Vuelve Bowie (nunca se fue)
El creador de ¡®Ziggy Stardust¡¯ regresa con un nuevo disco, ¡®Blackstar¡¯, marcado por el jazz y la sofisticaci¨®n de sintetizadores
No tenemos en el teclado del computer la tecla de la estrella negra, pero cualquier seguidor irredento de David Bowie sabe que ese icono inquietante de cinco puntas viene a ser un trasunto de la mota negra en La isla del tesoro. Recuerden, John Silver El Largo enviando al hu¨¦sped de la miserable posada las se?ales corsarias que marcar¨¢n el fin. Ya se va haciendo tarde para casi todo. Tambi¨¦n para la resurrecci¨®n de los dioses. Es hora de preguntarse qui¨¦n marcar¨¢, de aqu¨ª a una d¨¦cada, los tiempos musicales de la influencia y la impronta¡ Bowie los marc¨®. ?Ahora est¨¢ entonando un adi¨®s? ?Es Blackstar el principio del fin?
?Es Bowie el John Silver de la en¨¦sima vuelta de tuerca en el gran circo musical? ?Es Blackstar ¡ªllam¨¦mos as¨ª al nuevo disco de Bowie porque no tenemos estrellas negras en el teclado, y esto ya ocurri¨®, recu¨¦rdese, con aquel simbolillo que hab¨ªa que leer como ¡°el artista antes conocido como Prince¡±¡ª el nuevo/recurrente regreso del Duque Blanco? ?Estamos recibiendo la mota negra que nos sugiere el principio del fin, puede que el testamento, del m¨²sico por el que casi todo empez¨®? ?Es este aire de nostalgia y tiempo ido un nuevo ardid del sempiterno genio de la mercadotecnia? Recordemos aquella mentira del embaucador, Hammersmith Odeon, Londres, 3 de julio de 1973, ¡°?Este es no solo el ¨²ltimo show de esta gira, sino el ¨²ltimo show que hago¡±.
Pero Bowie volvi¨®. Siempre vuelve.
La escucha de Blackstar (Sony) en la fr¨ªa sala de una fr¨ªa discogr¨¢fica en una ciudad fr¨ªa como este Madrid sin alicientes o con alicientes de dif¨ªcil localizaci¨®n en d¨ªas preelectorales ¡ªcu¨¢nto hast¨ªo¡ª retrotrae a las cosas pasadas. Imposible comprender un grand¨ªsimo disco como este, el empe?o art¨ªstico de alguien en el umbral de los 70, sin acudir a los antecedentes. Imposible encajar Blackstar en lo que es el actual panorama de las novedades discogr¨¢ficas sin volver ¨Cantes y tambi¨¦n despu¨¦s de la escucha ¨C a las c¨²spides del mundo Bowie, incluidos descartes y olvidos¡ ?alguien se acuerda, por ejemplo, de It¡¯s Hard to be a Saint in the City (una renuncia del genio en Station to Station)?
La alucinaci¨®n espacial que David Robert Jones (Brixton, Londtres, 1947) mam¨® de Stanley Kubrick -2001, una odisea del espacio, ahora que tan absortos andamos en secuelas gal¨¢cticas de dudoso alcance- (Space Oddity, 1969); la sicodelia almibaradamente desarmante de Hunky Dory (1971); el glam-rock de lentejuela incrustada en la calle oscura (The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars, simplemente el disco que aplast¨® una d¨¦cada), el devaneo ruidista-rom¨¢ntico en lo ¨¦tico y filonazi en lo est¨¦tico de Station to Station; la comparsa electr¨®nica y el enganche del caballo en la trilog¨ªa berlinesa de los ¨²ltimos 70 (Low, Heroes, Lodger, en compa?¨ªa de Brian Eno); la primera resurrecci¨®n cuando tantos lo daban por amortizado (Scary Monsters, 1980); la discoteca febril y megahit (Let's dance,1983); y todo lo que vino despu¨¦s, tan denostado en el peor de los casos o ignorado en el mejor de ellos por una cr¨ªtica especializada con especial aversi¨®n a la versi¨®n m¨¢s narcisista/bocazas del genio (Tonight, Never Let Me Down, Outside, Earthling, Hours, Heathen, Reality¡).
