Kiefer y el luto que no cesa
El Pompidou dedica una retrospectiva al pintor alem¨¢n, alentada por el trauma y el sentimiento de culpa por el Holocausto
Anselm Kiefer creci¨® sin juguetes. Lo que m¨¢s se le parec¨ªa eran los ladrillos que encontr¨® entre las ruinas que la guerra hab¨ªa dejado alrededor de su casa. Su fecha y lugar de nacimiento le predestinaban a pasar media vida indagando en el periodo que precedi¨® su llegada al mundo. El artista alem¨¢n naci¨® a dos meses del final de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, en el s¨®tano de un hospital sobre el que ca¨ªan las bombas, en una peque?a ciudad enclavada entre la Selva Negra y el lago Constanza.
Kiefer creci¨® entre los escombros de una Alemania derrotada, donde el nazismo segu¨ªa siendo un tab¨² may¨²sculo y el arte parec¨ªa una actividad f¨²til e infruct¨ªfera. Mientras otros creadores apostaban por la abstracci¨®n o el minimalismo para reflejar el desconcierto que viv¨ªan, Kiefer prefiri¨® una figuraci¨®n expresionista y turbulenta, plasmada en una obra te?ida de luto y melancol¨ªa. Una nueva retrospectiva en el Centro Pompidou, de Par¨ªs, indaga hasta el 18 de abril en los efectos que ese funesto y traum¨¢tico episodio terminar¨ªa provocando en la obra de este tit¨¢n del arte contempor¨¢neo, a trav¨¦s de una revisi¨®n cronol¨®gica de 150 de sus obras, todas ellas monumentales y perturbadoras. El recorrido revela los fantasmas de este hombre de aspecto tranquilo y risue?o, pero agitado por la bilis negra que hierve en la sangre de los rom¨¢nticos.
Antes de iniciarse en la pintura, Kiefer debut¨® con Besetzungen (Ocupaciones), una serie fotogr¨¢fica realizada a finales de los sesenta como proyecto final de carrera, en la que parodiaba el saludo hitleriano vistiendo el uniforme militar de su padre en distintos puntos de Francia, Suiza e Italia. Su novia de juventud sujetaba la c¨¢mara. ?l temblaba de los nervios. ¡°El ocultamiento hab¨ªa durado 25 a?os. Hab¨ªa llegado la hora de que terminara¡±, ha dicho Kiefer, quien oy¨® hablar por primera vez del nazismo gracias a un programa educativo estadounidense. Desde entonces, se centrar¨ªa en examinar los hechos acontecidos en su pa¨ªs entre 1933 y 1945, a trav¨¦s de paisajes siniestros y agrietados con los que ha intentado exorcizar sus fantasmas, fracasando una y otra vez.
Homenaje en la Biblioteca
La retrospectiva que el Pompidou dedica a Anselm Kiefer se completa con una segunda exposici¨®n en la Biblioteca Nacional de Francia, centrada en los libros que el alem¨¢n empez¨® a crear en 1968, cuando estudiaba Bellas Artes en Karlsruhe. La muestra revisa un centenar de esos vol¨²menes, aut¨¦nticas obras de arte realizadas con pintura, argila, ceniza, paja, arena, yeso, tela y plomo, expuestas con una escenograf¨ªa ideada por el propio Kiefer, que reproduce el almac¨¦n de libros de su taller en las afueras de Par¨ªs.
La mayor¨ªa de libros tienen las p¨¢ginas pegadas, est¨¢n calcinados o est¨¢n expuestos en vitrinas que los convierten en inaccesibles. Hojearlos resulta, en todos los casos, imposible. Una met¨¢fora de los autos de fe hitlerianos, de esa ley oral jud¨ªa que proh¨ªbe la transcripci¨®n escrita de ciertos vers¨ªculos del Talmud, o de la calidad inservible que el arte adquiri¨® despu¨¦s del Holocausto. ¡°No se puede escribir poes¨ªa despu¨¦s de Auschwitz¡±, sentenci¨® Theodor Adorno. La generaci¨®n de Kiefer desarroll¨® su obra esquivando esa prohibici¨®n, pero tambi¨¦n reflejando sus preceptos.
