¡°?Por qu¨¦ demonios quieren ser periodistas?¡±
Un oficio que algunos consideran que est¨¢ en pleno abismo y muchos otros chicos consideran una tabla de surf para la vida
Ella se llama E¨¦l, por un canto hare krishna al que se entreg¨® su madre cuando trataba de quedarse embarazada; finalmente naci¨® la ni?a, que ahora es periodista. Es de Barranquilla, Colombia, y trabaja, cuando tiene poco m¨¢s de veinte a?os, en el peri¨®dico en el que se hizo Gabo, El Heraldo, y en el que profesa, como director y como maestro, ¡°y hasta de segundo padre¡±, de E¨¦l, el compa?ero Marco Schwartz, al que tuvimos mucho tiempo en la prensa espa?ola.
Le pregunt¨¦ por qu¨¦ quiso ser periodista. No quiso. Quer¨ªa ser cient¨ªfica, arquitecta, cualquier cosa; pero redactaba bien. Redactaba tan bien que empez¨® a ganar premios, hasta que gan¨® un premio nacional¡ de periodismo. Y aqu¨ª se qued¨®, en el borde mismo de un oficio que algunos consideran que est¨¢ en pleno abismo y que otros, como E¨¦l y muchos chicos m¨¢s que buscan en esta profesi¨®n invisible consideran una tabla de surf para la vida. Ahora participa en uno de los talleres que invent¨® Gabo cuando inici¨® su aventura de la Fundaci¨®n Nuevo Periodismo Iberoamericano en la ciudad caribe de Cartagena de Indias. Esos talleres forman parte del Congreso de la Lengua que con ruido y nueces se celebra en Puerto Rico.
Hay m¨¢s chicos, hasta veinte, en dos talleres, ambos de cr¨®nica, la tradicional, es decir, la que a¨²n necesita papel y l¨¢piz para producirse, y la que abraza los nuevos soportes, a los que alguna vez habr¨¢ que ponerle un nombre que no sea soporte, que suena a sost¨¦n o a muleta. Me fij¨¦ para esta ¨²ltima cr¨®nica desde Puerto Rico en E¨¦l no s¨®lo porque se llama as¨ª, y es noticia que ella sea E¨¦l, sino porque es precisamente de la cuna de tan gran periodismo, el que le dio aire a Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, que entre otras cosas es el santo patr¨®n de la Cr¨®nica.
Ella, pues, no quiso ser periodista, pero los que la conocen y la han le¨ªdo, los que la ven crecer como cronista, consideran que tiene ya las agallas de un pez invencible, que respira periodismo por todos los poros y que un d¨ªa ir¨¢ por la calle, como hac¨ªa Gabo, y dejar¨¢ de mirar a los maestros para que otros la miren a ella. La convicci¨®n de los periodistas se les ve en los ojos, y cuando son chicos (es decir, j¨®venes) ese fulgor es impagable, pues de ¨¦l est¨¢n muy faltos el oficio y las redacciones. ?En qu¨¦ consiste ese fulgor? No es nada nuevo, ni es privativo del oficio de periodista. Se llama, tan solo, ganas de hacerlo, esp¨ªritu de estar en ello desde que amanece hasta que acaba el d¨ªa, rebuscando en el interior de uno mismo las ganas de saber m¨¢s de la historia que te acaban de contar; de no hacerle ascos a un encargo sino de buscarlo, como hac¨ªan los legendarios Leguineche y V¨¢zquez Montalb¨¢n, hasta suplicando.
?Y por qu¨¦ quisiste ser periodista?, le pregunt¨¦ a E¨¦l como le pregunt¨¦ a otros muchachos estos d¨ªas; un periodista es (vuelvo a Manu Leguineche) miembro de una tribu que se materializa como un esp¨ªritu, de noche y de d¨ªa, como los fantasmas m¨¢s queridos, as¨ª que siempre queremos hacer proselitismo, pero siempre creemos que ser periodista es algo de unos locos como uno mismo. Ella, E¨¦l, se encogi¨® de hombros, pues ser periodista, llegar a serlo, es una especie de fatalidad buena que nos espera al borde del camino.
Ahora a esa pregunta se le a?ade la nariz de las preguntas, que consiste en fruncir la nariz, precisamente, mientras la haces. Ya no es esa la pregunta, ?por qu¨¦ te hiciste periodista?, sino ?por qu¨¦ demonios te hiciste periodista? Le han ido quit¨¢ndole lascas al cuerpo del periodismo y lo est¨¢n dejando enflaquecido, convirti¨¦ndolo en pasto de redes sociales y de dimes y diretes varios que van eliminando del periodismo la curiosidad, el inter¨¦s por los otros, para convertirlo en pasto y barbecho de cotilleos y de opiniones contundentes, mucho menos interesantes que las Opiniones contundentes de Nabokov. Garc¨ªa M¨¢rquez, antecesor en el ilustre oficio denostado de E¨¦l y de tantos otros muchachos que hoy oyen esta vocaci¨®n como agua de mayo (en mayo naci¨® EL PA?S, qu¨¦ coincidencia), se puso en esto porque oy¨® contar y quiso seguir contando, y contando se hizo quien es. Para ¨¦l, (para Gabo, y para E¨¦l, ahora) el lenguaje, la m¨²sica del lenguaje, era el sustento del oficio; lenguaje m¨¢s preguntas m¨¢s historia. Como ahora la gente, los periodistas tambi¨¦n, tiende a saber de todo instant¨¢neamente, como si anduvi¨¦ramos a lomos de google y de Wikipedia, periodista parece que ya lo puede ser cualquiera y por eso se les pregunta a quienes vienen al borde de este abismo: ?por qu¨¦ demonios quieres ser periodista?
Pues quieren serlo porque es un oficio bello como la primera palabra dicha por un ni?o o bello como la ola de Mundaka o bello como el mar de Puerto Rico o la sensaci¨®n que te dio cuando te premiaron la primera cr¨®nica o bello como cuando terminas la ¨²ltima cr¨®nica o la ¨²ltima noticia del d¨ªa. Lo que pasa es que se dice tanto contra el periodismo que ya la gente cree que este es un oficio de apestados en el que trabajamos arrugando la nariz.
Dec¨ªa Flaubert (lo cit¨® mi compa?ero Javier Rodr¨ªguez Marcos en el taller de cr¨®nica de la Fundaci¨®n de Gabo en Puerto Rico) que el peri¨®dico se hizo para leerlo y para denostarlo. Pues eso pasa, por eso la gente sigue arrugando la nariz cuando preguntan por qu¨¦ los chicos siguen queriendo ser periodistas. Cuando se lo pregunt¨¦ a E¨¦l no arrugu¨¦ la nariz porque en realidad a mi, que ya llevo en este oficio m¨¢s que Matusal¨¦n, me gustar¨ªa ser otra vez como E¨¦l y entrar por primera vez, de nuevo, en una Redacci¨®n, a oler papel y tinta o lo que sea.
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