Comprando futuros, por caridad

¡°No doy cr¨¦dito¡±, cavila hoy cualquier abuelo al ver que sus nietos se hipotecan a 35 a?os para comprar un piso equivalente al que ¨¦l pag¨® en la d¨¦cada de los setenta con dos a?os de su salario de obrero. En ¡­y la casa crec¨ªa, Jes¨²s Campos crea una expresiva alegor¨ªa de la burbuja inmobiliaria y crediticia de principios del siglo XXI (y de la expansi¨®n desordenada del sistema financiero), a trav¨¦s de una mansi¨®n cuyas habitaciones y enseres se van multiplicando hasta obligar a sus inquilinos a consagrarse a mantenerla limpia y en orden.

Con pinceladas de la paleta humor¨ªstica de Miguel Mihura, situaciones tomadas de Jardiel Poncela en franco homenaje y un final sorpresivo en delirante crescendo, inspirado en el teatro sacramental (y en las atm¨®sferas del de Francisco Nieva), Jes¨²s Campos habla, siempre en clave aleg¨®rico-c¨®mica, sobre el funcionamiento de los mercados regulados, la desigualdad en el acceso a la informaci¨®n econ¨®mica relevante en tiempo real y la pervivencia de la lucha de clases.

Un espect¨¢culo ameno y desigual, en parte porque no acaban de establecerse con la diafanidad necesaria los pares de cada analog¨ªa. Si la casa creciente representa la greenspaniana exuberancia de los mercados, ?qu¨¦ simboliza cada uno de los personajes? Chispeante, la interpretaci¨®n de la actriz Ana Marzoa, y en clave codornicesca, la de Juan Carlos Talavera. Marilyn Torres, radiante.