Un libro divertido y sencillo
El ¨¦xito editorial del Quijote no tiene parang¨®n en la historia de las letras europeas
El ¨¦xito editorial del Quijote no tiene parang¨®n en la historia de las letras europeas. La colecci¨®n can¨®nica del teatro de Shakespeare, el First Folio de 1623, se reimprime nueve a?os despu¨¦s y no reaparece hasta 1663; en el ¨ªnterin, tampoco se publican sino tres obras sueltas, contempladas ya como antiguallas del ¡°old Shakespeare¡±. En todo el siglo XVII, el escritor ¡®nacional¡¯, el poeta italiano por excelencia, es todav¨ªa Petrarca, y la Commedia dantesca se asoma a las prensas s¨®lo tres veces.
El Quijote no ha conocido eclipses similares. En sus dos primeros decenios roz¨® la veintena de ediciones; entre 1625 y 1635 sufri¨® en Castilla el veto general de estampar novelas y comedias, pero sigui¨® viendo la luz en las traducciones, y desde entonces apenas ha pasado a?o sin ser impreso, una o muchas veces, en espa?ol o en otras lenguas y sin que su valoraci¨®n dejara de caminar in crescendo. Si Lope de Vega lo juzgaba indigno de merecer unos versos de elogio, con el tiempo se ha vuelto com¨²n, casi trivial, otorgarle la etiqueta que Cervantes asign¨® a otra novela espa?ola: ¡°el mejor libro del mundo¡±. As¨ª lo saludan ya en nuestro milenio encuestas de The New York Times y EL PA?S, el Club del Libro noruego o The Guardian, avalados por escritores y cr¨ªticos del m¨¢ximo prestigio
Cu¨¢l es la clave de tan buena estrella no creo que nadie pueda averiguarlo con certeza. El aprecio para una obra de ficci¨®n lo consigue el autor con procedimientos literarios, pero la regla general es que el lector no lo conceda por razones literarias, sino, digamos, humanas, del mismo g¨¦nero de las que lo mueven a estimar otras realidades no literarias. Quiz¨¢ va por ah¨ª la pista m¨¢s segura para explicar la fortuna universal del Quijote: la fascinaci¨®n que produce la figura del protagonista (con la silueta de Cervantes al trasluz), siempre radicalmente inveros¨ªmil y absolutamente natural. Seg¨²n la temprana descripci¨®n de Guill¨¦n de Castro, el h¨¦roe despierta inevitable e inseparablemente ¡°l¨¢stima y amistad¡±. El caballero andante loco, desaforado, grotesco, y el Alonso Quijano l¨²cido, sensato e irreprochable, suscitan id¨¦ntica simpat¨ªa, y el deleite que provoca la novela consiste notablemente en el ir y venir del uno al otro, entre las acciones nacidas de la locura y las palabras inspiradas por la lucidez. Otro tanto cabr¨ªa decir de Sancho, y tambi¨¦n glosarlo indefinidamente.
El Quijote no ha conocido eclipses en su divulgaci¨®n. La clave de su estrella no se sabe a ciencia cierta
El Quijote es muchas cosas, que cada ¨¦poca ha valorado en diversa medida. El lector moderno tal vez se impacienta con la novelita pastoral de Cardenio, pero no otro fue el episodio que Shakespeare se complaci¨® en escenificar en un drama ?perdido? No obstante, por encima de contener todas las posibilidades de la futura narrativa, es en primer t¨¦rmino una historia c¨®mica, un libro que siempre se ha juzgado enormemente divertido. No faltan la iron¨ªa y el gracejo apacible, pero no nos enga?emos: el suyo es principalmente un humor de sal gruesa, de slapstick, bromas pesadas, garrotazo y tente tieso. En tal elementalidad, como de dibujos animados, radica considerablemente la excepcional acogida que se le ha dado a lo largo de cuatro siglos. Vale la pena recordar, con el gran Leo Spitzer, que ¡°en Europa Don Quijote es ante todo un libro para ni?os¡±.
En l¨ªnea con esa comicidad primaria est¨¢ la evidencia de que la novela ¡°es tan clara, que no hay cosa que dificultar en ella¡±, nada que no se comprenda en seguida: ¡°los ni?os la manosean, los mozos la leen, los hombres la entienden y los viejos la celebran¡± (II, 3). El testimonio de Sans¨®n Carrasco parece convincente: si la obra de Cervantes ha sido ¡°tan trillada y tan le¨ªda y tan sabida de todo g¨¦nero de gentes¡±, tiene que ser muy transparente y muy sencilla. En la acci¨®n, ni raras ense?anzas ni mensajes trascendentes. Las moralejas y las disquisiciones te¨®ricas son uniformemente las de un sentido com¨²n que nadie en sus cabales puede rechazar y a nadie disgustar.
Et pourtant... Sin embargo, en ning¨²n otro libro se ha hallado, como apuntaba Ortega, ¡°tan grande poder de alusiones simb¨®licas al sentido de la vida¡±. Conviene aqu¨ª tener presente que el Quijote es un texto y es un mito, independiente del texto, no sujeto a ¨¦l, y que hoy resulta casi imposible abordarlo sin falsillas previas. Las m¨¢s pertinaces las fij¨® el romanticismo alem¨¢n: el tema de la obra, defin¨ªa Schelling, es ¡°la lucha de lo real con lo ideal¡±. ?Por qu¨¦ no? A m¨ª me gusta lucubrar que El Quijote ilustra en grado soberano un aspecto esencial de la condici¨®n humana: vivir cont¨¢ndonos a todo prop¨®sito historias sobre nosotros mismos que se enfrentan con las limitaciones y condicionamientos de las circunstancias. Ref¨²telo quien quiera. Porque, como fuere, la invitaci¨®n a ir m¨¢s all¨¢ de la letra, y aun a postergarla, forma parte de la grandeza y la vigencia del Quijote.
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