Un ordenador como animal dom¨¦stico
Se mueve, se expresa, se irrita, obedece, reclama, acompa?a. No pocos de los atributos que posee el animal dom¨¦stico los comparte el ordenador. No los pose¨ªa la vieja m¨¢quina de escribir que ser¨ªa m¨¢s culta pero indiscutiblemente m¨¢s inerte.
Sin embargo, ahora, la misma impaciencia que los amos experimentan por ver a sus mascotas cuando regresan a casa la sienten momentos antes de abrir la pantalla. Efectivamente, a unas y a otros se les puede prestar m¨¢s o menos atenci¨®n pero, al cabo, los dos forman parte del mismo espacio dom¨¦stico donde las relaciones afectivas se enredan o entrecruzan.
De hecho, la interacci¨®n es capital para definir la naturaleza del ordenador porque si se comportara como la radio o el televisor de siempre no ser¨ªa tanto un animal dom¨¦stico. La radio o la televisi¨®n se ensimisman en sus emisiones, pero un ordenador, gracias a los correos electr¨®nicos y las redes sociales que lo animan, es todo menos un bulto.
Por todo esto (¡°y mucho m¨¢s¡±) el ordenador traspasa f¨¢cilmente la condici¨®n de objeto y se expone con algunos caracteres propios de un sujeto. En su proceder se re¨²nen, los amores, las ofensas, los halagos o las estupideces de otros usuarios y ser¨¢ ya imposible ignorar sus compulsiones. Tan vivo, imaginariamente, como un animal dom¨¦stico al que se le dan ¨®rdenes y tan sensible como para devolvernos sucesos sentimentales.
Todos los d¨ªas, a cada minuto, aumentan los hogares donde reside una mascota convencional (un caniche, una tortuga, un gato), pero ahora se incorpora el ordenador que, significativamente, cuando se aver¨ªa, su trastorno evoca el malestar que se padece ante un pariente enfermo. De hecho, una vez aposentado en casa, el ordenador podr¨¢ manifestarse mucho menos vivaz que un perro pero resulta incomparablemente m¨¢s correcto porque, a¨²n maltrecho, ni defeca ni vomita.
Se halla expuesto, desde luego, como todo ser vivo, a infecciones, intoxicaciones y virus pero no mancha, ni grita ni suspira. Al perro lo cuidamos para que se encuentre en la mejor forma posible y el ordenador reclama de vez en cuando que lo formateemos.
?Una exageraci¨®n animista? Ser¨ªa, acaso, animismo o idolatr¨ªa si a este aparato se le respetara como a una figura sagrada pero, lejos ello, tratamos al ordenador como a uno m¨¢s y, a diferencia de lo que se hac¨ªa con el televisor o la radio, la familia no lo venera con tapetes de ganchillo ni seleccionados admin¨ªculos.
En definitiva, el ordenador puede parecer un artefacto por fuera, pero dista de ser un aut¨®mata por dentro. No es de carne y hueso pero, ?qui¨¦n supone que amamos a los animales requiri¨¦ndoles que posean carne y hueso? Lo decisivo es su afecci¨®n, su compa?¨ªa, su lealtad. Porciones de vida exterior que enriquecen, sin querer, nuestra existencia para beneficio del entendimiento y la amenidad del coraz¨®n.?
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