Cl¨¢sicos populares
Ser responsable de que muchos millones de ni?os y ni?as chinos estudien piano no parece una carga gravosa para Lang Lang
Ser responsable en gran medida de que muchos millones de ni?os y ni?as chinos estudien piano ¨Ca fin de emularlo, claro¨C no parece una carga en absoluto gravosa para Lang Lang. Es m¨¢s: es muy probable que disfrute con la responsabilidad a?adida y que el peso le resulte leve. No hay nada que parezca arredrar al pianista chino, que recibe los aplausos de bienvenida al comienzo del concierto con id¨¦nticos gestos y maneras ¨Ccasi taurinas¨C que cuando es aclamado y vitoreado al final: tal es la certeza que tiene ya de antemano del ¨¦xito posterior. En un ciclo que ha perdido a buena parte de su p¨²blico fiel desde que lo golpe¨® el mazo de la crisis econ¨®mica, y que tiene serios problemas ¨Ccomo cada cual¨C para llenar la sala sinf¨®nica del Auditorio Nacional, Lang Lang agota las localidades y parece reverdecer viejos tiempos. Tiene el don de despojar al concierto cl¨¢sico de cualquier sombra de boato y desde su vestimenta (chaqueta corta negra entallada, camiseta blanca) hasta la sensaci¨®n de cercan¨ªa que sabe transmitir, todo apunta a un espect¨¢culo, en el m¨¢s noble sentido del t¨¦rmino, popular, disfrutable y asequible para todos.
El programa de su gira espa?ola, que viene tocando desde hace meses por doquier, solo es explicable como el peaje promocional que exige el marketing para difundir su ¨²ltimo disco, porque, ?qu¨¦ diantres pintan juntos Las estaciones de Chaikovski, el Concierto italiano de Bach y los cuatro Scherzos de Chopin, en este orden? La obra del ruso ¨Cuna colecci¨®n de doce peque?as piezas caracter¨ªsticas descriptivas de alg¨²n aspecto de cada uno de los meses del a?o¨C es una rareza; trasplantar la italianit¨¤ de Bach del clave al piano, y con semejantes compa?eros de viaje a uno y otro lado, no es tarea f¨¢cil; y acometer los temibles Scherzos del polaco, uno detr¨¢s de otro, en un recital es una proeza solo reservada a los valientes.
Lang Lang
Obras de Chaikovski, Bach y Chopin. Lang Lang (piano). Auditorio Nacional, 1 de marzo.
Lang Lang se pase¨® con desparpajo por las miniaturas de Chaikovski, emple¨¢ndose a fondo en los meses (mayo, junio, octubre) con las m¨²sicas m¨¢s inspiradas y luego toc¨® el Concierto italiano con precisi¨®n y transparencia, s¨ª, pero con poca alma, escasa luz y pulsaci¨®n en exceso remachada. Tras el descanso llegaron los cuatro Scherzos de Chopin, donde, aqu¨ª s¨ª, la luz del arte pian¨ªstico de alt¨ªsimos vuelos del chino nos deslumbr¨® a todos: no es f¨¢cil, por ejemplo, o¨ªr octavas tocadas como las que se escucharon al final de los Scherzos que abren y cierran la serie, tanto sueltas como ligadas, en escalas o pobladas de saltos. En el debe, sin embargo, le falt¨® resaltar el trascendental valor de los silencios, esenciales en dise?os contrastantes y caracterizados por fuertes dislocaciones r¨ªtmicas. Lang Lang se lanza intr¨¦pidamente en tromba sobre la m¨²sica, pero hay silencios elocuentes que no pueden obviarse.
Concluido el concierto oficial, empezaron las propinas, jaleadas casi con m¨¢s alborozo antes que despu¨¦s de tocadas. Tampoco aqu¨ª da Lang Lang puntadas sin hilo y simul¨® que se deslizaba patinando hasta el piano antes de atacar ?¡y la negra bailaba!, una danza afrocubana de Ernesto Lecuona, de nuevo con unas milagrosas octavas en la secci¨®n central. Luego, el delicado Intermezzo de Manuel Ponce y, para delirio del abundante p¨²blico oriental presente en la sala (mayoritariamente joven y femenino), una pieza china. Cuando volvi¨® a acercarse al piano en lo que parec¨ªa el pre¨¢mbulo de la cuarta propina, Lang Lang amag¨® y lo que hizo fue, en cambio, recoger la toalla con que se hab¨ªa secado la cara en la segunda parte (una manera gr¨¢fica de mostrar que, aunque las apariencias apunten en otra direcci¨®n, tambi¨¦n ¨¦l se esfuerza y suda como cualquier mortal) y lanzarla al p¨²blico. Cualquier d¨ªa se arrojar¨¢ ¨¦l mismo sobre el patio de butacas, en la mejor tradici¨®n de las estrellas de rock, y acabar¨¢n sac¨¢ndolo a hombros, o en volandas.
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