Pero estamos en Blackstar, moj¨®n n¨²mero 25 en su carrera (8 de enero ¨Ccoincidiendo con la 69? onom¨¢stica del m¨²sico- en las mejores tiendas de discos, si es que eso sigue existiendo). La culpa la tienen, b¨¢sicamente, el 55 Bar, un ilustre garito del West Village neoyorquino, el saxofonista Donny McCaslin y el baterista Mark Guiliana. En ese lugar, en esos m¨²sicos y en el magisterio de David Bowie germin¨® Blackstar, un disco que llega a los titulares de medio mundo y parte del otro dos a?os despu¨¦s de The Next Day. Mientras el com¨²n de los mortales ¨Cy eso incluye a los devotos de la causa-? entonaba nuevos r¨¦quiems en honor del Dios apagado, Bowie abandonaba la gentil existencia cotidiana junto a su mujer la exsupermodelo keniana Im¨¢n y la hija de ambos, Alexandria Zahra, y se met¨ªa en los Magic Shop Studios de Nueva York para fraguar la nueva muesca de su eterno retorno. Blackstar. Apenas siete cortes. Apenas 43 minutos de m¨²sica. Apenas un intento ¡°de evitar por todos los medios el rock and roll¡±, si hacemos caso al veredicto del eterno Tony Visconti, privilegiado gafapasta con cara de despistado y productor luminoso de este disco y de tantos otros de Bowie y de gente como Tyrannosaurus Rex, Iggy Pop, Boomtown Rats, Stranglers, Adam Ant o Morrissey.
Bowie se fue una noche al 55, escuch¨® a McCaslin y Guiliana, le dijo a Visconti que quiz¨¢ ten¨ªa un nuevo disco, desapareci¨® cinco meses y, a la vuelta, escribi¨® sendos emails al saxofonista y a su drummer para confirmarles que les quer¨ªa con ¨¦l en su nuevo disco. Ellos, primero, no se lo creyeron, despu¨¦s entraron en trance (¡°?Bowie me llama!¡±) y al final entraron en el estudio.
Pura anfetamina
Blackstar es pura anfetamina a nivel de percusi¨®n. La bater¨ªa de Mark Guiliana vertebra obsesivamente las canciones del disco, con especial intensidad en cortes como el que da t¨ªtulo al ¨¢lbum, o en 'Tis a Pity she was a Whore o I Can't Give Everything Away. El mantra repetitivo de algunos temas como Sue (Or in a Season of Crime) o Girl Loves Me cae directamente de la que es una de las influencias claves del disco ¡ªinfluencia reconocida por el propio Tony Visconti¡ª, que no es otra que la del rapero estadounidense Kendrick Lamar. Por lo dem¨¢s, fondos jazzys de saxo, sofisticaci¨®n de sintetizadores -Blackstar trae ecos del tiempo berlin¨¦s de Bowie, Low, Lodger y alrededores- y letras supuestamente confesionales, tirando a angustiosas (¡°ya no doy entrevistas porque para conocerme hay que leer mis letras, siento temores que no pueden verse¡±, ha dicho Bowie), las letras de un iluminado en el umbral de los 70 que sigue dando al mundo no se sabe si discos geniales pero s¨ª empe?os intensos.
Bowie ha vuelto. En forma de disco. No parece que vuelva subir a un escenario (¡°No creo que vuelva a actuar, ser¨ªa una sorpresa¡±, ha asegurado Tony Visconti).
En el peor de los casos, un respeto al genio que cre¨® Space Oddity, Rock'n' Roll Suicide, Young Americans y Ashes to Ashes. En el mejor de ellos, y como alguien dijo un d¨ªa¡ Dios salve al dios. Estrella negra.
Discograf¨ªa selecta de un mito
Space Oddity(1969)
The Man who sold the World (1970)
Hunky Dory (1971)
The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars (1972)
Aladdin Sane (1973)
Station to Statation (1976)
Young Americans (1975)
Low (1977)
Heroes (1977)
Scary Monsters (1980)
Let's Dance? (1983)
Never let me Down (1987)
Outside (1995)
Heathen (2002)
Reality (2003)
The Next Day (2013)
Babelia
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