En la exposici¨®n parisina ocupan un lugar protagonista los lienzos de los a?os 70 y 80, poblados por hombres solitarios perdidos en el bosque o tumbados en el suelo, abatidos por el peso de la historia. Se distinguen arboledas en llamas, playas desiertas y ciudades calcinadas, que configuran un inventario de devastados panoramas de la posguerra europea. ¡°Las ruinas son un concepto fundamental en la obra de Kiefer. Lo son como motivo pict¨®rico, pero tambi¨¦n en su propia forma de pintar, marcada por una tensi¨®n constante entre la creaci¨®n y la destrucci¨®n¡±, afirma el comisario Jean-Michel Bouhours. ¡°Kiefer clava cuchillos y machetes en sus lienzos y luego les arroja distintos materiales, como arena, cenizas y plomo, como si estuviera librando un combate cuerpo a cuerpo contra el cuadro¡±. El propio artista confirma esta versi¨®n de los hechos. ¡°Cuando pinto, se libra una guerra en mi cabeza¡±, ha declarado.
En una de las salas sobresale Wege der Weltweisheit (Caminos de la sabidur¨ªa mundial), descomunal galer¨ªa que recoge los rostros de los grandes intelectuales, poetas y l¨ªderes pol¨ªticos de la historia alemana. En el centro aparece Arminio, el l¨ªder de la batalla que liber¨® a las tribus germanas del Imperio Romano. En el siglo XIX, en el camino que condujo hacia la unificaci¨®n alemana, Arminio fue convertido por los nacionalistas en h¨¦roe libertador de la patria, antes de ser utilizado tambi¨¦n por la propaganda hitleriana. Kiefer recorre la genealog¨ªa del mal fundiendo en un mismo lienzo a personajes como H?lderlin, Von Kleist o Heidegger, el gran fil¨®sofo que terminar¨ªa militando en el partido nacionalsocialista.
¡°Kiefer habla de c¨®mo el Heimat ¡ªese concepto intraducible que define a la patria para los alemanes, e incluye tambi¨¦n la lengua y la cultura¡ª qued¨® contaminado por el nacionalismo y el totalitarismo. Kiefer sabe que solo puede expresarse a trav¨¦s de su cultura y, a la vez, que se ha convertido en algo peligroso, por el uso que algunos hicieron de ella en el pasado y que otros podr¨ªan reproducir en el futuro¡±, analiza Bouhous.
Pero en esta obra recorrida por las sombras de la historia y el sentimiento de culpa heredado de sus ancestros no todo es angustia y desamparo. Tambi¨¦n se detecta una firme voluntad de reconectar con la vida y alcanzar la redenci¨®n, a trav¨¦s de los saberes espirituales y las ra¨ªces mitol¨®gicas del continente, adem¨¢s de la reivindicaci¨®n de la cultura jud¨ªa, del estudio de la C¨¢bala y la filosof¨ªa del Talmud, descubiertos durante un viaje a Israel en los ochenta.
La poes¨ªa rom¨¢ntica y simbolista no son ajenas a ese empe?o. En una de las ¨²ltimas salas figuran dos cuadros coloristas inspirados en los textos de Baudelaire y Rimbaud, cuyos ¡°campos luminosos¡± y ¡°r¨ªos cantarines¡± parecen responder m¨¢s a una percepci¨®n alterada y casi psicotr¨®pica de la realidad que a un optimismo repentino. ¡°Baudelaire le influye con los poemas de Las flores del mal, un t¨ªtulo que ya lo dice todo, mientras que Rimbaud inspir¨® su cuadro El durmiente del valle, cuyos acentos buc¨®licos no logran esconder que est¨¢ hablando de la muerte de un joven soldado¡±, analiza el comisario. ¡°En realidad, en la obra de Kiefer, el luto nunca termina del todo¡±.
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