Borges, ¨¦l y yo
?l es callado, introvertido y a menudo busca el silencio. Yo, soy as¨ª, me excita exhibirme en p¨²blico y ponerle en aprietos. A ¨¦l le encanta refugiarse en la tenue luz de una l¨¢mpara encendida, adora escribir sentado y dudar del secreto de las palabras. Yo, le persuado de sus falsas incertidumbres, mientras las leo tumbado. Yo me emborracho y ¨¦l sufre mis resacas. Soy extrovertido y a veces se lo hago saber. Mi iron¨ªa le desquicia y se ensimisma cada vez que cuento un chisto malo, soy un experto en gracias absurdas. Y ¨¦l, d¨ªa y noche, pretende darles una dimensi¨®n metaf¨ªsica. Me odia cada vez que se levanta a mear por m¨ª en una noche et¨ªlica. A ¨¦l le gustan Bola?o, Borges y Vila-Matas, y yo me pregunto ?c¨®mo los soporta? Prefiero mil y una veces a Los Simpson, The Big Bang Theory y Dos hombres y Medio. Mientras yo veo Los Simpson presiento que se enamora de Lisa, entonces me apiado de ¨¦l y le dejo leer alg¨²n poema de Borges. Borges y yo le enternece y a menudo lo recita en voz alta y yo hago como que le escucho. Tengo m¨¢s de mil amigos en Facebook, y ¨¦l s¨®lo me tiene a m¨ª. Muchas noches sue?a conmigo y entonces voy y cruzo en perspectiva su sue?o y me despierto haci¨¦ndome real. ?l detesta los insomnios, yo los aprovecho para fumar. ?l es el fumador pasivo que absorbe el ochenta y tres por ciento del humo de mi vida. ?l tuvo una ulcera duodenal y yo le lleve lectura al hospital y no desaprovech¨¦ la oportunidad para ligar con su enfermera de turno. Le encanta salir a la calle con una libreta en el bolsillo de la chaqueta y a m¨ª me estimula contrariarle ignor¨¢ndola. Siempre olvido el bol¨ªgrafo. En la cafeter¨ªa, ¨¦l toma la incitativa y pide un caf¨¦ largo mojado de una gota de leche y yo lo aguanto lo necesario hasta que pido un pachar¨¢n con un cubito hielo. A veces tose ¨¦l y otras tantas lo hago yo, y entre tos y tos la discusi¨®n suele estar m¨¢s que servida. Deja de fumar, me dice. D¨¦jalo t¨², le contesto. Su pertinaz sentido del deber enfurece a mis deseos. Mis placeres frenan sus solitarias obsesiones. ?l hace el amor y yo follo. A ratos, reconozco que le necesito cuando el sexo me aburre. Yo, alegremente, persigo las riendas de la noche y ¨¦l procura hacer deporte cada vez que se lo permito. De hecho, ahora mismo, ¨¦l s¨®lo quiere escribir y yo me empecino en hablar de m¨ª mismo. ?No s¨¦ cu¨¢l de los dos escribe esta p¨¢gina.?, se pregunta Borges en Borges y yo. Aqu¨ª est¨¢, otra vez, ¨¦l, citando como le encanta hacer, adornando de cultismo sus l¨ªneas. Y yo me muerdo la lengua porque no me queda m¨¢s remedio que leer este imitado texto en p¨²blico. ?Y si hay aplausos? ?qui¨¦n creen, ustedes, que se los va a llevar? ?l, ingenuo, dice que Borges. Yo digo que ¨¦l para que se lo crea, mientras enciendo un cigarro y me pongo una copa, que s¨¦ que les molesta, tanto a su querido Borges como a ¨¦l. ?Qu¨¦ pesados los dos! Entonces, ¨¦l, me oye, refunfu?a y deja de escribir.
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