El cuento de nunca acabar
Los recursos para mantener la atenci¨®n del espectador enlazan las series con mecanismos de las narraciones del pasado
El protagonista de The Walking Dead descubre que el presunto refugio contra los zombis en realidad es una trampa, que encierra a todos sus compa?eros, y se acaba la temporada. La primera ministra en la serie danesa Borgen concluye unas dif¨ªciles conversaciones de paz cuando le avisan de que su hija est¨¢ en el hospital, y se acaba el episodio. El protagonista de la cuarta parte de Las vampiras, pel¨ªcula dividida en 10 partes (1915-1916), proclama ¡ªen un cartel, porque es cine mudo¡ª: ¡°?Hay un traidor entre nosotros!¡±, y se termina la entrega. En uno de los 80 cap¨ªtulos del serial radiof¨®nico Ama Rosa (1959), el m¨¦dico le dice a la madre que debe dar en adopci¨®n a su hijo reci¨¦n nacido, y suena la sinton¨ªa musical del final. Pero tambi¨¦n Don Quijote est¨¢ a punto de batirse en duelo con un vizca¨ªno, ambos tienen las espadas en alto, y se cierra el cap¨ªtulo.
El truco de detener una narraci¨®n en el punto culminante es muy antiguo y no lo inventaron ni los guionistas de las series televisivas del siglo XXI, ni los autores de seriales radiof¨®nicos del franquismo, ni siquiera los novelistas del Siglo de Oro. Se remonta al siglo IX, o antes. Los an¨®nimos compiladores de las Las mil y una noches hacen que Sherezade, condenada a muerte tras una noche con el rey, como todas sus esposas, obtenga un d¨ªa m¨¢s de vida interrumpiendo su relato. Ante eso el rey s¨®lo puede concluir: ¡°?Por Al¨¢! No la matar¨¦ hasta que haya o¨ªdo la continuaci¨®n de su historia¡±.
El deseo de saber qu¨¦ va a ocurrir tras un final de suspense puede ser muy poderoso. En la obra de Valle-Incl¨¢n Luces de bohemia, una chica llega a una librer¨ªa y pregunta: ¡°?Ha salido esta ma?ana entrega de El hijo de la difunta? ?Sabe usted si al fin se casa Alfredo?¡±. La ni?a aclara: ¡°Es do?a Loreta la del coronel quien lo pregunta¡±. Y el librero contesta: ¡°Ni?a, dile a esa se?ora que es un secreto lo que hacen los personajes de las novelas. Sobre todo en punto de muertes y casamientos¡ Estar¨ªa bueno que se divulgase el misterio. Pues no habr¨ªa novela¡±. En efecto: el deseo de saber qu¨¦ pasa es el resorte que mantiene la fidelidad de quienes siguen una narraci¨®n, sobre todo cuando ¨¦sta se interrumpe, como en los folletones o novelas por entregas. Es famoso el caso de c¨®mo los seguidores americanos de la novela de Dickens The Old Curiosity Shop preguntaban desde los muelles a los pasajeros del barco que tra¨ªa de Inglaterra las nuevas entregas: ¡°?Ha muerto la peque?a Nell?¡±.
Uno de los recursos que utilizan las ficciones es anunciar anticipadamente lo que va a ocurrir. Esto se usa incluso en las narraciones largas como el Quijote: ¡°Sali¨® a plaza la maldad con tanto artificio hasta all¨ª cubierta, y a Anselmo le cost¨® la vida su impertinente curiosidad¡±. Este anuncio, nada menos que de la muerte del protagonista, cierra uno de los cap¨ªtulos de la novelita ¡®El curioso impertinente¡¯, contenida dentro del Quijote. Pero este anticipo es tambi¨¦n frecuente en las series televisivas, cuando al t¨¦rmino de un episodio se nos alerta: ¡°Pr¨®ximamente¡¡±, y asistimos a unos flases del siguiente.
La operaci¨®n sim¨¦trica es resumir lo que ya ha sucedido, lo que se llama recap (de recapitulaci¨®n) en la jerga de las series de televisi¨®n. T¨ªpicamente, al comienzo de un episodio nos avisan ¡°Previously in¡¡±. Pero de nuevo este recurso lo usan muchas narraciones: ¡°Dejamos en la primera parte desta historia al valeroso vizca¨ªno y al famoso don Quijote con las espadas altas y desnudas¡±. Anticipos y recaps son las puntadas con que los narradores cosen la atenci¨®n de su p¨²blico entre episodios.
