Gran ¡®Fargo¡¯
La segunda temporada ha mantenido el list¨®n alto de la primera y de la pel¨ªcula. Con personajes memorables como esos tipos corrientes atrapados en la espiral de violencia
Si le pareci¨® insoportable la bronca en el ¨²ltimo debate electoral, esta serie tan cruda no es para usted. Mucho menos es apta para los que jalean el pu?etazo, porque requiere inteligencia y sentido del humor. Fargo termina su segunda temporada en Canal + Series atando cabos tras la org¨ªa de violencia en los pen¨²ltimos cap¨ªtulos. En diez episodios (todos en Yomvi) se narra una guerra entre mafias en el fr¨ªo norte de EE UU durante un invierno de 1979. Desfilan personajes memorables, incluidos ciudadanos corrientes atrapados en la espiral criminal.
Es la marca de la casa: el tipo anodino que se mete en un l¨ªo de los gordos. Si en la primera temporada era un frustrado vendedor de seguros quien se une a un psic¨®pata asesino, en la segunda es la pareja formada por un carnicero bobalic¨®n y una esteticista adicta a la autoayuda la que se enreda en el conflicto entre bandas.
No hay apenas hilo entre la primera temporada y la segunda, ambientadas en ¨¦pocas distintas en el mismo paisaje desolado entre Minnesota y Dakota del Norte. Y ninguna sigue el guion de la pel¨ªcula de los Coen, aunque s¨ª el esp¨ªritu, la atm¨®sfera y la est¨¦tica. Elementos en com¨²n: tensi¨®n creciente, violencia expl¨ªcita, humor negro y di¨¢logos desconcertantes, una f¨®rmula similar a la que bord¨® Tarantino en Pulp Fiction.
Adem¨¢s de esos ingredientes tan adictivos, este Fargo toca todos los temas: el crimen organizado, claro, y la corrupci¨®n, el racismo, la liberaci¨®n femenina, la crisis energ¨¦tica, el c¨¢ncer, la mediocridad, la vida provinciana, el sue?o americano y hasta el reaganismo. Si la primera tanda dej¨® el list¨®n alto ¡ªa la altura del filme¡ª, la segunda lo mantiene ah¨ª. Eso s¨ª, lo de que todo se basa en hechos reales es una broma, como un innecesario fen¨®meno paranormal que se cuela en la trama.
A muchos tipos corrientes nos relaja ver desde el sof¨¢ c¨®mo otros se arruinan la vida. Es la pesadilla perfecta: meter la pata y que no haya vuelta atr¨¢s.
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