Rolling, 1; Beatles, 0
Puede que Jagger y Obama se legitimen uno a otro ante los cr¨ªticos de estos acercamientos
Si un d¨ªa se extinguieran en este mundo los fans de los Beatles, en Cuba todav¨ªa quedar¨ªan en pie altares dedicados al grupo de Liverpool. Esto se lo debemos a un largo per¨ªodo de censura que trajo consigo el efecto contrario: la obsesi¨®n casi b¨ªblica por una fruta prohibida que mantuvo insatisfechos a cubanos de varias generaciones y, de paso, perpetu¨® la memoria de unos Beatles siempre j¨®venes (y vivos).
Es cierto que Paul McCartney viaj¨® casi en secreto a Santiago de Cuba, pero esto solo parece haber aplacado una curiosidad provocada por la operaci¨®n Buena Vista Social Club. Y es cierto, tambi¨¦n, que no han faltado en la isla visitantes ilustres durante todos estos a?os. Tan solo despu¨¦s de la revoluci¨®n, puede dibujarse una historia que va de Graham Greene a Wim Wenders, de Sartre a Ry Cooder, de Billy Joel a Dizzy Gillespie, de Oliver Stone a Francis Ford Coppola. O desde el impacto de aquella primera visita de Serrat a La Habana hasta actuaciones posteriores de Chico Buarque, Mercedes Sosa o Fito P¨¢ez.
Todo esto se insertaba en el despliegue institucional de un pa¨ªs socialista que se hab¨ªa pertrechado con una red de festivales, bienales de arte o instituciones como Casa de las Am¨¦ricas o el Instituto Cubano de Cine. Eran tiempos en los que Cuba empu?aba su excepcionalidad, as¨ª que muchos de estos artistas ¡ªmojitos aparte¡ª se ilusionaban con cumplir la fantas¨ªa roja de conectarse con el pa¨ªs peque?o enfrentado al imperio, comprobar in situ el socialismo tropical o explorar, en tiempo real, una revoluci¨®n encajada entre Estados Unidos y Am¨¦rica Latina. En este tiempo postrevolucionario de ahora, ya los motivos no se corresponden con ¨¦pica de ninguna clase. La aparici¨®n de alg¨²n famoso se ha convertido en un rito semanal para alimentar la llama del mundo del espect¨¢culo o repetir hasta el infinito las fotos de un pa¨ªs con una imagen m¨¢s vintage que futurista. A¨²n as¨ª, este concierto del d¨ªa 25 supera cualquier expectativa. O, como dir¨ªa un son popular, lo de los Stones, ¡°mi hermano, no tiene comparaci¨®n¡±.
El viaje del grupo m¨¢s importante del mundo ocurrir¨¢ cuatro d¨ªas despu¨¦s que el del presidente m¨¢s importante del mundo. As¨ª que Jagger y Obama subir¨¢n el volumen y puede que hasta acaben por legitimarse uno a otro ante los cr¨ªticos de estos acercamientos. Ser¨¢n dos visitas extraordinarias que servir¨¢n, parad¨®jicamente, para confirmar, no la excepcionalidad, sino normalizaci¨®n de un pa¨ªs que intenta encajar en el mundo. Sartre y sus contempor¨¢neos iban a Cuba fascinados con Fidel Castro, el Che o los propios cubanos. Los Rolling Stones viajar¨¢n para ver c¨®mo los cubanos se fascinan con ellos.
A diferencia de los Beatles, los Stones habr¨¢n consumado su pasi¨®n. Aunque a uno y otro lado del escenario todos estar¨¢n m¨¢s viejos. Como esos amores que se encuentran a destiempo y saben, secretamente, que se han llegado tarde.
Iv¨¢n de la Nuez (La Habana, 1964) es ensayista, cr¨ªtico de arte y comisario de exposiciones.
Babelia
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