alaba con el dedo.
Hasta que se calent¨® el debate con la corrupci¨®n, se habl¨® mucho de datos y estad¨ªsticas. Fue la apoteosis de los gestos de asombro, de perplejidad y las sonrisitas compasivas, porque todos se conten¨ªan para no interrumpirse y discutir, lo que es de agradecer y una absoluta novedad en la televisi¨®n espa?ola. Ser¨ªa mejor no acostumbrarse. Cuando uno hablaba los otros se mov¨ªan en su recuadro como entrenadores de f¨²tbol ante ocasiones perdidas. Esto de los datos y las tesis estudiadas puede parecer muy civilizado y, por fin, de pa¨ªs serio, pero es verdad que era m¨¢s aburrido que una buena bronca sobre valores y principios, al viejo estilo, y era un poco lioso. Demasiada econom¨ªa, aunque quiz¨¢ es pecado decirlo. Dur¨® los primeros 45 minutos.
En esto Iglesias fue el m¨¢s claro y did¨¢ctico, y se fue creciendo a lo largo de las dos horas de programa. Tambi¨¦n pareci¨® el m¨¢s relajado. Dar la raz¨®n a los dem¨¢s, como hizo alguna vez, no es normal en un debate espa?ol. No digamos si es de pol¨ªticos. Tambi¨¦n supo presentarse bien como el m¨¢s cercano a la gente, y no solo por las pintas. Ya se sab¨ªa que es el que mejor canaliza el malestar de la calle, pero hab¨ªa que ponerlo bien en escena. Apret¨® bien a PSOE y PP con las puertas giratorias y la financiaci¨®n de los partidos. Dijo lo que cobraba hace cuatro a?os, 930 euros de profesor interino, y que el problema de la educaci¨®n es que las leyes las hacen gente que no va a colegios p¨²blicos, sino a privados. Nadie dijo ni mu. Tocados.
El ¨²nico mensaje tangible de Soraya S¨¢enz de Santamar¨ªa fue que le dan miedo los tripartitos. Ya Rajoy dijo el otro d¨ªa que un pacto de PSOE, Ciudadanos y Podemos era lo peor. Lo peor, en realidad, fue que ¨¦l no estuviera all¨ª para enfrentarse a eso que es tan malo, o demostrarlo si fuera el caso.
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