Remedios para (nuevos) desencantados
La parte final de la novela p¨®stuma de Chirbes me ha resultado un punto descompensada, como si le hubiera faltado edici¨®n
Hay resacas que vienen de lejos. Y no estoy hablando de pol¨ªtica (aunque la pasada semana dicho asunto protagonizara muchas discusiones-purga entre parientes en los tradicionales banquetes navide?os), sino de alcohol, del que estos d¨ªas tan entra?ables (casi) todos nos pasamos varios pueblos. La ginebra, por ejemplo, que, como casi todo lo que se acaba convirtiendo en vicio, comenz¨® como remedio curativo: la nebrina, el fruto del enebro que constituye su ingrediente principal, se usaba como pretendida panacea en Europa durante la peste negra. De aquel jarabe al jenever que, m¨¢s tarde, sorprendi¨® a los ingleses durante la guerra de los Treinta A?os ¡ªel ¡°coraje holand¨¦s¡±, lo llamaron, por que prestaba valent¨ªa en el combate¡ª, hab¨ªa un corto trecho que no tard¨® en recorrerse. Y luego lleg¨® la ¡°locura de la ginebra¡± del siglo XVIII, cuando lleg¨® a ser el espirituoso m¨¢s consumido arriba y abajo de la estratificada sociedad isle?a: William Hogarth, el gran pintor sat¨ªrico, reflej¨® negativamente su impacto entre las clases populares en su tremendo ¡°Callej¨®n de la ginebra¡±, de 1751. Hoy la consumimos sobre todo en combinados; el viejo gin and tonic anal¨¦ptico y refrescante de los administradores del Raj ha alcanzado la perfecci¨®n de todos sus ingredientes: la ginebra, las t¨®nicas, los sofisticados complementos para aromatizarlos (hibisco, pimienta, an¨ªs, cardamomo). Como tambi¨¦n lo han hecho los ginfizz a los que era tan aficionado Tenessee Williams, los martinis (mezclados, no agitados) de media tarde del agente Bond o los gimlets de Raymond Chandler. Mi gintonic inolvidable (un delicioso tanque helado de t¨®nica bien mezclado con ginebra Seagram¡¯s), sin embargo, se lo debo a Juan Bas, que tanto sabe de resacas y de quien recomiendo su desternillante nouvelle negra de chorizos bilba¨ªnos P¨¢jaros quemados, publicada por Alrev¨¦s. En todo caso, estos d¨ªas navide?os me he preparado varios c¨®cteles aginebrados ¡ªincluyendo alguno preparado con la siempre fiable Xoriguer de Mah¨®, cuya botella de cer¨¢mica es todo un cl¨¢sico¡ª, propiciados por el deseo de evadirme cuanto antes, e inspirados en la grata lectura de la Historia universal de la ginebra (Malpaso), de Lesley Jacobs Solmonson, un manual la mar de estimulante con el que me distraje, en plan decadente y desencantado, el mismo d¨ªa en que los cupaires que tienen en jaque al se?or Mas celebraban la largu¨ªsima asamblea-macguffin que acab¨® en tablas, y los barones del PSOE le le¨ªan la cartilla a su precario rey republicano. De modo que ya saben: ginebra para todos, que se acaba el mundo.
