La Feria del Campo: vacas transparentes y coches enterrados
La Escuela de Arquitectos de Madrid desentierra la memoria de esa "arcadia feliz" para su 'stand' en Arco
Javier y Roberto hunden con rabia el pico y la pala en la dura tierra de la Casa de Campo de Madrid, junto al Alto de Extremadura. A su alrededor hay ya dos hoyos de metro y medio de profundidad. Cuando Roberto se asoma a uno a remover el fondo con la mano, desaparece de la vista. ¡°Traed algo de beber, anda¡±, pide, sec¨¢ndose el sudor de la frente. Visten como ellos pero no son operarios, son alumnos del m¨¢ster de proyectos avanzados de la Escuela de Arquitectura de Madrid (ETSAM). Su objetivo: desenterrar un coche. M¨¢s concretamente, un PTV, una marca de microcoches espa?oles que dej¨® de fabricarse cuando el 600 se impuso en el mercado. Un PTV enterrado cuando aquello era la Feria del Campo, hace un mill¨®n de a?os.
¡°Los esl¨®ganes de la ¨¦poca definen perfectamente el car¨¢cter de la Feria del Campo: traer el campo a la ciudad¡±, cuenta Jos¨¦ de Coca, profesor de la Escuela de Arquitectura y cuya tesis se bas¨® en la arquitectura y trazado del recinto ferial de la Casa de Campo. Se trataba de una reproducci¨®n a escala de Espa?a, donde cada provincia ten¨ªa su pabell¨®n, que imitaba la arquitectura local: castillos burgaleses, h¨®rreos asturianos, mas¨ªas catalanas. El escenario f¨ªsico: una zona de la Casa de Campo bastante devastada por la Guerra. El escenario econ¨®mico: Una Espa?a que sal¨ªa de la autarqu¨ªa y quer¨ªa sacar pecho. "La primera feria, de 1950, fue nacional. En 1953 ya se produce un cambio de mentalidad y se hace internacional", cuenta De Coca. "Fue un impulso importante en cuanto a turismo. Hab¨ªa zona gastron¨®mica, ganadera¡ Tambi¨¦n folcl¨®rica, era la oportunidad de conocer otras partes de Espa?a". Franco no se perdi¨® ninguna inauguraci¨®n. La Feria se celebraba cada tres a?os, y duraba un mes, pero el resto del tiempo, familias t¨ªpicas de cada provincia, tra¨ªdas desde los pueblos de Espa?a, habitaban los enormes pabellones como guardeses. Dentro de Madrid y a la vez alejada de ella, la Feria se convirti¨®, en esencia, en un pueblo escondido dentro de la ciudad.
"Era una arcadia feliz", cuenta Jes¨²s Gonz¨¢lez, que se crio en el Pabell¨®n de Ciudad Real. "Como un libro de Garc¨ªa M¨¢rquez. Sal¨ªamos al colegio al Alto de Extremadura, pero cuando volv¨ªamos a casa era como teletransportarse a un pueblo. Solo chavales ser¨ªamos unos 40. Hac¨ªamos guerras norte-sur, viv¨ªamos rodeados de ¨¢rboles, ten¨ªamos animales y cort¨¢bamos le?a para calentar las casas", recuerda con emoci¨®n. Jes¨²s naci¨® en la propia Casa de Campo, en 1954, y estuvo viviendo all¨ª hasta los 14 a?os. ¡°Cuando se celebraba la Feria, tra¨ªan a casa productos t¨ªpicos de cada provincia, y durante el mes que duraba viv¨ªamos toda la familia apretados en una habitaci¨®n. Luego tra¨ªan los avances m¨¢s punteros de la agricultura y la ganader¨ªa. A¨²n recuerdo a la vaca transparente, es como si la estuviera viendo". Se refiere a una vaca con un orificio en el lomo desde el que se ve¨ªa su proceso digestivo y cuyas fotograf¨ªas dieron en su d¨ªa la vuelta a Espa?a. Si no son aprensivos, en Google hay decenas de im¨¢genes disponibles.
