Estas notas son para caminar

Una muestra extraordinaria de un teatro que rara vez se hace, porque es de ma?ana m¨¢s que de hoy. Una comedia optimista, nada ternurista, donde el malestar de fondo, los golpes de felicidad repentinos, las encrucijadas sin se?alizar y los giros del destino se escalonan y percuten en la boca del est¨®mago con una intensidad cuasi equiparable, salvando las distancias geogr¨¢ficas y entre g¨¦neros dram¨¢ticos, a la de las tragedias de Wajdi Mouawad.

Aun interpretada por cinco actrices de fuste, Verano en diciembre no es una comedia femenina: est¨¢n (omni)presentes el padre difunto y los novios y amantes invisibles, cuya existencia modula los afectos y enciende los rostros de esas tres hermanas tan vecinas nuestras, transmutadas en n¨¢yades al ver, a trav¨¦s de Skype, el noviazo que se ech¨® la cuarta, all¨¢ en Buenos Aires.

Por certera escenograf¨ªa, el tresillo rojo de escay de nuestra infancia, el tel¨¦fono Heraldo a juego y la mesa con mantel de cuadros, a cuyo alrededor se sienta la familia: la madre que equivoca el nombre de una de sus hijas pero no los de las otras; Carmen, la mayor, de oficio haragana; Alicia, de 33, pintora que en casa nunca pint¨® nada; Paloma, de 31, que carece de vida social, combate la ansiedad con p¨ªldoras y cuida de la abuela, Martina, con demencia senil. Todo en Verano en diciembre nos recuerda, resuena, entra?a y emociona. Al tacto, Carolina ?frica encuentra los puntos neur¨¢lgicos de los afectos y las contracturas del alma. Su texto emana sencillez y certeza, hoy escasas, pero no ser¨ªa ni la mitad sin la interpretaci¨®n de un quinteto sembrado y contenido, cuya acci¨®n interna prosigue intensamente cuando calla.

Como nada hay m¨¢s universal que lo particular, este retrato de familia, escrito en Argentina con una beca, habla tambi¨¦n de una generaci¨®n espa?ola en paro o en precario, de las ayudas a la dependencia liberalmente estranguladas y de la unidad familiar y la pasi¨®n, como anclajes plausibles cuando arrecia el levante del libre mercado. Pilar Manso parece una madre de verdad, y con eso lo digo todo. Carolina ?frica est¨¢ estupenda en el papel de la escrupulosa, valiente e irascible Alicia; Laura Cort¨®n, su ayudante de direcci¨®n, recrea una muy sugestiva y despreocupada hermana mayor, en sustituci¨®n de Virginia Frutos; la Paloma de Almudena Mestre exhala compasi¨®n, pena y bonhom¨ªa, y pide permiso hasta para respirar. Lola Cord¨®n, actriz octogenaria, calibra cada gesto de Martina, modula sus prontos, mantiene al fantasma de la sobreactuaci¨®n a raya y despierta una ternura infinita. Da gusto verla en su edad, como a sus compa?eras, vestidas de barrio por Vanessa Actif, que ha barrido para los personajes, como debe ser.

El p¨²blico del s¨¢bado sac¨® los kleenex. Esto va a ir de boca en boca, como cuando se estren¨® en la sala La Belloch: no esperen a los ¨²ltimos d¨ªas.