La nueva ¨®rbita lesbiana

La primera vez que suenan los 72 minutos y 6 segundos de El Poeta Halley la sensaci¨®n es peculiar: suena a Love of lesbian recorriendo alg¨²n camino fuera de sus l¨ªmites territoriales. En la segunda escucha los instrumentos empiezan a exigir su papel, servidor en cualquier caso de la l¨ªrica. A partir de la tercera llega la revelaci¨®n. Ellos dicen que han salido de su zona de confort, lo que parece m¨¢s veros¨ªmil es que el disco ha nacido y se ha expandido como la hiedra, libre y salvaje. Cuando crees que no hay nada m¨¢s, en la ¨²ltima canci¨®n, llega una declamaci¨®n. Es Serrat.

Ha sido un disco se?orito, de esos que hacen lo que les da la gana desde el primer momento. Apareci¨®, empez¨® a transformarse y ellos se dejaron hacer. El Poeta Halley, como el cometa, tiene ¨®rbita retr¨®grada: en direcci¨®n contraria. Sin ning¨²n tipo de remordimiento y cuatro a?os despu¨¦s de aquella noche eterna, de aquellos d¨ªas no vividos.

Su l¨ªnea, m¨¢s que subrayada, de no poner las cosas f¨¢ciles ¡ª1999 (o c¨®mo generar incendios de nieve con una lupa enfocando a la luna) (Warner Music, 2009) se recuerda como una excepci¨®n de ¨¦xito mainstream que tampoco fue tan mainstream¡ª vuelve con otro desarrollo y el eco de quienes aseguran no resignarse a seguir haciendo lo mismo que cuando empezaron. Los de 1997 ya no son los mismos. Ni quieren serlo.

Sentados en un sof¨¢ de la sede de Warner en Madrid, Joan Ram¨®n Planell y Juli¨¢n Saldarriaga flanquean a Santi Balmes, padre del lirismo lesbiano. Los tres (y los dos que faltan, Oriol Bonet y Jordi Roig) saben que se la han jugado en este disco libro de 13 canciones (15 ilustraciones de Sergio Mora incluidas). Psiconautas: nueve minutos y 35 segundos de letra, coros, teclados, guitarras y sintetizadores, con contorsiones tan delirantes que algunos de esos instantes podr¨ªan ser himno de pel¨ªcula de guerreros perge?ada por Pixar (o por Disney) y otros parecen extra¨ªdos de la psicodelia m¨¢s pura de la banda. ¡°Desde el principio se impregn¨® todo de un car¨¢cter muy especial y supimos que hab¨ªa que respetar el car¨¢cter del disco¡±, explica Planell.

Una sombra de verdadera seriedad asoma cuando se dice expl¨ªcitamente lo que se piensa: no es un disco blando y masticable. Cuenta el guitarrista, secuenciador y corista Saldarriaga que el cambio entre la primigenia maqueta y el final es brutal. Y Balmes se congratula. ¡°Es buena se?al, hemos cambiado, todav¨ªa podemos sorprender. ?ramos conscientes de lo que iba a pasar, pero a la vez era como¡­ ?buah! Tiene que ser as¨ª¡±.

Y es un recorrido por el ancho y el largo que da de s¨ª un grupo que se encuentra en ese tri¨¢ngulo del triunfo indie ¡ªenti¨¦ndase ya la etiqueta como lo que es, protocolo¡ª que conforman Vetusta Morla, Sidonie y los lesbianos. De los primeros en triunfar en esta franja del panorama musical bajo el que muchas otras bandas se cobijan.

Ellos se han limitado a hacer lo que acostumbran, lo mismo que ha hecho su Poeta con ellos, lo que les da la gana. Tambi¨¦n el bautismo del disco, el tercero producido por la multinacional, tiene que ver con ese libre albedr¨ªo del que disfrutan y que para Balmes ¡°es lo que proporciona luego la verdadera satisfacci¨®n de que algo guste¡±. El Poeta Halley se engancha a varias teor¨ªas, porque los nombres de los discos tambi¨¦n est¨¢n adscritos a esa prosa po¨¦tica espec¨ªfica de Balmes, a veces ir¨®nica, a veces irreverente, a veces sorpresiva por sencilla. ¡°Como concepto tiene que ver con los ciclos. Cuando el cometa completa su ¨®rbita y vuelve, ya nada es lo mismo¡±. Ni ellos ni los observadores. ¡°Aunque tiene que ver con el instante en el que el disco llegue, eso determinar¨¢ si se incrusta en tu vida o no¡±.

Tiempo es lo que se necesita para afrontar este eclecticismo creado por unos lesbianos despojados de pasado, ¨¦xitos y mochilas. No es sino a partir de la tercera escucha cuando llega la revelaci¨®n: se toca casa. ¡°Se toca casa¡±, repite Balmes. M¨¢s a¨²n, si es posible, cuando en el 4:52 de la ¨²ltima canci¨®n, de repente, se escucha a Serrat. El ep¨ªlogo. ¡°Casi nos arrodillamos¡±, se r¨ªe Saldarriaga. El ¡°maestro¡± acept¨® la proposici¨®n del grupo, aunque corrigi¨® un par de preposiciones y opin¨® que era ¡°un poco largo¡±. Balmes guarda los papeles de esa correcci¨®n como un tesoro. ¡°Mantuvimos la compostura hasta que se march¨®. Cuando se fue, dej¨® una estela de solemnidad¡±.

La misma con la que cierra el disco, que probablemente caiga de pie, como los gatos, como suena en Los males pasajeros. Eso s¨ª, con tiempo y solo si quien est¨¢ al otro lado est¨¢ dispuesto a renunciar a un vis a vis facil¨®n: el Poeta es m¨¢s de relaciones largas.