"Mi t¨ªo viv¨ªa en el pabell¨®n de Segovia, y era due?o de un PTV sin matricular. Los chicos lo us¨¢bamos como si fuera de juguete. Salt¨¢bamos, choc¨¢bamos contra los ¨¢rboles, nos mont¨¢bamos diez cr¨ªos en ¨¦l a la vez", recuerda. "Era gente de campo. Cuando se mor¨ªa un conejo lo enterraban, igual que cuando se mor¨ªa un perro o un gato", cuenta. As¨ª que cuando el coche se estrope¨®, su t¨ªo decidi¨® enterrarlo. As¨ª de f¨¢cil.
A la muerte del dictador el recinto entr¨® en un limbo. ¡°Con la disoluci¨®n de los sindicatos franquistas en 1977, desaparece una de las partes del contrato. El recinto pasa a ser del Ayuntamiento, pero muchos pabellones pertenecen a sus respectivas provincias, que en algunos casos dejan de mantenerlos¡±, explica De Coca. La d¨¦cima Feria, la de 1975, ser¨ªa la ¨²ltima en celebrarse. Fue traum¨¢tico para muchas familias, que dejaban un escenario id¨ªlico, unas casas literalmente dignas de exhibici¨®n y, claro, sus hogares. Al final se reubicaron en la gran ciudad.
Algunos de los enormes pabellones, los m¨¢s cercanos a Puerta del ?ngel, se han reconvertido hoy hacia la hosteler¨ªa, como la casa de Burgos. En la fachada de la casa de Toledo, imitaci¨®n de la Puerta de Bisagra con el ¨¢guila bic¨¦fala, puede leerse ahora 'Restaurante la Pesquera'. Tambi¨¦n el pabell¨®n de Segovia, hogar de la familia de Jes¨²s, ha cambiado: ahora es el restaurante Ondarreta, bajo cuya sombra Roberto, Javier y unos cuantos alumnos m¨¢s de la ETSAM remueven la tierra en busca de alguna pieza del coche que haya sobrevivido. ¡°Tomad, Coca-colas y bocadillos de beicon¡±, dicen Pedro y Andrea, que tambi¨¦n participan en el proyecto, sacando la comida de las bolsas que han tra¨ªdo. Jes¨²s y sus primos han se?alado el lugar. Las prospecciones con geo radar indican que es ah¨ª, en ese punto preciso. Los detectores? de metal captan una gran concentraci¨®n met¨¢lica que pide a gritos salir a la superficie. La recuperaci¨®n de ese trocito de Espa?a, de su historia y su intrahistoria, es el eje del stand que la Escuela de Arquitectura de Universidad Polit¨¦cnica expone en Arco.
No aparece, el coche. Al final, tras tres d¨ªas sacando tierra, no aparece. ¡°Han pasado 40 a?os¡±, razona Jes¨²s Gonz¨¢lez. ¡°Hubo obras en la zona, han movido la tierra. Vete a saber si hace a?os sacaron lo que quedaba de ¨¦l¡±, elucubra. ¡°O quiz¨¢ se lo haya comido la tierra. Era un coche tan peque?o, tan fr¨¢gil¡ esas cosas desaparecen con el tiempo¡±. Lo ¨²nico encontrado de esa gran concentraci¨®n met¨¢lica que se?alaban los radares y los detectores es tierra dura. Tierra dura y enrojecida, como si hubiera absorbido el color de la carrocer¨ªa, que sigue grit¨¢ndole al detector de metal y que llaman "Polvo de PTV". Tierra que ser¨¢, con decenas de im¨¢genes, planos y v¨ªdeos, lo que se expondr¨¢ al p¨²blico dentro de su proyecto Auto-psia, capitaneado por el arquitecto Federico Soriano, director del m¨¢ster. No hay coche pero es lo de menos porque, al final, ?de qu¨¦ va todo esto? ?De arqueolog¨ªa? ?De arquitectura? ?De memoria? ?De mec¨¢nica? Deseng¨¢?ense. De todo eso y mucho m¨¢s. De arte.
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