Melodrama elevado a categor¨ªa de s¨ªmbolo
La sencillez de Lee contrasta con la figura del escritor triunfante, adulado, aclamado, poderoso como Capote
A estas alturas, resulta imposible dilucidar si Matar a un ruise?or es un mito o el mito es su autora, Harper Lee. La bell¨ªsima historia de Atticus Finch y su hija Scout, premio Pulitzer en 1961, es en la literatura norteamericana un hito semejante a La historia del T¨ªo Tom o Lo que el viento se llev¨®; es decir, un melodrama elevado a la categor¨ªa de s¨ªmbolo de toda una ¨¦poca, que fue capaz de agitar sentimientos cruciales en el desenvolvimiento de un gran momento en la historia de un pa¨ªs joven, sin apenas tradici¨®n y, en consecuencia, sin mitos fundacionales.
Harper Lee acaba de morir. Para todo el mundo tendr¨¢ siempre el aspecto de abuela sure?a encantadora y gentil que nos muestran las fotograf¨ªas de archivo, pero, para m¨ª, ser¨¢ siempre la imagen de Sandra Bullock en aquella preciosa pel¨ªcula de Douglas McGrath, Historia de un crimen, en la que ella encarna a Harper Lee y Toby Jones a un histri¨®nico y espl¨¦ndido Truman Capote en busca del material para su libro A sangre fr¨ªa. S¨ª, porque Harper y Truman fueron amigos de infancia y hay alg¨²n personaje de Lee que procede de las historias que en aquellos a?os de amistad le contara Capote, historias procedentes de la ¨¦poca retratada en El arpa de hierba.
Matar a un ruise?or es desde hace muchos a?os libro de texto en las escuelas de Estados Unidos. El personaje de Atticus Finch, un abogado sure?o que decide defender a un hombre negro falsamente acusado de agredir a una mujer blanca, contado desde la perspectiva de la hija de Finch, es un hombre ejemplar, es decir, de la madera de los h¨¦roes, y la obra es un alegato en favor de la comprensi¨®n y la empat¨ªa ante la dura adversidad y la ceguera racista; un alegato que sigue conmoviendo a los lectores del mundo entero.
El a?o pasado se produjo una conmoci¨®n ante la aparici¨®n de un libro que removi¨® los cimientos emocionales americanos: una historia escrita antes que Matar a un ruise?or y que sucede veinte a?os despu¨¦s: una pirueta casi incomprensible que nos daba una visi¨®n bien distinta de Atticus Finch narrada ahora por Scout, su hija, veinte a?os despu¨¦s, y titulada, con un verso de Isa¨ªas, Ve y pon un centinela.
No corresponde aqu¨ª entrar en el an¨¢lisis del contraste entre ambos libros sino volver a la figura de Harper Lee. No es inusual el caso del escritor que consigue una obra maestra que es, a la vez, un ¨¦xito multitudinario. Es, simplemente, uno de esos libros que ponen en el dedo en el coraz¨®n de un asunto social de extraordinaria relevancia. La sencillez de Lee contrasta con la figura del escritor triunfante, adulado, aclamado, poderoso como Capote. El ruido lo hizo la publicaci¨®n el a?o pasado de Ve y pon un centinela, por eso yo quiero recordarla como esa Sandra Bullock pueblerina sentada en un banco de una estaci¨®n de una peque?a localidad del sur de los Estado Unidos, con falda larga y calcetines, acompa?ando a su viejo amigo y ya estrafalario escritor Truman Capote en la b¨²squeda del alma de dos asesinos sin piedad.?
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