Graciosos Coen, pero solo a ratos

Siempre fueron los m¨¢s originales, los m¨¢s listos, los m¨¢s destroyers, dos hermanos sin se?as f¨ªsicas que aseguren que son gemelos, aunque inseparables en cuerpo y alma, pero que funcionan art¨ªsticamente como si fueran siameses. ?Qu¨¦ le pertenece al uno y al otro? No se sabe, nunca revelar¨¢n lo que le debe el uno al otro, pero siempre estar¨¢n de moda, con su pinta casual de avispados ni?os jud¨ªos que jam¨¢s se muestran enf¨¢ticos, hijos involuntarios y guasones de Minnesota, como Dylan, como Prince, filmando desde sus comienzos lo que les da la gana, sin servidumbres hacia el Hollywood convencional, indies de esp¨ªritu (aunque nunca han descuidado que los grandes tiburones les financien proyectos muy caros, ni trabajar con las estrellas m¨¢s caras del mercado con las que adem¨¢s puedes coleguear) que gustan a un p¨²blico masivo aunque ellos sean tan gamberros como exquisitos.

Incluso pueden acercarse al clasicismo sin renunciar a su muy moderna personalidad, a su afici¨®n al esperpento, al introducir la comicidad, la s¨¢tira y la excentricidad en los temas m¨¢s dram¨¢ticos, el toque Coen. Y consecuentemente sus mejores pel¨ªculas para mi gusto son aquellas en las que no van de profesionales ni?os terribles (ya tienen 50 a?os), o sea, aquellas que sabes que son de ellos, pero que las puede entender y admirar hasta el p¨²blico menos sofisticado. Hablo de Muerte entre las flores, Fargo, No es pa¨ªs para viejos y Valor de ley, Y tambi¨¦n me gustan mucho Barton Fink y El gran Lebowski,pero puedo entender que alguien que no est¨¦ al rollo de los Coen no les encuentre ni puta gracia.

En Barton Fink los agud¨ªsimos hermanos nos contaban cosa que imagin¨¢bamos. Como que Jack Warner era un tibur¨®n soez, que el genial William Faulkner no dedic¨® la misma pasi¨®n a escribir de la saga en ese territorio ficticio y agreste Yoknapatawpha que a cobrar un past¨®n por guiones que nunca escribi¨®, borracho sin tregua, buscandose la vida al margen de la litetura.

Y en ?Ave, C¨¦sar! retornan en plan jocoso al Hollywood de los cincuenta. A trav¨¦s de un sufrido e hiperprofesional jefe de que no solo debe preocuparse de que sus pel¨ªculas den mucha pasta y contenten a los due?os, sino de las continuas movidas que pueden montar sus descerebradas adictas y caprichosas estrellas, seres adorados por el p¨²blico, pero que te pueden destrozar el negocio en un minuto.

Y existen secuencias hilarantes, muy graciosas (no respondo del doblaje) como la de intentar transformar a un acrob¨¢tico actor de westerns, con m¨ªnimo cociente mental, en un seductor con matices. O la conjura de los guionistas concienciados para que siendo fieles a las doctrinas de Marx y a su interpretaci¨®n del capitalismo, deduzcan que su despreciada situaci¨®n puede cambiar secuestrando a una estrella especializada en las pel¨ªculas de romanos, en las miserias o actitudes grotescas que existen detras del glamour que exhiben en la pantalla.

De acuerdo, me r¨ªo a veces. Pero hay gags que se alargan, gracietas evitables, la sensaci¨®n de que los creadores se han divertido much¨ªsimo rodando esta disparatada y esperp¨¦ntica historia. Pero tal vez el entusiasmo hacia su criatura no sea contagioso para la mayor¨ªa de los espectadores.