Los autores de novelas populares de siglos pasados, al igual que los productores de series de televisi¨®n actuales, ten¨ªan inter¨¦s en que la obra durara lo m¨¢s posible. Los escritores cobraban por p¨¢gina, lo que explica que El conde de Montecristo tuviera 139 entregas como follet¨®n en un diario. Cuando una narraci¨®n o una serie triunfan, no es extra?o que sus responsables quieran tomar las riendas del negocio: eso hizo Alejandro Dumas cuando fund¨® un diario para publicar sus propias obras¡ o Julianna Margulies, protagonista de The Good Wife, convertida en su productora desde la tercera temporada.
Aunque hay series televisivas que se conciben como cerradas (True Detective), lo m¨¢s normal es que la continuaci¨®n quede abierta, como pasa en la espa?ola El Ministerio del Tiempo. De esta manera, si hay ¨¦xito, siempre se puede prolongar. Pero lo mismo ocurr¨ªa en las novelas: cuando apareci¨® el Quijote en 1605, Cervantes no ten¨ªa posiblemente la idea de continuarlo, pero por si acaso acab¨® anunciando: ¡°Don Quijote la tercera vez que sali¨® de su casa fue a Zaragoza¡±. Quien llev¨® a Zaragoza al caballero no fue Cervantes, sino el avispado autor que se ocultaba bajo el nombre de Avellaneda en la continuaci¨®n ap¨®crifa. Escaldado por ese robo, Cervantes decidi¨®, al final de su segunda parte, matar a su protagonista. Y no s¨®lo eso, sino que levanta acta legal de lo ocurrido: ¡°Viendo lo cual el cura, pidi¨® al escribano le diese por testimonio c¨®mo don Quijote de La Mancha hab¨ªa pasado desta presente vida, para quitar la ocasi¨®n de que alg¨²n otro autor le resucitase falsamente y hiciese inacabables historias de sus haza?as¡±.
Pero el p¨²blico puede realmente pedir que las historias sean inacabables. Arthur Conan Doyle mat¨® a su famoso personaje Sherlock Holmes en The Final Problem: ¡°Debo conservar mi mente para mejores cosas¡±, le escribi¨® a su madre, ¡°Aunque eso signifique que tenga que enterrar mi billetero con ¨¦l¡±. Sin embargo los lectores no lo aceptaron, y el autor debi¨® publicar otra narraci¨®n, El perro de los Baskerville, cuya acci¨®n transcurr¨ªa antes de la muerte novelesca de Holmes, y despu¨¦s otra cuyo punto de partida era que en realidad el detective no hab¨ªa muerto¡
Las series televisivas matan tambi¨¦n a sus personajes, normalmente a final de temporada. La raz¨®n, de peso, es que a los personajes los encarnan actores, cuyos contratos habr¨¢ que renovar, y puede que entre medias su popularidad haya crecido, y su cach¨¦ tambi¨¦n. Posiblemente por eso, hacia el final de la tercera temporada de Juego de tronos tiene lugar una matanza que acaba con varios de los principales protagonistas de la serie. Pero tambi¨¦n hay a veces soluciones creativas: el actor Harrison Ford dudaba si continuar en La guerra de las galaxias tras su contrato para El Imperio contraataca. El productor, George Lucas (que por cierto se hab¨ªa inspirado para su saga en las series de la ¨¦poca del cine mudo), decidi¨® poner a su personaje, Han Solo, en animaci¨®n suspendida: de ese modo, si Ford se arrepent¨ªa, siempre podr¨ªa reaparecer en la siguiente entrega, que es lo que de hecho ocurri¨®.
En el futuro, cuando los actores negocien la cesi¨®n de su imagen virtual a las productoras, estas podr¨¢n hacer uso de sus interpretaciones ilimitadamente y s¨®lo morir¨¢n cuando sus creadores lo decidan, porque el favor del p¨²blico les haya abandonado¡
Jos¨¦ Antonio Mill¨¢n es ling¨¹ista.
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