Yoko Ono, Shearwater y The Game Theory
Tres discos, tres cr¨ªticas, tres puntuaciones de los nuevos lanzamientos
EL DISCO DE LA SEMANA: Yoko Ono - Yes, I'm a witch too?
Artista: Yoko Ono
Disco: Yes, I,m a witch too
Sello: Everlasting Espa?a
Calificaci¨®n: 2 sobre 10
Yoko Ono embruja, luego existe. De la vanguardia a la retaguardia, al mando de las operaciones, como a ella le gusta. Embrujado John Lennon que se olvid¨® de los Beatles para siempre. Y embrujados Cat Power, DJ Spooky, The Polyphonic Spree, DJ Spooky o The Flaming Lips que ya participaron en 2007 en el anterior disco Yes, I'm A Witch. Ahora los hechizados de turno son entre otros Cibo Matto, Death Cab For Cutie, de nuevo John Palumbo o los suecos Peter Bjorn And John Sparks, que colaboran en este ¨¢lbum compendio, otra revisi¨®n actualizada de piezas favoritas de esta exploradora incansable, disconforme e inc¨®moda, de esta artista japonesa cosmopolita tan polifac¨¦tica.
Este es el segundo empe?o de la "ni?a oc¨¦ano", que acaba de cumplir 83 a?os, de amoldarse o enredarse en los nuevos sonidos del siglo veintiuno. Yoko siempre ha estado al d¨ªa de las tendencias, pero el ¨¢lbum resulta una reverberaci¨®n anodina de intenciones, incluso cuando repite en otra onda su mejor canci¨®n Walking On Thin Ice. Este tema ya apareci¨® en la primera parte con la intervenci¨®n de Jason Pierce de Spiritualized y aqu¨ª abre este repertorio a modo de introducci¨®n lenta con piano y cuerda junto al productor y pinchadiscos neoyorquino Danny Tenaglia. Asimismo en 2003 se editaron varias mezclas y remezclas tecno-house, algunas del propio Tenaglia y de Pet Shop Boys. Recu¨¦rdese que Walking On Thin Ice fue la canci¨®n en la que Lennon estuvo trabajando horas y horas, afanado en convertirla en un hit, el mismo d¨ªa que lo asesinaron. Contiene unos versos preciosos que hablan de lo fr¨¢gil y ef¨ªmero de nuestra existencia y de nuestros apegos y amores.
Por escarbar un poco m¨¢s en busca de lo m¨¢s goloso o interesante, se percibe que Ono se divierte lo suyo en compa?¨ªa de artistas adeptos o cercanos que ella admira y destella gratamente en su nueva recreaci¨®n de Give Me Something - tema que apareci¨® en Double Fantasy de John Lennon - junto a los californianos Sparks; y tambi¨¦n en Coffin Car, una composici¨®n suya de 1973 aqu¨ª reinterpretada con un dramatismo sobrio muy apropiado y disparado a las alturas por las guitarras impetuosas, mort¨ªferas de Automatique. No cuaja Mrs. Lennon, una canci¨®n ahora m¨¢s fascinante por tan reveladora que incluy¨® en su segundo disco Fly de 1971 en los d¨ªas m¨¢s crudos del conflicto de Vietnam. John toc¨® piano y ¨®rgano y Klaus Voorman campanillas. Ahora este c¨¢ntico amoroso, que exalta la paz y el amor del hogar Ono-Lennon frente a la tragedia de medio mundo en guerra, se transforma en noise-rock aterrador quiz¨¢ para reflejar el caos mayor de hoy d¨ªa. Salvo estos instantes, el conjunto de los diecisiete temas se hace aburrido.
