Una historia de la desaz¨®n europea
El fil¨®sofo Josep Casals retrata en su monumental ensayo ¡®Constelaci¨®n de pasaje¡¯ la evoluci¨®n de la crisis del continente de 1870 a 1980, con Par¨ªs como escenario principal
Todo un editor como Jorge Herralde poni¨¦ndose en pie por vez primera y sac¨¢ndose metaf¨®ricamente el sombrero, y el propio autor, el fil¨®sofo y doctor en Historia del Arte Josep Casals, admitiendo una fatiga tal que, tras nueve a?os de intenso trabajo, ya ha cruzado el umbral del insomnio. Son, qu¨¦ menos, las consecuencias de editar y escribir un ensayo de la magnitud de Constelaci¨®n de pasaje (Anagrama), impresionante recorrido por autores, personajes, artes, ambientes y conceptos para explicar ¡°un siglo de crisis¡± en Europa, seg¨²n Casals, o una ¡°crisis mortal¡±, en palabras de Walter Benjamin, quien ya la previ¨® en la m¨²sica de Offenbach. El estudioso la fija entre 1870 y 1980 y la ha compendiado en casi 1.100 p¨¢ginas, entrelazadas por una constelaci¨®n de 739 nombres.
Avisado por Musil o Wittgenstein de que se estaba entonces ¡°doblando una esquina¡±, Casals (Barcelona, 1955) arranca el periodo con originalidad y valent¨ªa en el episodio de la Comuna de Par¨ªs, en 1870. ¡°Es una revoluci¨®n en estado suspendido, una promesa incumplida, que ir¨¢ reapareciendo en la Guerra Civil espa?ola o en el Mayo del 68. Ah¨ª se ve una revoluci¨®n obrera desgajada de una burgues¨ªa y con un movimiento de mujeres feministas, armas en mano¡±.
Tambi¨¦n le parece ver ¡°un cambio cultural de una burgues¨ªa que se convertir¨¢ en conservadora y que tendr¨¢ ya una actitud ante lo nuevo, ya sean ideas o arte, de prevenci¨®n: por eso saldr¨¢ entonces tanto artista maldito¡±. No menos importante se le antoja la consecuencia del ascenso de Alemania como potencia imperial mientras, ya en lo personal, ratifica su tesis de que ¡°hab¨ªa un malestar a fines de la segunda mitad del XIX, antes de lo que siempre se ha mantenido¡±.
Le parece incluso que el famoso Segundo Imperio ¡°ya era una proyecci¨®n del mundo presente, con ese Par¨ªs como casino y timba, un Napole¨®n III como comediante y precursor de la pol¨ªtica-espect¨¢culo, una especulaci¨®n fruto del capitalismo financiero, el culto a la juventud¡¡±. Y ah¨ª empieza a enlazarse todo, como en las cartulinas con esquemas de relaciones que acababan en mara?a pura y que le mostr¨® diversas veces Casals a su editor: ¡°Las transformaciones solo se pueden comparar con las del Neol¨ªtico. Son cient¨ªficas, t¨¦cnicas o industriales; el mundo se ha hecho peque?o por la velocidad; la electricidad ya no deja discernir entre d¨ªa y noche; la medicina halla las substancias barbit¨²ricas que pueden modificar el comportamiento, con lo que la actitud espiritual tambi¨¦n puede ser fruto de ellas¡±.
Es cuando aparece el pasaje como sin¨®nimo de tr¨¢nsito, pero tambi¨¦n esas galer¨ªas comerciales y sus escaparates, museos de cera y la f¨ªsica recreativa, cuando Klee se plantea recomenzar ¡°como un reci¨¦n nacido¡± y Musil viene a decir que todos los j¨®venes simpatizan con el mal en un estado suspensivo. Surgen figuras como el ¨¢ngel o el hermafrodita, o el maniqu¨ª, el incesto, la epilepsia¡ Y Casals, en un caos ordenado, cita a Freud, Dostoievski y la crisis del idealismo y del cristianismo, con la muerte de Dios, de la idea de un fundamento de una verdad inalterable; y al asalto llegan el devenir, la caducidad y los cambios en el lenguaje, ¡°la diferencia entre logos y cosmos¡±. Y lo que es peor: la ciencia demuestra todo eso.
