Alberto M¨¦ndez, el m¨¢s famoso autor desconocido
¡®Los girasoles ciegos¡¯ prosigue su reconocimiento universal como obra maestra 12 a?os despu¨¦s de la muerte de su autor
Fue editor, empresario, guionista, traductor, comunista, pescador, cocinero, fabulador en caf¨¦s clandestinos, vital, iconoclasta, lector contumaz, agitador universitario¡ Pero muy pocos sab¨ªan que Alberto M¨¦ndez (Madrid, 1941-2004) tambi¨¦n perge?aba cuentos que a nadie quer¨ªa leer y urd¨ªa en silencio, como un secreto indescifrable y valioso, en la caja del tesoro bajo siete llaves de su terror discreto a no ser entendido.
Sab¨ªa lo que se tra¨ªa entre manos con aquellos relatos que llevaban el hilo coherente de la nobleza y la ignominia, a partes iguales, bajo el ep¨ªgrafe de cuatro derrotas: las historias, mitad autobiogr¨¢ficas, mitad hijas de realidades ajenas, que compusieron su ¨²nica obra maestra, Los girasoles ciegos (Anagrama), y que han impactado ya a m¨¢s de medio mill¨®n de lectores en todo el mundo.
Un libro que se defendi¨® s¨®lo desde el principio. Cuando Jorge Herralde lo edit¨®, M¨¦ndez apenas pudo saborear su ¨¦xito. Muri¨® meses despu¨¦s de verlo en la calle y antes de recibir el Premio de la Cr¨ªtica, el Nacional de Narrativa o de saber que Rafael Azcona y Jos¨¦ Luis Cuerda lo llevar¨ªan al cine y que un enorme pu?ado de editores en 16 pa¨ªses, lo convertir¨ªan en un fen¨®meno de impacto global.
Tampoco que 10 a?os despu¨¦s de su muerte se celebrar¨ªa un congreso sobre el libro en Z¨²rich ¨Corganizado por las profesoras Itziar L¨®pez Guil y Cristina Albizu- y que esas actas formar¨ªan un volumen que acaba de publicar Antonio Machado Libros. Su amigo, tambi¨¦n editor, librero y distribuidor, Miguel Visor, fue de los pocos que acompa?¨® a M¨¦ndez en su aventura literaria hasta el final. ¡°Pocas semanas antes de morir, le llam¨¦ y le dije que estaban a punto de lanzar otra edici¨®n de su libro. Me mand¨® a la mierda. Cre¨ªa que se lo dec¨ªa para animarlo. ?Pero era verdad!¡±. Visor y su amigo Alberto Coraz¨®n se encargaron de convencer a Herralde de que lo publicara. ¡°No cost¨® nada. En 48 horas dijo que s¨ª¡±, comentan ambos.
El due?o de Anagrama, con su olfato de perro viejo, supo ver dentro de los cuentos una profunda humanidad contagiosa en su m¨¢s amplio sentido. El que impregnan las cuatro milagrosas historias de Los girasoles ciegos. ¡°Lo acog¨ª con cierto recelo¡±, confiesa Herralde, ¡°pero r¨¢pidamente me di cuenta de lo que era: una obra intensa, conmovedora y estremecedora que se dirige al coraz¨®n de la derrota, apunta hacia una ideolog¨ªa de la reconciliaci¨®n y acaba con el triunfo de la verdad literaria¡±.
Y de su autenticidad, como persona y como creador: ¡°Llevan dentro el retrato de lo que fue: un hombre vital, generoso, inquieto, impetuoso. Algo que, como entendimos al leer, llevaba cociendo toda la vida y finalmente, nos sirvi¨®¡±, recuerda Manuel Guti¨¦rrez Arag¨®n, otro amigo cercano, que comparti¨® clandestinidades en el PCE, fiebre literaria y complicidades cinematogr¨¢ficas.
"Lo acog¨ª con cierto recelo¡±, confiesa Herralde, ¡°pero r¨¢pidamente me di cuenta de lo que era: una obra intensa, conmovedora y estremecedora"
Como el artista y dise?ador, Alberto Coraz¨®n. De los pocos que pudo conocer de primera mano algunos folios antes de que fueran publicados. ¡°No hablaba mucho de lo que estaba escribiendo por v¨¦rtigo. Muy pronto supimos que ese miedo no llevaba raz¨®n, porque se convirti¨® en un fen¨®meno por el boca o¨ªdo. De lo que s¨ª me parec¨ªa muy consciente es de lo que se tra¨ªa entre manos¡±.
La historia del capit¨¢n Alegr¨ªa, ese militar clarividente que se rinde nada m¨¢s ganar la guerra, convencido de que ha luchado para aquellos a los que mueve m¨¢s la usura y la mera conquista de los cementerios que otra cosa. La callada batalla de la esposa de un derrotado que queda a expensas del aliento rijoso de un cura ventajista. La desoladora lucha contra la muerte de un padre que no logra mantener vivo a su hijo en el monte. La atroz gen¨¦tica vengativa de un coronel sanguinario que a bocinazos no consigue hacerse con el respeto de un profesor de chelo¡
Los girasoles ciegos van delimitando as¨ª su notar¨ªa de expolio, una l¨ªrica de la decencia acosada en mitad de la ciza?a, que ha atravesado irremediablemente la sensibilidad de lectores intergeneracionales. Algo que M¨¦ndez fue urdiendo a golpe de relatos reales, tras horas de escucha y vivencias personales de remotas pero muy presentes im¨¢genes de infancia. Ecos que encontraron su h¨¢bitat entre las p¨¢ginas de esta narraci¨®n ins¨®lita, trazada en tiempo lento y estado de gracia que sigue creciendo hoy por todos los rincones del mundo.
Lectura recomendada y mimo de los libreros
Dos factores han contribuido, seg¨²n Jorge Herralde a que Los girasoles ciegos vaya ganando la batalla al tiempo con una venta media de entre 10.000 y 12.000 ejemplares al a?o: "Que r¨¢pidamente se impuso como lectura recomendada en institutos y colegios y un mimo especial de libreros con mucho peso", asegura el editor. Pero esa potencia sostenida contin¨²a en otros pa¨ªses, como en Suiza: "Es, desde 2009, lectura obligatoria en la carrera de Hisp¨¢nicas de la Universidad de Z¨²rich", asegura la profesora de dicha instituci¨®n, Itziar L¨®pez Guil. "Son muchas las virtudes que le han valido su r¨¢pido y justo ingreso en el canon acad¨¦mico. A mi juicio, bajo la aparente sobriedad de su trama y de su forma depurad¨ªsima, se oculta una complejidad discursiva muy cercana a la de textos como el Quijote o la Divina Comedia, que M¨¦ndez conoc¨ªa muy bien", agrega la experta.
Los girasoles¡ articulan a un tiempo toda una concepci¨®n est¨¦tica sobre el arte literario con una muy peculiar visi¨®n de la historia, desde posturas ideol¨®gicas y filos¨®ficas francamente complejas. "Y la profundidad de este texto est¨¦tico es tal que, 12 a?os despu¨¦s de su publicaci¨®n, la cr¨ªtica a¨²n tiene una ardua tarea por delante para lograr desentra?ar algunos de los aspectos m¨¢s destacados de su pluralidad discursiva. Es una obra de vejez, que contiene, s¨ªlaba a s¨ªlaba, la visi¨®n del mundo de alguien que llega al final de su vida y lo sabe".
Babelia
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