En defensa de las librer¨ªas
Ahora que todo est¨¢ al inmediato alcance de un clic, urge restablecer un v¨ªnculo emocional con el comercio de los libros
Cada vez que se cierra un bar se pierden para siempre cien canciones¡±. As¨ª comenzaba el conocido v¨ªdeo de la campa?a ¡°Benditos bares¡±, que lanz¨® Coca-Cola Espa?a en 2014. La pieza apelaba a las emociones y estaba dise?ada para ser viral. Aquel a?o, por primera vez durante la crisis, se abrieron m¨¢s bares de los que se cerraron. ?Por qu¨¦ no ha existido una iniciativa parecida por parte de Planeta, RBA o Penguin Random House? ?Por qu¨¦ la industria del libro no ha apostado por una defensa de las librer¨ªas como templos emocionales de los lectores? Amazon.es sigue sin dar cifras de sus ventas. En ellas, supongo, est¨¢ una de las razones de por qu¨¦ no ha existido la campa?a ¡°Benditas librer¨ªas¡±.
Otras se pueden encontrar en Superventas, de Anita Elberse, que demuestra con datos estad¨ªsticos que en la era de Internet sigue siendo m¨¢s lucrativo para las grandes productoras de contenidos apostar por pocos productos mainstream que por muchos de nicho. En otras palabras, que sale m¨¢s a cuenta invertir un mill¨®n de euros en una ¨²nica novela de Carlos Ruiz Zaf¨®n que hacerlo en 500 novelas de otros tantos autores. La profesora de Harvard analiza casos tan distintos como el de Lady Gaga o el del Real Madrid, cuyo modelo gal¨¢ctico est¨¢ inspirado en el de Disney. Argumenta que, desde la perspectiva de un mercado global, los aficionados que acuden al Santiago Bernab¨¦u son fundamentales como figurantes, pues sin ellos los contenidos que el club produce perder¨ªan much¨ªsimo inter¨¦s y rentabilidad. Yo dir¨ªa que algo similar ocurre con la mayor¨ªa de los t¨ªtulos de las grandes editoriales: no ganar¨¢n con ellos dinero, pero les asegura una visibilidad continua en librer¨ªas, plataformas online y medios de comunicaci¨®n. Para Coca-Cola, cada botella o lata tiene el mismo valor. Para las grandes editoriales hay dos categor¨ªas de libros: los extras, que son legi¨®n, y un selecto grupo de actores y actrices protagonistas.
De los 46 productos que se anuncian en la p¨¢gina principal de Amazon, s¨®lo seis son libros. Eso s¨ª, son los primeros y m¨¢s visibles. Parad¨®jicamente, en una ¨¦poca en que supuestamente las librer¨ªas no inspiran consumo masivo, el supermercado virtual m¨¢s poderoso del mundo se apropia del prestigio libresco. No s¨®lo eso: abri¨® en noviembre una librer¨ªa f¨ªsica en Seattle y expone en ella 6.000 t¨ªtulos de su ranking (cualquier librer¨ªa mediana tiene 20.000 o 30.000 en exhibici¨®n). Ese gesto se convierte inmediatamente en una noticia global, que nos hace olvidar, por ejemplo, que Internet Bookshop Italia, que lleva casi veinte a?os en el mercado online, se convirti¨® en 2012 en una cadena de librer¨ªas, con sedes por todo el pa¨ªs, algunas tan espectaculares como la de la Via Nazionale de Roma. Se publicita incansablemente la expansi¨®n de Amazon mientras insisten en la extinci¨®n de las librer¨ªas.
En plena crisis del sector, los establecimientos de autor capaces de potenciar la experiencia libresca tienen mayores oportunidades de supervivencia
Pero los viejos libreros nunca mueren. Son incontables los que toman el relevo. Hay que reivindicar esa figura, que ha permanecido en la sombra, mientras que las del autor, el editor y el agente se volv¨ªan totalmente visibles, incluso estelares. En la memoria de los libreros se conserva un patrimonio que casi nunca se puede descubrir en las paredes de sus librer¨ªas o en sus p¨¢ginas web. Estamos acostumbrados a que los restaurantes reivindiquen con fotograf¨ªas el rastro de sus clientes m¨¢s ilustres, ?por qu¨¦ no lo hacen las librer¨ªas m¨¢s emblem¨¢ticas? Casa Am¨¨rica Catalunya cre¨® recientemente en Barcelona dos Rutas del Boom que incluyen en sus puntos de inter¨¦s tanto las sedes editoriales y los domicilios particulares de sus protagonistas como los restaurantes y las librer¨ªas que frecuentaban. No hay que despreciar ese patrimonio inmaterial que en alg¨²n momento fue materia. Ni la fuerza econ¨®mica del turismo cultural. Son muchos los lectores que, en la misma ciudad, quieren saber d¨®nde compraba sus libros Roberto Bola?o o lo siguen haciendo Cristina Peri Rossi, Enrique Vila-Matas o Jorge Herralde.
Las cadenas de librer¨ªas no van a poder competir con Amazon. En Estados Unidos se est¨¢ demostrando que s¨®lo las librer¨ªas independientes, ancladas en un barrio, pueden hacer frente a esa competencia. Como centros emocionales, como centros culturales, como centros de distribuci¨®n de libros a todos aquellos que siguen prefiriendo comprarlos en persona. Los libros infantiles, los de tapa dura de no ficci¨®n y los de arte son algunos de los que preferimos seguir adquiriendo f¨ªsicamente. El papel de regalo, la dedicatoria o el caf¨¦ forman parte del ritual y de la artesan¨ªa que continuamos asociando con la cultura libresca.
Sigue siendo m¨¢s lucrativo para las grandes firmas apostar por pocos productos comerciales que por muchos de nicho
Mientras esas peque?as librer¨ªas de autor sobrevivir¨¢n, en el polo opuesto se dar¨¢ en alg¨²n momento la confluencia entre el big data y las narrativas de inmersi¨®n. Nuestros perfiles de consumidores se nutren con toda la informaci¨®n que vamos regalando, al tiempo que se fusionan la industria del videojuego y de la realidad virtual. Alimentado por la informaci¨®n de todos los libros de nuestras vidas, engordado por nuestros comentarios y nuestros likes en la Red, la tecnolog¨ªa construir¨¢ el espejismo de nuestra librer¨ªa ideal, entre cuyos anaqueles se pasear¨¢ encantado nuestro avatar letraherido. Una librer¨ªa personalizada en la que todos y cada uno de sus t¨ªtulos, que podremos tocar y ojear gracias a la realidad virtual, tendr¨¢ una virtud que no ostenta ninguna librer¨ªa real: todos le interesar¨¢n. No es descabellado fabular que ese futuro ser¨¢ el de Amazon, pues al fin y al cabo es la compa?¨ªa mejor posicionada para ello. Pero Borges ya nos advirti¨® de que si tuvieras en tu cabeza la memoria de Shakespeare no tardar¨ªas en aborrecerla. En cuanto en tu librer¨ªa ideal tuvieras acceso a redes sociales, cada usuario, para interaccionar, deber¨ªa abandonar su espacio exclusivo y entrar en uno com¨²n. En una librer¨ªa configurada por terabytes en lugar de por libros de papel. Pero tambi¨¦n nos cansaremos de ella y necesitaremos alternar con espacios f¨ªsicos, horizontes estables, vol¨²menes, tres dimensiones: los que nos proporcionan nuestras benditas librer¨ªas.
Jorge Carri¨®n es autor de Librer¨ªas (finalista del Premio Anagrama de Ensayo 2013).
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