Intersecciones del tiempo
Un recorrido por el barrio lime?o en el que est¨¢ basada la novela de Vargas Llosa ense?a las heridas del tiempo. Las ciudades son seres vivos y poderosos en su obra
Las ciudades son seres vivos y poderosos en las novelas de Vargas Llosa. Escenarios de lo diverso y lo abundante, resultan por eso esenciales a la galer¨ªa de lo humano que puebla sus libros. Los ¡°edificios desiguales y descoloridos¡± de Lima en el inicio de Conversaci¨®n en la Catedral y las ¡°olas sonoras y espumosas contra el Malec¨®n, del que divisa pedazos de calzada entre las palmeras y almendros que lo bordean¡± de Santo Domingo en el comienzo de La Fiesta del Chivo son solo dos ejemplos de las premisas f¨ªsicas que establecen los portales de sus novelas. Los pasajes urbanos de Vargas Llosa nos recuerdan la frase de Lewis Mumford seg¨²n la cual ¡°la funci¨®n principal de las ciudades es convertir el poder en forma y la energ¨ªa en cultura¡±.
Lima es el centro de todas las culturas. En la capital peruana, que durante siglos ha convocado migraciones de todo el mundo, est¨¢n representadas todas las razas y mestizajes, y sus naturales conflictos. Es, por tanto, un escenario privilegiado para cualquier escritor. La ciudad y los perros ocurre en el colegio militar Leoncio Prado, un microcosmos urbano cuyos cadetes representaban todas las procedencias culturales y sociales.
En esta obra que cultiva lo diverso y lo abundante no es casual que esta novela se llame Cinco esquinas, el nombre de una confluencia de caminos. Se trata de un punto de la capital peruana en el que se encuentran cinco calles, por una conjunci¨®n del azar de diversos trazados urbanos.
En este momento, Daniel Mordzinski y yo nos encontramos en este cruce, en el que rugen algunos camiones destartalados. Aqu¨ª nos sorprenden paredes pintadas con largas cabelleras femeninas, algunas casas peque?as y un peque?o sem¨¢foro que se esfuerza en dar indicaciones al movimiento pesado del tr¨¢fico. Entramos a tomar una botella de agua en una tienda, donde el due?o nos dice con mucho orgullo que este ser¨¢ el escenario de la siguiente novela de Vargas Llosa, a quien recuerda cuando fue a investigar por esas calles, hace un a?o.
La zona pertenece al distrito de Barrios Altos, no lejos del centro de Lima. Barrios Altos debe su nombre tanto al hecho de que est¨¢ situado unos metros por encima del nivel del mar como a que alguna vez fue el lugar donde viv¨ªan las familias m¨¢s aristocr¨¢ticas de la ciudad. Hoy, en cambio, la poblaci¨®n es bastante pobre y el barrio se ha tornado violento. Para llegar aqu¨ª hemos debido vencer los consejos de personas que nos se?alaban las amenazas de la delincuencia a nuestro alrededor. Pero ahora que caminamos por la calle con las botellas de agua en la mano, viendo pasar a transe¨²ntes distra¨ªdos y a furiosos autos destartalados, no nos sentimos amenazados en ning¨²n instante.
Barrios Altos ha sufrido una serie de transformaciones desde que fue el hogar de la aristocracia de Lima en el siglo XIX. A comienzos del siglo XX fue para¨ªso de bohemios y creadores. Fue aqu¨ª, en la calle del Prado, donde naci¨® Felipe Pinglo Alva, el compositor de valses que cre¨® ese himno sentimental al mestizaje llamado El plebeyo. Otros compositores como Pedro Espinel tambi¨¦n fueron parte de esos mitos barrocos al amor perdido, la materia prima de los valses peruanos. En una etapa siguiente, en los a?os cuarenta y cincuenta, el barrio se convirti¨® en una tierra de delincuentes con algunos mitos propios. Uno de ellos, sin duda, fue el incomparable artista de las cajas fuertes, Luis Dunian Dulanto, conocido como Ni?o Dios o Tat¨¢n (su tartamudez le imped¨ªa pronunciar su apodo, Tarz¨¢n). Tat¨¢n se paseaba bien ataviado (ten¨ªa 18 trajes en perfecto estado) por la calle de Las Carrozas, en ocasiones en compa?¨ªa de su novia, Ang¨¦lica Pedraza, conocida como La Rayo por la velocidad con la que hu¨ªa. Tat¨¢n fue famoso en el barrio por su anchas sonrisas, su bigote y su diente de diamante.
Muy cerca de Cinco Esquinas, en la calle de Jun¨ªn, hay una ciudadela en la que el tiempo parece haberse congelado. Se trata de la Quinta Heeren, compuesta de casas enormes de estilo austroh¨²ngaro construidas en la primera mitad del siglo XIX por el arquitecto alem¨¢n Oscar Heeren. Aqu¨ª viv¨ªan los ciudadanos de m¨¢s prestigio y se encontraban las plazas de m¨¢s solera de la ciudad. Estas casas han capturado su desvencijada elegancia en paredes polvorientas y venerables, donde resuenan algunas voces melanc¨®licas del pasado. Aqu¨ª quedaban a mediados del siglo XIX la residencia de las embajadas de B¨¦lgica, Jap¨®n, Estados Unidos e Inglaterra. Aqu¨ª viv¨ªa tambi¨¦n el famoso comerciante japon¨¦s Seiguma Kitsutani que en una madrugada de hielo rompi¨® con la vida y se infiri¨® el ritual del seppuku. Su motivo, seg¨²n algunos, fue una bancarrota financiera a la que se agregaba otra amorosa, una mezcla letal. Hoy recorrer estas casas es vivir en un tiempo en el que el honor ten¨ªa alg¨²n sentido.
Cinco Esquinas es una confluencia de caminos en un barrio de Lima anta?o aristocr¨¢tico que se ha tornado pobre y violento
Nada de ese honor quedaba en la ¨¦poca en la que est¨¢ ambientada la novela Cinco esquinas, es decir, la dictadura de Alberto Fujimori. El libro abunda en ejemplos de la corrupci¨®n que era inherente a ese periodo. En sus p¨¢ginas aparece Vladimiro Montesinos, asesor principal de Fujimori y expresi¨®n de toda la vileza y la inmundicia de su r¨¦gimen. Junto a ¨¦l, Tat¨¢n y cualquier otro delincuente ser¨ªan santos dignos de ser canonizados. El periodismo, esa forma de comunicarse que inventamos para envilecerla, es la met¨¢fora de un tiempo de sombras, que reproduce la novela.
Pero la ciudad es siempre un contexto elocuente y variado. Barrios Altos es un punto de confluencia de espacios y de tiempos. El estruendo de Cinco Esquinas y el silencio de la Quinta Heeren son extremos que se tocan en esta exploraci¨®n de los l¨ªmites, la materia prima de las obras maestras de Mario Vargas Llosa.
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