Ins¨®litas
Dos novelas espa?olas, tan diferentes en intenci¨®n y calidad como distantes en el tiempo, pero que, sin embargo, suponen sendas sorpresas en el panorama narrativo de sus respectivas ¨¦pocas. El barco embrujado (1929; Renacimiento), de Alberto Ins¨²a (1883-1963), constituy¨® un giro ins¨®lito en la producci¨®n de quien fue uno de los m¨¢s populares autores de novela galante de un grupo generacional en el que tambi¨¦n triunfaban, por ejemplo, Pedro Mata, Rafael L¨®pez de Haro, o Antonio de Hoyos y Vinent. Siguiendo lejanamente el esquema bajomedieval del ¡°barco de los locos¡±, conviven en un trasatl¨¢ntico ¡ªque terminara llegando a un pa¨ªs donde la ¡°verg¨¹enza no existe¡±¡ª los miembros de un heterog¨¦neo grupo humano ¡ªtrasunto de las clases acomodadas de finales de la monarqu¨ªa de Alfonso XIII¡ª que se ven confrontados a un extra?o taumaturgo capaz de acabar con sus certezas racionalistas (y psiqui¨¢tricas), y que ¡ªale hop!¡ª ante sus at¨®nitos sentidos convoca a una sirena. Se trata de una utop¨ªa menor, una especie de ¡°romance de ciencia ficci¨®n¡± en el que, sin embargo, son perceptibles cierta voluntad cr¨ªtica y grandes dotes para el retrato social. Muy diferente resulta Yo soy El Otro (Acantilado), de Berta V¨ªas Mahou, en la que, a prop¨®sito de la figura real de Jos¨¦ S¨¢ez, cuyo extraordinario parecido con El Cordob¨¦s le confiri¨® cierto renombre en los cosos taurinos de los sesenta bajo el alias de ¡°El Otro¡±, se organiza un sutil y respetuoso relato a dos voces ¡ªlleno de suave humor y de una iron¨ªa que nunca se convierte en sarcasmo¡ª acerca del ¨¦xito y del fracaso, del desdoblamiento y las apariencias, y de la persistencia de la picaresca en una Espa?a desarrollista que a¨²n no se hab¨ªa quitado el pelo de la dehesa. Todo en un lenguaje que es un prodigio de contenci¨®n ¡ªV¨ªas es una consumada estilista a la que no se le nota¡ª y que viene impregnado de la nostalgia de un l¨¦xico desaparecido. Una excelente novela ajena a las modas y que, sin duda, relanzar¨¢ la obra anterior ¡ªquiz¨¢s algo desatendida por su editorial¡ª de una escritora tan inteligente como due?a de su oficio.
Testamento
Ignoro cu¨¢l sea la (recent¨ªsima) historia editorial de Par¨ªs-Austerlitz (Anagrama), la breve novela p¨®stuma de Rafael Chirbes. Al parecer la entreg¨® a su editor muy poco tiempo antes de su desgraciado y repentino fallecimiento. Pero, despu¨¦s de conocer la versi¨®n publicada de un texto cuya prehistoria me ley¨® y le¨ª parcialmente hace m¨¢s de 20 a?os, dudo mucho que el escritor ¡ªcuya minuciosidad y rigor eran proverbiales¡ª lo diera por terminado del todo. Me explico: si su brillant¨ªsima primera parte supone el m¨¢s brutal y despiadado descensus ad inferos de toda su narrativa (y, quiz¨¢s, de la de su generaci¨®n) ¡ªun relato parcialmente autobiogr¨¢fico repleto de impotencia y desaliento en el que alternan las im¨¢genes descarnadas inspiradas por Gr¨¹newald, Soutine o Bacon y la clar¨ªsima influencia del Zola y el C¨¦line m¨¢s naturalistas¡ª, la parte final me ha resultado un punto descompensada, como si a la historia le hubiera faltado una ¨²ltima edici¨®n y la correcci¨®n de diversos rastros dejados por sucesivas escrituras a lo largo de dos d¨¦cadas. En todo caso, esta historia inmortal de amor y sexo entre un obrero cincuent¨®n y su joven amante artista (el narrador), situada en un Par¨ªs ¡°paralelo¡± y popular en el que las aguas del Sena tienen el mismo color que el past¨ªs en el que ambos protagonistas ahogan frustraci¨®n, desamor y tedio, y en el que ¡°la plaga¡± ¡ªel sida¡ª planea como un destino fatal; esta historia, que halla significativamente sus profundas ra¨ªces en Mimoun ¡ªel primer aliento narrativo de su autor (1988)¡ª, ha terminado convirti¨¦ndose para bien o para mal en el testamento de uno de los m¨¢s importantes novelistas espa?oles de este siglo.
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