Respecto a la m¨²sica Yoko nunca fue la alegr¨ªa de la huerta. Sus hallazgos como directora art¨ªstica en artes pl¨¢sticas y audiovisuales no se traducen en discos maravillosos ni en ¨¦xitos, quiz¨¢ porque su voz, si bien imaginativa, distinta o sorprendente por momentos, no acaba de transmitir, de emocionar. Ll¨¢mese expresi¨®n lib¨¦rrima o performance o como se quiera... lo de Yoko nunca fue cantar. Cantar es mucho decir, aunque refiri¨¦ndose a una persona octogenaria tiene un m¨¦rito fabuloso. Santiago Alcanda.
Shearwater - Jet Plan and Oxbow
Artista: Shearwater
Disco:?Jet Plan and Oxbow
Sello: Sub Pop / Everlasting
Calificaci¨®n: 9 sobre 10
A la novena, Shearwater se han propuesto ser grandes. Incluso muy grandes. El grupo al que una vez consideramos una mera sucursal de Okkervil River, a modo de un entretenimiento paralelo, asume el reto de la ambici¨®n con todas las consecuencias. Prevalece a¨²n la melancol¨ªa, con esa voz de permanente regusto acongojado que Jonathan Meiburg eleva a modo de plegaria, pero todo lo dem¨¢s se multiplica y gana en solemnidad. Incluso en mala baba, a juzgar por los mandobles que se le dedican a la prepotencia yanqui en la escena internacional (s¨ª, de paso nos encontramos ante un disco pol¨ªtico).
La propia portada, con sus geometr¨ªas de luces de ne¨®n, avala nuestras sospechas. Los de Austin no han querido hacer un disco a la luz del d¨ªa, esas bandas sonoras para paisajes infinitos y sugerentes que caracterizaban Rook (2008) o The Golden Archipielago (2010). Este Jet Plan and Oxbow es, por el contrario, un ¨¢lbum para escuchar una vez haya ca¨ªdo la tarde. Desde el mismo est¨¦reo del coche, mientras los bafles laten desbocados. O cuando hayamos arribado a nuestro destino, alg¨²n club para mentes modernas con referentes cl¨¢sicos.
Los sintetizadores se hacen gruesos y ampulosos a partir del primer segundo, con esa pieza inaugural (Prime) en la que la base de repetici¨®n minimalista se va tornando cada vez m¨¢s espesa. No es un arranque del todo amable para un trabajo repleto de cortes mucho m¨¢s electrizantes, incluso apote¨®sicos, pero sirve para fijar un contexto sin mucho margen para la duda: querido oyente, larga es la noche. De ah¨ª la ¨¢cida grandilocuencia de Quiet Americans, segundo corte y primer sencillo, puesta al d¨ªa en toda regla del tecno-pop enf¨¢tico que arrasaba en medio mundo treinta y algunos a?os atr¨¢s. Tal que si a aquel Shout de Tears for Fears le hubiera nacido un orondo v¨¢stago.
Como sucede en todos los discos llamados a dejar huella, el repertorio no languidece en la segunda mitad sino que multiplica su potencial de embeleso. El punto de inflexi¨®n lo encontramos en Filaments, seis minutos a partir de un brutal obstinato de bajo met¨¢lico, absolutamente adictivo, que hace 35 a?os habr¨ªa competido con Love Song (Simple Minds) como sinton¨ªa para SuperGarc¨ªa en la Hora Cero. Todo a partir de ah¨ª es a¨²n m¨¢s excitante, empezando por Pale Kings y su evidente paralelismo sonoro y estructural con Where The Streets Have No Name (U2), la demostraci¨®n de que Meiburg ya no se conforma solo con su estatus como artista de culto.
Cuando una banda en estado de gracia coge carrerilla, y este es un caso flagrante, no hay manera de pararla. Only Child es una balada encantadora y sin un gramo de melaza, a la manera de Talk Talk (?hab¨ªamos mencionado los a?os ochenta?); Glass Bones rezuma aromas de rock ¨¦pico y Radio Silence insiste en la h¨¢bil utilizaci¨®n de un bajo machac¨®n para gui?arle el ojo al krautrock. Avisamos: en diciembre habr¨¢ que recordar todo esto de cara a las encuestas sobre lo mejor del a?o. Fernando Neira.
