Piaf en la intimidad
Se acaba el a?o en que celebramos el centenario del nacimiento del Gorri¨®n de Par¨ªs. Hemos visto de todo: una exposici¨®n en la Biblioteca Nacional de Francia que ced¨ªa a la tontuna de la moda interactiva (ofrec¨ªa una cabina de karaoke, como si cualquiera pudiera tener su laringe). La ¡°misa solemne¡± en una iglesia s¨ª ten¨ªa sentido, como reparaci¨®n: ?dith era una fiel creyente cuyas aventuras sentimentales fueron castigadas por unos mitrados vengativos que prohibieron que el suyo fuera un entierro cat¨®lico.
Su vida amorosa sigue siendo un fil¨®n: Bernard Lonjon ha sacado ?dith et ses hommes; France 3 estren¨® un documental sobre el asunto, ?dith Piaf amourese. Solo queda un tab¨²: su atracci¨®n por las drogas, conocida y (cabe suponer) tolerada por polic¨ªas y doctores.
No faltaron los homenajes, tan bien intencionados como in¨²tiles; quiz¨¢s podr¨ªamos hacer una excepci¨®n con La vie en rose, evanescente disco del acordeonista Richard Galliano y el guitarrista Sylvain Luc. Respecto a reediciones, sali¨® una monumental Integral que, ojo, no es tal: aunque ocupe 20 compactos y un vinilo de 25 cent¨ªmetros, se centra en las grabaciones para Path¨¦ Marconi, aunque debe reconocerse que, masterizada en alta resoluci¨®n, ofrece el mejor sonido del que han disfrutado esas canciones. M¨¢s discretamente, aparece ?dith Piaf: 1958-1962, un doble CD de la serie Live in Paris, que publica Fr¨¦meaux & Associ¨¦s y que en Espa?a distribuye Karonte. El primer CD contiene grabaciones in¨¦ditas hechas en el Olympia (y est¨¢n bien pero abundan los directos de ?dith). Los verdaderos hallazgos est¨¢n en el segundo disco.
Ver¨¢n: entre 1960 y 1962, la radio Europe 1 emiti¨® un programa titulado ?dith Piaf et ses amis que ¡ªmilagro, milagro¡ª se conservan. Se sol¨ªan grabar en la casa de ?dith; all¨ª cantaba y conversaba con sus amigos, mayormente compositores. La Piaf manifestaba un respeto reverencial por los autores y nunca recurri¨® a esos chantajes de algunas divas modernas, que exigen cobrar como coautoras de cualquier tema, tras cambiar dos o tres palabras.
Se han a?adido parlamentos sobre ?dith, protagonizados por Jean Cocteau o Pierre Brasseur, pero esencialmente tenemos a una Piaf vivaracha y segura. Cuenta que, antes de girar por Estados Unidos, donde era muy popular Les feuilles mortes, pidi¨® permiso al creador del ¨¦xito, Yves Montand, para cantarla en directo (cabe imaginar que la mayor¨ªa de los oyentes sabr¨ªa que fueron amantes y entender¨ªa la delicadeza del gesto).
?dith Piaf: Non Je Ne Regrette Rien (subtitulado).
Tambi¨¦n da instrucciones a otro novio, Georges Moustaki. Y dedica especial atenci¨®n a uno de sus mejores autores, Charles Dumont (que igualmente firm¨® un libro sobre su relaci¨®n). Dumont escribi¨® lo que ser¨ªa su himno definitivo, ¡°Non, je ne regrette rien¡±, que aqu¨ª suena en su primera versi¨®n cruda, ?dith m¨¢s piano. Meses m¨¢s tarde, lo cantaba incluso en alem¨¢n; para una artista que hab¨ªa sido acusado de colaboracionista (aunque fue apresuradamente exonerada), parece un acto de valent¨ªa. Dicen que encarnaba a la Francia eterna; m¨¢s bien, ?dith Piaf era la francesa insubordinada e individualista, que conced¨ªa primac¨ªa al amor sobre el patriotismo.
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