Un artista de la raz¨®n
'Vida de Galileo' es una de las mayores obras de Brecht, y el espect¨¢culo de Ernesto Caballero en el madrile?o Valle-Incl¨¢n, uno de sus mejores montajes
Galileo, ese hombre que, seg¨²n ?Brecht, no pod¨ªa rechazar una idea nueva ni un vaso de buen vino, es un humanista sensual, un artista de la raz¨®n, un gran contradictorio. Tal vez haya mucho de Galileo en Brecht: quiz¨¢ por eso reescribe tres veces su biograf¨ªa dram¨¢tica a lo largo de los a?os, la tercera al borde de la muerte, y se va al otro barrio convencido de que no ha logrado apresar del todo al personaje. Ante la escena en la que el p¨ªcaro Galileo se apropia del invento del catalejo, pienso siempre en el Brecht canalla qued¨¢ndose con los escritos de sus colaboradores (y, sobre todo, colaboradoras), pero el v¨ªnculo capital entre ambos puede ser la retractaci¨®n del sabio, tan capital que la dejo para m¨¢s adelante. El espect¨¢culo de Ernesto Caballero en el Valle-Incl¨¢n me parece uno de sus mejores montajes: claro, sobrio, con muy buen ritmo y con una estupenda labor de conjunto, encabezado por un Ramon Fontser¨¨ que hac¨ªa tiempo que no encontraba un papel a su altura.
Caballero firma tambi¨¦n la versi¨®n, que suena de maravilla en la traducci¨®n del veteran¨ªsimo Miguel S¨¢enz, todo un lujo. El texto se queda en poco m¨¢s de dos horas, y a mi juicio bien podado est¨¢: el original me sigue pareciendo demasiado verboso. El espacio esc¨¦nico de Paco Azor¨ªn es una plataforma circular giratoria. Idea sencilla y efectiva: el cambio continuo del enfoque y, claro, el movimiento terrestre. Me gusta tambi¨¦n el vestuario en tonos oscuros, austeros, de Felype de Lima, que nos permite fijarnos mejor en el relato y en el trabajo actoral, y la luz de Ion Anibal. Y la recuperaci¨®n, cosa inusual, de las piezas musicales de Hanns Eisler, formidablemente servidas por Alberto Fr¨ªas y Paco D¨¦niz, con instrumentaci¨®n a cargo de Javier Coble, secundado por Pau Mart¨ªnez y Kepa Os¨¦s. La puesta arranca con un gui?o sugestivo: Fontser¨¨ interpreta a Brecht que interpretar¨¢ a Galileo? porque Fontser¨¨ no aparece en el ensayo. L¨¢stima que no se desarrolle m¨¢s esa idea, sobre la que tambi¨¦n volver¨¦ luego. Fontser¨¨ est¨¢ sensacional, comunicativo, poderoso, lleno de humanidad: a veces recuerda a Fern¨¢n-G¨®mez.
El montaje es claro, sobrio, con muy buen ritmo y con un Ramon Fontser¨¨ que hac¨ªa tiempo no hallaba un papel a su altura
Se le achaca frialdad a esta funci¨®n y a m¨ª me emociona desde la primera escena. Veo a Galileo explic¨¢ndole a Andrea Sarti (Tamar Novas) el sistema copernicano con una silla y una manzana, y pienso en un mago y su aprendiz: el viejo Merl¨ªn y el joven Arturo en la esplendorosa Merl¨ªn el encantador, de Disney. Es la contagiosa fascinaci¨®n del conocimiento, que luego, en la escena del telescopio, me convierte a Galileo y su amigo Sagredo (Alfonso Torregrosa) en ¨¦mulos de Holmes y Watson con el cielo al alcance de la mano, pasmados y dichosos por la observaci¨®n que contradice la astronom¨ªa de dos siglos. Y est¨¢ bien pensado que Torregrosa interprete tambi¨¦n al cardenal Barberini (luego el papa Urbano VIII), que apoya a Galileo hasta que la Inquisici¨®n le obliga a echar el freno. Ser¨ªa largo detenerse en todos los integrantes del reparto. Destacar¨¦ a Ione Irazabal, que encarna a la l¨²cida y pragm¨¢tica se?ora Sarti, el ama de llaves de Galileo y madre de Andrea (y que, por cierto, ser¨ªa una notable Madre Coraje); a Virginia (Macarena Sanz), la hija del sabio, enamorada de Ludovico Marsili (Borja Luna); a Paco Ochoa como el cardenal inquisidor; a Paco D¨¦niz, que se desdobla como el mal¨¦volo cardenal Bellarmino y el cantor de baladas (?Galileo, el triturador de la Biblia!