Con esa orfandad humana respecto a un fundamento que ampare (¡°sea Dios, rey o patria¡±, escribe), arranca Casals la segunda parte de su estudio, donde se tienden puentes entre m¨²ltiples escenarios europeos (Berl¨ªn, Budapest¡) y aparecen nombres como Foucault, Genet, Duras o, claro, Benjamin, ¡°nudo y centro de relaciones y s¨ªmbolo de nomadismo del libro¡±. Entrenado en este tipo de telara?as, como ya mostr¨® en sus Afinidades vienesas (2003, premio Anagrama de ensayo), el papel que ah¨ª jugaba la m¨²sica lo hace ahora el cine. Por ello afloran Fassbinder y Godard o Visconti. Las relaciones de lo que es verdad y no, de lo que es realidad y ficci¨®n se ¡°complican¡±. Lo fraccionario, lo despersonalizado manda; el valor es la mercanc¨ªa y lo intercambiable; lo hab¨ªa dicho ya antes Rimbaud: ¡°Ya no es esta la aut¨¦ntica vida¡±.
Detiene su estudio Casals en los a?os ochenta, que es hasta donde cree que llega ¡°una cultura cr¨ªtica, cuestionadora y de donde hoy esta Europa de Estados burocr¨¢ticos, sumisa a las directrices financieras y donde las universidades han abandonado los criterios de calidad y excelencia¡±, puede sacar su fuerza ¡°y de donde puede salir algo que perturbe el modelo vigente¡±.
Ocho autores para un siglo
Con esfuerzo, Josep Casals personifica en ocho nombres su Constelaci¨®n de pasaje,los personajes clave de esa crisis de muerte:
Jacques Offenbach. "Es un m¨²sico menospreciado, pero de un humor corrosivo, que hace bajar a los dioses de los pedestales. Construir¨¢ melod¨ªas de extraordinaria delicadeza; dual, har¨¢ una m¨²sica antiidealista. En ella puede aparecer la figura del aut¨®mata, pero tambi¨¦n puede mostrarte el para¨ªso".
Friedrich Nietzsche. "Es el que ve la gran crisis rompedora, el ocaso de los dioses en el que ¨¦l no pod¨ªa dejar de aparecer".
Jean Renoir. "Es un cine cr¨ªtico con el mundo masculino cl¨¢sico, la avidez, pero al un¨ªsono un canto a la vida, otra vida posible, un cine que introduce una distancia cr¨ªtica; eso, por ejemplo, no pas¨® con la m¨²sica de Wagner, que lo arrastraba todo, no dejaba distancia cr¨ªtica: por eso Nietzsche prefer¨ªa a Offenbach".
St¨¦phane Mallarm¨¦. "Es el valor de la sensaci¨®n. Dec¨ªa que sus colores eran el rojo de los labios y el blanco de la p¨¢gina. Y es eso: la capacidad de enfrentarse al vac¨ªo, el blanco como elemento de construcci¨®n, la sensibilidad y sonoridad de las palabras, un lenguaje con un componente se?orial m¨¢s un elemento abstracto".
Fiodor Dostoievski. "Es la inversi¨®n total de las jerarqu¨ªas, pero sabe unir lo m¨¢s alto con lo m¨¢s bajo: re¨²ne la locura, lo m¨¢s salvaje, lo degenerado, lo anormal o la barbarie, pero siempre vincul¨¢ndolo a aquello que puede ser la regeneraci¨®n. En definitiva, mezcla lo primitivo con lo m¨¢s moderno y anticipa el carnaval medi¨¢tico, como puede verse en Los demonios".
Marguerite Duras. "Es la comunidad inconfesable, la comunidad de los que no la tienen: en su casa eran asiduos Lacan, Bataille, Antelme¡ Su virtualidad relacional es encomiable. Luego est¨¢ su concepto de escritura, que enlaza con Mallarm¨¦ o Blanchot: est¨¢ a tocar de la locura, se expone, los suyos son personajes obsesivos, nombres flotantes¡ Tambi¨¦n indagar¨¢ en el deseo: en ella est¨¢ la met¨¢fora del bosque, el mar o el sexo femenino".
Walter Benjamin y Robert Musil. "Son dos inteligencias extraordinarias. Se ignoraron ex profeso, pero son necesariamente complementarios por su confrontaci¨®n de elementos. Por ejemplo, Benjamin har¨¢ una apolog¨ªa aparente del cine sovi¨¦tico, mientras Musil ser¨¢ mucho m¨¢s cr¨ªtico con el cine del momento; el primero cree que hay que politizar el arte; el segundo avisa que el tiempo del arte es uno y el de la pol¨ªtica, otro, que no hay que dejarse llevar por la urgencia hist¨®rica. Juntos son de una extraordinaria lucidez".
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