Al salir, en la acera, quedaban solos, tristes, los restos de las batallas que se libraron con menos templanza: aqu¨ª una botella de tequila, all¨¢ otra de brandy, luego una de Buchanan's Deluxe. Las botellas que se bebieron cuando hac¨ªa sol y entorno de la Plaza M¨¦xico el circo bull¨ªa porque estaba a punto de empezar el espect¨¢culo de los toros y los hombres.
Porque fundamentalmente de eso va. De toros y hombres. Aunque en un puesto de libros de la calle se ofrec¨ªa un t¨ªtulo sobre el papel de las mujeres: Las se?oritas toreras. Historia, er¨®tica y pol¨ªtica del toreo femenino. ?Ol¨¦? Junto a ese t¨ªtulo otros como el filos¨®fico Juego y verdad (Divagaciones taurinas) y el tan¨¢tico Imagen de la muerte y otros textos.
Hab¨ªa barullo en la calle a las tres de la tarde. Hora y media antes de Jos¨¦ Tom¨¢s. "Yo llevo treinta a?os viniendo y nunca me toc¨® ver tanto ambiente", dijo Vicente Amado mientras sobrevolaba su cabeza el ruido del helic¨®ptero de la polic¨ªa. Con ¨¦l, apoyado contra la pared, estaba un se?or de 85 a?os de nombre Armando Ruvalcaba y Acevedo que hab¨ªa visto en la Ciudad de M¨¦xico al ¨ªdolo de Jos¨¦ Tom¨¢s, Manuel Laureano Rodr¨ªguez Manolete, pero no en la Plaza M¨¦xico sino en la plaza de La Condesa, donde ahora hay un centro comercial fino: "Era un espect¨¢culo como torero. Era el mismo tipo de fen¨®meno que pasaba con este muchacho... c¨®mo se llamaba..., Juan Belmonte".
Este muchacho, Juan Belmonte (1892-1962), hoy tendr¨ªa 124 a?os de edad.
[Por cierto, lean Juan Belmonte, matador de toros, de Manuel Chaves Nogales. Da igual que les guste el toreo o que lo odien. S¨®lo tiene que gustarles leer].
Entonces, dec¨ªa Armando Ruvalcaba y Acevedo que Manolete era un fen¨®meno. Un d¨ªa antes de la corrida, un taxista me contaba una an¨¦cdota sobre una vez que toreaba Manolete en La Condesa y que la expectaci¨®n era tanta que no hab¨ªa entradas ni manera de conseguirlas. En eso que delante de la puerta principal lleg¨® un reluciente Cadillac, fren¨® lentamente y se detuvo. La puerta del conductor se abri¨®. Baj¨® un hombre muy bien vestido, mir¨® alrededor y dijo: "Ah¨ª est¨¢ este coche. Quien me d¨¦ un boleto para ver a Manolete, es suyo". Mitos y leyendas, hombres y toros. Taxis. Ol¨¦.
Para esta corrida de Jos¨¦ Tom¨¢s tambi¨¦n se mont¨® el cl¨¢sico rebumbio de la reventa y los miles de d¨®lares que algunos estaban dispuestos por ver al matador de Galapagar. Sin embargo no deb¨ªa de haber un inter¨¦s exacerbado por todas las clases de boletos, porque a poquito ya de que empezara la funci¨®n muchos reventas a¨²n andaban rebuscando a qui¨¦n venderle. Uno estaba particularmente molesto con lo mal que le estaba yendo el negocio. Me llev¨® a una esquina (para que no lo viesen los polis) y me ense?¨® las quince entradas que todav¨ªa no hab¨ªa podido despachar. "Ni regalados los quieren mi g¨¹ero, de ese tama?o es mi problema...".
Poco antes dos tipos discut¨ªan. Uno dijo: "Me sobran entradas". El otro le respondi¨®: "Pues si te sobran v¨¦ndelas". Y el primero: "?Pero a qui¨¦n?". El segundo: "??A quien sea, cabr¨®n!!". Es probable que ellos fueran quienes consumieron la Buchanan's Deluxe.
Otro asunto. Algunas cosas que uno puede comprarse en los alrededores de la Plaza M¨¦xico antes de una faena. Sombreros marca El Forajido y marca Belri West. Boinas botas capas monteras y m¨¢s sombreros. Pa?uelos conmemorativos a veinte pesos. Y atenci¨®n: una playera que pone por abajo en letras grandes Jos¨¦ Tom¨¢s y por arriba, en letras peque?as, "Che Guevara. Despasito, muy despasito". Una combinaci¨®n desconcertante. ?Acaso Guevara dijo alguna vez Despasito, muy despasito? Lo ¨²nico cierto es que a Jos¨¦ Tom¨¢s le interesa mucho la figura del guerrillero argentino. Se tiene constancia de que devor¨® la extens¨ªsima biograf¨ªa escrita por Jon Lee Anderson.
¨CNuestra especialidad son los choripanes? ¨Cle dijo luego un vendedor a un aficionado a los toros.
El aficionado se compr¨® un chorip¨¢n, se lo comi¨® con una cerveza y al terminar le dio el dinero al vendedor, que a su vez deriv¨® el capital a una abuela que estaba sentada en sandalias en una esquina del puesto callejero trayendo y llevando billetes y monedas de su mandil.
Despu¨¦s todo el barullo se meti¨® dentro. A la plaza. Dentro del Embudo de Insurgentes. Y empez¨® el espect¨¢culo del herededo de Manolete. Ya cuando terminaba todo, el subdirector de la banda de m¨²sica que ameniz¨® la tarde, Narciso Bautista, reconoc¨ªa que no hab¨ªa sido un recital taurino como se esperaba pero resaltaba que lo importante es que Jos¨¦ Tom¨¢s hab¨ªa llenado la plaza y avivado el ambiente "como hace muchos a?os que yo no ve¨ªa". A su lado estaba la aficionada Graciela Hern¨¢ndez, una jubilada que achacaba la irregularidad del toreo de esta tarde a la "poca calidad" de los toros. "Ya son de menos bravura. ?No has visto c¨®mo les chiflaba la gente? Se han degradado los toros. Y no s¨®lo los toros. Yo creo que todos nos hemos venido degradando". Una reflexi¨®n, para cerrar la tarde, que bien podr¨ªa entrar en la pr¨®xima edici¨®n de Juego y verdad (Divagaciones taurinas).
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