¡±), acompa?ado por Pepa Zaragoza. Y a Roberto Mori, que es Fulgenzio, el joven fraile, campesino y matem¨¢tico, y protagoniza mi tercera escena favorita: el intenso debate con Galileo, tras el que acaba abrazando la fe de la raz¨®n. Ya tenemos a los tres mosqueteros, el fraile, Andrea y Federzoni (Chema Adeva), el pulidor de lentes (?qu¨¦ fue del fiel Sagredo, se?or Brecht?), esperando el enfrentamiento entre su h¨¦roe y el inquisidor. Conocemos el resultado: el imprevisible Galileo, que fue capaz de quedarse en Florencia cuando reinaba la peste, se retracta de sus hallazgos por miedo al dolor f¨ªsico. Andrea clama: ¡°?Desdichado sea el pa¨ªs que no tiene h¨¦roes!¡±. Galileo responde: ¡°No: desdichado el pa¨ªs que necesita h¨¦roes¡±. En la pen¨²ltima escena, Andrea y Galileo se reencuentran. Tamar Novas nos ha hecho ver al cr¨ªo, al adolescente y ahora al adulto; Fontser¨¨ nos muestra magistralmente al anciano casi ciego. Prisionero de la Iglesia en una casa de las afueras de Florencia, Galileo sigue trabajando a escondidas y entrega a Andrea los discorsi con sus investigaciones sobre la mec¨¢nica y la gravitaci¨®n.
Brecht, en sus sucesivas versiones del texto, hace que Galileo defienda su retractaci¨®n a la manera del soldado Schweik (¡°M¨¢s vale manos manchadas que vac¨ªas¡±, ¡°Ante un obst¨¢culo, la distancia m¨¢s corta entre dos puntos es la l¨ªnea curva¡±), pero tambi¨¦n que se averg¨¹ence: ¡°Traicion¨¦ a mi profesi¨®n y entregu¨¦ mi saber a los poderosos. Un hombre que hace lo que yo hice no puede ser tolerado en las filas de la ciencia¡±. Entre la primera y la segunda versi¨®n, la fisi¨®n del ¨¢tomo ha arrasado Hiroshima y Nagasaki. Brecht considera la retractaci¨®n de Galileo como el pecado original de la ciencia moderna. La tercera versi¨®n, fechada en 1955, reescribe el final: sigue siendo la historia de un hombre que se enfrenta al poder, lo acata para seguir viviendo y trabajando, pero se averg¨¹enza por ello. Al principio se?alaba los posibles v¨ªnculos entre Brecht y Galileo. Yo no puedo evitar ver a Brecht de regreso a Alemania, callando ante los procesos de Mosc¨², apoyando la represi¨®n de la revuelta obrera en junio de 1953 y reescribiendo, por orden de las autoridades de la RDA, el mensaje pacifista de El proceso de L¨²culo para ponerlo al servicio de ¡°la guerra antiimperialista en Corea¡±. ?Puedo juzgarle? ?Podemos juzgar a Galileo? No lo s¨¦, pero quiz¨¢s un buen final para el montaje ser¨ªa un r¨®tulo informativo con estos hechos, retomando el personaje de Brecht/Fontser¨¨, para sugerir posibles puentes y amplificar el debate; un debate que no empa?a, desde luego, la potencia del texto. (Tambi¨¦n he visto 40 a?os de paz, de Pablo Rem¨®n, en el Teatro del Barrio. Un texto original, y unos actores con fuerza y gracia. No se lo pierdan).
Vida de Galileo. De Bertolt Brecht. Direcci¨®n: Ernesto Caballero. Traducci¨®n: Miguel S¨¢enz. Hasta el 20 de marzo. Teatro Valle-Incl¨¢n. Madrid
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