Howard Brookner, el hombre que film¨® la contracultura neoyorquina
¡®Uncle Howard¡¯ muestra en la Berlinale la fascinante obra de un cineasta casi desconocido
La Berlinale ha sido la plataforma de lanzamiento en los ¨²ltimos a?os de grandes documentales musicales. Pero en esta edici¨®n ese caldo de cultivo ha derivado hacia el documental social y pol¨ªtico, que ha llegado incluso a la secci¨®n oficial, porque, como dice el director del certamen, Dieter Kosslick, hay todo un rastro en la sociedad actual de b¨²squeda ¡°del derecho a la felicidad¡±.
Aun as¨ª, quedan buenos ejemplos de esos documentales culturales. Como el sorprendente Uncle Howard, la vida de un cineasta que solo ocupa un p¨¢rrafo de los libros de historia del cine gracias a su Burroughs: the movie (1983). Fallecido a los 34 a?os en 1989 v¨ªctima de complicaciones derivadas del sida, de Howard Brookner quedaban solo ese documental y su salto a la ficci¨®n, Noches de Broadway, estrenada tras su muerte. Su sobrino Aaron Brookner ha buceado en su vida y su carrera, ha buscado casi todo su material f¨ªlmico in¨¦dito (que resulta vibrante) y con todo ello ha estrenado en la Berlinale la magn¨ªfica Uncle Howard.
Howard Brooker film¨® el mejor momento de Nueva York, el de finales de los setenta e inicios de los ochenta. Algunos de sus amigos aparecen ante la c¨¢mara de Aaron: Jim Jarmusch y Tom DiCillo trabajaron con ¨¦l en el documental sobre el poeta y l¨ªder contracultural William Burroughs, y a todos les dej¨® huella indeleble. El primer paso de Aaron fue indagar en el Bunker, el apartamento de Burroughs en el barrio de Bowery. All¨ª aparecen algunas de las filmaciones de su t¨ªo, im¨¢genes in¨¦ditas de aquellos a?os: Patti Smith, DiCillo y Jarmusch, Andy Warhol, Burroughs bromeando con otro grande de la literatura, Allen Ginsberg, Brian Jones, Frank Zappa, Laurie Anderson¡ Con 23 a?os, gracias a su talento y a su encanto, Brooker logr¨® la complicidad de Burroughs ¨Chasta le compra hero¨ªna- y acceso a un mundo muy especial.
Su exitoso documental lleva a Brooker a viajar por todo el mundo: hay fotos de un festival en Jap¨®n con Spike Lee (que debutaba en el largo con Joe's Bed-Stuy Barbershop: We Cut Heads), John Waters (Polyester) y Jarmusch, visita Londres, Par¨ªs¡ Aaron recorre su camino y en Hamburgo encuentra otro tesoro: el otro largo documental de su t¨ªo, Robert Wilson and the civil wars, dado por desaparecido y que ilustra el trabajo del m¨ªtico director teatral (presente ayer en la primera proyecci¨®n en la Berlinale) que fracas¨® al querer montar una ¨®pera ¨¦pica de 12 horas para los Juegos Ol¨ªmpicos de Los ?ngeles en 1984.
Brookner siempre llevaba una c¨¢mara en la mano, as¨ª que levant¨® testimonio de todo lo que le rodeaba. Aaron tambi¨¦n, pero con buen criterio es comedido con su familia. Para su abuela, la madre de Howard, fue un drama el d¨ªa en que en esa familia jud¨ªa su segundo hijo, el peque?o, se declar¨® homosexual: no tendr¨ªa nietos, en aquella ¨¦poca le discriminar¨ªan¡ La tormenta escamp¨® cuando la madr¨¦ conoci¨® a su novio, el escritor Brad Gooch. ¡°Era tan guapo y atento¡±, confiesa ella entre risas. Aaron idolatra a su t¨ªo, al igual que Howard le quer¨ªa, aunque entiende que ese amor puede contaminar el filme y no se deja llevar por la pasi¨®n. Deja que la pasi¨®n salga poco a poco, empujada por el carisma de su t¨ªo y la marca que dej¨® en la gente que le conoci¨®, y no la provoca con trucos bajos f¨ªlmicos
El Nueva York de los ochenta es el del hotel Chelsea, el de una maravillosa eclosi¨®n cultura. Tambi¨¦n, el del hospital St. Vincent, donde fueron tratados miles de enfermos con el s¨ªndrome de inmunodeficiencia adquirida, el sida, que acab¨® con toda una generaci¨®n. Hoy es un bloque de pisos, y nada queda del paso de Howard Brookner por aquellas habitaciones. A los 34 a?os, decide abandonar la medicaci¨®n para poder acabar su largometraje Noches de Broadway, con Madonna, Matt Dillon, Randy Quaid, Jennifer Grey y Rutger Hauer. No llegar¨¢ a verlo en las salas. Deja una carta maravillosa a sus padres: ha vivido como ha querido, ha hecho todo lo que deseaba, sin resquemores ni remordimientos. A ellos les pide lo mismo. Y Aaron deja que sea su t¨ªo quien se despida desde la pantalla. Uncle Howard finalmente encaja como retrato de una generaci¨®n y testimonio de alguien que am¨® y se dej¨® amar.
Babelia
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