?The Game Theory -?Lolita Nation
Artista: The Game Theory
Disco: Lolita Nation
Sello: Omnivore Records
Calificaci¨®n: 9 sobre 10
Al tiempo del fallecimiento de Scott Miller en abril de 2013, v¨ªctima de un inesperado suicidio, pr¨¢cticamente toda su discograf¨ªa con Game Theory estaba descatalogada. Destino similar compart¨ªa el legado de Loud Family, su proyecto posterior. De entre todo ese material, en torno a una docena de Lps entre las dos bandas, quiz¨¢ la injusticia m¨¢s flagrante se comet¨ªa con Lolita Nation, uno de esos oscuros cl¨¢sicos que dej¨® el pop underground de los ochenta. Un disco ambicioso y dif¨ªcil pero lleno de hallazgos, en el que Miller ¨Ccuya m¨²sica fue definida como una mezcla entre Alex Chilton, James Joyce y los Electric Prunes- estir¨® los perfiles del power-pop cl¨¢sico a base de peque?os, imaginativos y nada amables collages s¨®nicos en forma de sketches, a la vez que se beneficiaba de una producci¨®n de Mitch Easter que deja claro el por qu¨¦ termin¨® convirti¨¦ndose en un nombre de referencia para toda aquella generaci¨®n del college-rock.
Se recupera ahora gracias a una edici¨®n ampliada que incluye un segundo disco de material raro e in¨¦dito, mezclas alternativas, sesiones de radio y versiones de Joy Division, Bowie, P.I.L., Costello, Smiths o Pistols, de las que Miller extrae su vertiente m¨¢s pop. Veinti¨²n piezas en total que -tal y como se advierte desde la discogr¨¢fica- suponen un ejercicio de eclecticismo tan completo como el disco en s¨ª. Lolita Nation determin¨® en su momento una ruptura con la sonoridad m¨¢s ortodoxa y limpia que caracteriz¨® el material previo de Game Theory, discos y canciones que respetaban el canon jangle hasta el punto de incorporar todos los retazos de folk-rock y psicodelia vintage necesarios para ingresar c¨®modamente dentro de la escena paisley que entonces capitaneaban bandas como R.E.M. o Rain Parade. Lo que apenas se ven¨ªa amagando se convierte aqu¨ª en protagonista, con canciones ¨¢speras y construcciones desconcertantes en las que el estudio de grabaci¨®n se convierte en un instrumento m¨¢s cuyas posibilidades deben ser exprimidas, una tarea para la que Easter -que a?os despu¨¦s destacar¨ªa sus trabajos con Miller entre los favoritos de su carrera como productor- resulta un compinche ideal. La vertiente m¨¢s pasional y amarga de Game Theory toma el control y solo ocasionalmente hay espacio para el pop can¨®nico, tan medido en su dosis como espectacular en sus resultados.
Lolita Nation merece todos los elogios que recibi¨® all¨¢ por 1987 y el culto que ha generado desde entonces. Qui¨¦n sabe si con esta recuperaci¨®n perder¨¢ su sitio entre las obras maestras medio olvidadas y pasar¨¢ a protagonizar las conversaci¨®n de los aficionados gourmets cuando les da por reivindicar t¨ªtulos clave de aquella d¨¦cada como Zen Arcade, Daydream Nation, Reckoning o Days of Wine and roses. Como algunos de ellos Lolita Nation es largo y nada f¨¢cil. Lleno de desconcertantes trampas a cada poco, esconde no solo pop magn¨ªfico sino una representaci¨®n muy s¨®lida del sonido, tan imperfecto como atractivo y aventurado, que marc¨® aquella escena independiente de los ochenta. Eduardo Ranedo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.