Cuando la vida dirige la pel¨ªcula
¡®O futebol¡¯, de Sergio Oksman, cuenta la relaci¨®n entre el cineasta y su padre, que deciden pasar juntos el Mundial de f¨²tbol de Brasil
Sergio Oksman (S?o Paulo, 1970) llevaba 20 a?os sin ver a su padre. Tras el divorcio de sus progenitores, el cineasta y su madre se mudaron a Espa?a. A un lado del Atl¨¢ntico se qued¨® Sim?o, con su empresa de reparaciones. Al otro del oc¨¦ano, Sergio empez¨® una carrera como cineasta amante de la amalgama realidad / ficci¨®n: cualquiera que haya visto Notes on the other y Una historia para los Modlins (Goya al mejor corto documental) sabe que el espectador nunca tiene claro qu¨¦ es verdad y qu¨¦ invenci¨®n en sus trabajos.
En 2013 Oksman decidi¨® buscar a su progenitor. Hubo reencuentro feliz, y ambos aumentaron sus contactos. Sergio propuso a su padre pasar juntos en S?o Paulo el Mundial de f¨²tbol, la pasi¨®n del padre, de Brasil, y grabar aquellos momentos junto a su habitual compa?ero de travesuras cinematogr¨¢ficas, Carlos Muguiro. El resultado es O futebol, que ha participado en los festivales de Locarno, Sevilla o Bolonia (entre otros), y que el pasado fin de semana inaugur¨® el certamen M¨¢rgenes, antes de su estreno comercial hoy.
En O futebol, nada fue como previeron Oksman y Muguiro. ¡°Ahora la veo como una lucha entre el control y el azar: el cineasta trataba de controlar, el azar gan¨® la partida¡±. Al igual que en los grandes documentales, la vida arrasa con los planes de los directores. ¡°Es una pel¨ªcula muy construida¡±, cuenta Oksman, ¡°y tuvimos que tomar decisiones formales que propiciaran la realidad. Formalmente est¨¢ planteada como una ficci¨®n, un melodrama incluso¡±. A ambos les resulta complicado hablar del gran giro argumental que a mitad de narraci¨®n trastoca el filme. ¡°Porque lo hemos hecho en montaje, sabiendo lo que ha ocurrido¡±, asegura Muguiro. ¡°De ah¨ª nace cierta frialdad¡±. S¨ª mantuvieron reglas ¡°muy f¨¦rreas, como si fuera f¨²tbol¡±: no hay t¨®picos brasile?os, ni van a ver partidos a un estadio. Planos sim¨¦tricos, como un campo de f¨²tbol. ¡°No sab¨ªamos muy bien qu¨¦ pel¨ªcula est¨¢bamos haciendo¡±. Las charlas paternofiliales en el coche, coraz¨®n de la pel¨ªcula, se ven desde el asiento trasero del veh¨ªculo. ¡°El espectador, la c¨¢mara, la muerte, al fin y al cabo, van detr¨¢s. Cre¨ªamos en un punto de vista cercano a El s¨¦ptimo sello, sin alharacas¡±. Encuadres precisos, grises, vida y muerte en cada plano, conversaciones en las que Sergio descubre que poco a poco se est¨¢ convirtiendo en su padre ¡ªdivorcio incluido¡ª. ¡°Rehuimos la nostalgia. Al acabar nos asustamos¡±, recuerda Muguiro. ¡°Porque repasamos todo el material y emergieron esos planos g¨¦lidos con una c¨¢mara indiferente, sin curiosidad con lo que ocurre a derecha o izquierda¡±. Oksman apostilla: ¡°Definimos geogr¨¢ficamente el espacio rodando desde dentro del coche, en el garaje y su trabajo. El coche es realmente su casa y ah¨ª estamos atrapados. La ciudad que est¨¢ alrededor del coche la ve alguien [¨¦l mismo] que vuelve a su localidad natal despu¨¦s de 20 a?os. Hay un tiempo suspendido, una atm¨®sfera de eclipse¡±.
Muguiro y Oksman explican que con el material descartado se podr¨ªa hacer hecho otro documental, laudatorio, nost¨¢lgico. ¡°Algo que no nos interesaba¡±. Vac¨ªan de palabras las tomas... y a la vez descubren el valor de las palabras porque el padre es aficionado a los crucigramas, guarda decenas de revistas de pasatiempos donde podr¨ªa estar la clave de su existencia: ¡°Miles de Rosebud, una explicaci¨®n formidable aunque fantasiosa que no se da en la vida real¡±, seg¨²n Muguiro. ¡°Lo queda de mi padre son letras sueltas¡±, confiesa Oksman, jud¨ªo, como el mito del golem, el ser inanimado que cobra vida cuando se le introducen palabras escritas con la orden.
O futebol provoc¨® en Sevilla grandes discusiones de fondo. ¡°Hubo p¨²blico que no la entendi¨®, que no comprendi¨® mis reacciones. Yo me he visto tanto en pantalla que me disocio como espectador, personaje y director. Pero s¨ª veo que la vida se repite conmigo¡±.
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