Cuando cuatro son 16
'La Crazy Class' es un aplauso al teatro desde el esqueleto, una oda a la v¨ªscera y al germen
Un hombre entra al escenario, vac¨ªo. Llama a alguien: "?Antonio?, ?Antonio?". Antonio no est¨¢. Se va, dejando una silla con una carpeta encima. Por uno de los accesos al patio de butacas llega un hombre m¨¢s. Y poco despu¨¦s vuelve a entrar el primero, siendo una persona distinta, ahora es una mujer. Son de repente otro, u otra, y durante el breve instante de la metamorfosis ¡ªapenas con un par de pasos, cogiendo un trapo o encasquet¨¢ndose una gorra¡ª parecen desaparecer, ser nadie. Despu¨¦s del primer cuarto de hora queda claro que son cuatro actores (Carles Castillo, Carles Montoliu, Santiago S¨¢nchez y Elena Lombao) pero 16 personajes. Y que La Crazy Class,?el ¨²ltimo proyecto de la veterana compa?¨ªa L¡¯Om Impreb¨ªs, es un aplauso al teatro desde el esqueleto, una oda a la v¨ªscera y al germen, y a todas sus formas. 110 minutos emocionales y sint¨¦ticos, reveladores de c¨®mo el teatro deja, a veces, de ser una ficci¨®n para fundirse con la vida, la de todos los d¨ªas.
'La Crazy Class'
Direcci¨®n: Santiago S¨¢nchez y Michel L¨®pez.
Idea original: Michel L¨®pez.
Int¨¦rpretes: Carles Castillo, Carles Montoliu, Santiago S¨¢nchez y Elena Lombao.
En los Teatros del Canal, Sala Verde, hasta el 3 de enero de 2016.
Alrededor de 360 horas de grabaci¨®n guardan el proceso de conversi¨®n de los Carles y Elena en varios personajes, aunque ellos a¨²n no las han visto ¡ªy piden que esto sirva como reivindicaci¨®n para con quien lo guarda¡ª. Ensayaron una media de seis horas durante 60 d¨ªas para ser personas diferentes, con respiraciones, movimientos, ritmos, miradas y voces distintas. Montoliu es un coronel, un ni?o, una bailarina... Castillo es un par de hermanas, un actor venido a menos, un padre y un hijo... Lombao pasa la fregona mientras habla de la fuerza de la Nora de Ibsen y es t¨¦cnica de luces. Y todos son verdad bajo la direcci¨®n, teatral y sobre el escenario, de Santiago S¨¢nchez, Antonio en la pieza, el profesor de la escuela municipal de teatro que da las clases a las que acabar¨¢n apunt¨¢ndose cada uno de ellos.
Empez¨® con unas sesiones en las que Montoliu y Castillo ten¨ªan que pensar en un par de personas que podr¨ªan apuntarse a una clase de teatro amateur. ¡°Y Santiago nos iba haciendo como entrevistas, al principio era un poco terapia¡¡± cuenta el primero. Y cada d¨ªa, cada una de esas vidas inventadas iba teniendo una parte m¨¢s del armaz¨®n, aunque no todo se muestra despu¨¦s. El desdoble no es nuevo para el grupo, pero este tiovivo continuo lleva, al menos, al asombro y la atenci¨®n absoluta sobre cada movimiento. ¡°Cincelamos, hacemos s¨ªntesis, inventamos pasado, relaciones¡ hay tanto en el subtexto como en el texto¡±, a?ade tras el ¨²ltimo sorbo a un cortado. Castillo completa: ¡°Todo est¨¢ muy pasado por el filtro. Creo que es un homenaje al teatro y tambi¨¦n a nosotros mismos¡±.
En el patio de butacas es inevitable alguna carcajada, alg¨²n suspiro, alg¨²n chasquido de lengua. Se escuchan en momentos distintos, desde lugares diferentes de la sala. ¡°En cada uno de los personajes hay un punto donde nos identificamos, realmente hay una especie de abanico de la sociedad¡±, reflexiona S¨¢nchez. Y la aparente ligereza solo es parte del juego: ¡°Parte de la fuerza del teatro es la capacidad de transformaci¨®n social. ?Cu¨¢ntas personas se pierden un cambio en su vida por una falta de acceso a la cultura?¡±. De eso tambi¨¦n habla esta obra salpicada de todo: pol¨ªtica, amor, corrupci¨®n, resentimiento, culpa¡ Emociones e historias que van molde¨¢ndose con cada clase hasta que, durante los ¨²ltimos cinco minutos, queda claro que los que entraron, ya no son los mismos.
Esa capacidad pedag¨®gica y educativa que no solo tiene el teatro, sino cualquier expresi¨®n art¨ªstica, ha sido cercenada durante los ¨²ltimos a?os por la crisis. "Durante a?os se ha ido deteriorando la imagen social de la cultura, minusvalorando, desconsiderando", explica Montoliu. Ahora, a tres d¨ªas de las Elecciones Generales, el actor cree que deber¨ªa haber un pacto nacional por la cultura. "Un pa¨ªs culto es un pa¨ªs mejor". La realidad actual es la que es, y Castillo lamenta no ver "nunca a un pol¨ªtico en el patio de butacas, a no ser que sea en grandes estrenos para la foto".
La utop¨ªa est¨¢ en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos m¨¢s all¨¢. ?Entonces para que sirve la utop¨ªa? Para eso, sirve para caminar.
Esa idea de Eduardo Galeano la recuerda S¨¢nchez. "Por suerte sigue habiendo gente que, pese a todo, siente esa responsabilidad por el teatro. Asociaciones, colectivos... y lo fundamental es el p¨²blico, y ellos siguen queriendo ir". Dice el director que lo suyo es de risa: "La cultura deber¨ªa ser una parte importante de los Presupuestos Generales del Estado, porque adem¨¢s contribuye al PIB de una forma importante".
Lo dice ¨¦l, que en 1987 fue, de alguna forma, el personaje que ahora encarna en la obra. Durante seis a?os dio clases en la escuela de teatro municipal de Aldaya (Valencia), all¨ª propuso hacer un trabajo con la serie de mon¨®logos que Dar¨ªo Fo escribi¨® sobre las mujeres. "Una de las alumnas, despu¨¦s de recoger su texto, me confes¨® que no sab¨ªa leer. Lo aprendi¨® de memoria, repet¨ªa y repet¨ªa, con una voluntad envidiable". Despu¨¦s de que la muestra se representara, el marido de aquella mujer se acerc¨® a S¨¢nchez: "Que sepas que has hecho de Luisa la mujer m¨¢s feliz del mundo, me dijo". Momentos como ese es lo que se pierde el mundo cuando no hay teatro.?
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