Luis Rafael S¨¢nchez: ¡°El idioma es nuestra ¨²ltima trinchera¡±
El autor de 'La guaracha del macho Camacho' apela a la 'puertorrique?idad' de la isla en la que naci¨®
En San Juan de Puerto Rico puede escuchar uno a todas horas el espa?ol rabiosamente divertido, y diverso, que hay en la obra de Luis Rafael S¨¢nchez, escritor que naci¨® con el boom latinoamericano. ?l removi¨® las aguas del reci¨¦n terminado Congreso de la Lengua apelando a la puertorrique?idad de la isla que es territorio de dependencia de Estados Unidos, el otro pa¨ªs. No s¨®lo reivindic¨® en su discurso ante el Rey de Espa?a el espa?ol como ¨²ltima trinchera de la identidad isle?a sino que puso de manifiesto su solidaridad con ?scar L¨®pez, el l¨ªder independentista que vive c¨¢rcel en Estados Unidos desde hace 34 a?os. Ese idioma est¨¢ en su novela m¨¢s famosa, La guaracha del macho Camacho (1976). Ahora S¨¢nchez (1936) acaba de publicar La importancia de llamarse Daniel Santos y Abec¨¦ ind¨®cil, en los que ese lenguaje de la calle y de la vida sigue siendo tan fresco como en la impar guaracha.
Pregunta. ?De qu¨¦ pa¨ªs es usted?
Respuesta. A m¨ª me basta y me sobra con ser puertorrique?o. Lo que est¨¢ alrededor de esta afirmaci¨®n a m¨ª me parece circunstancial. La circunstancia se alarga en el tiempo. Hubo un momento en que este pa¨ªs fue grande; pero ahora se ha achicado, uno lo recorre en un d¨ªa. Pero me toc¨® vivir cuando el pa¨ªs era grande y el sentimiento puertorrique?ista se sent¨ªa de manera muy dram¨¢tica. En ese sentido yo amo este pa¨ªs; no estoy diciendo que la otra parte no lo ame, no. Me encanta incluso en su vulgaridad, en su tercermundismo; cuando empec¨¦ a viajar por Hispanoam¨¦rica fui buscando no una identidad sino las conexiones que nos animan, las combinaciones que nos hacen. Ah¨ª comprob¨¦ ese maridaje extraordinario entre lo culto y lo popular que hace la obra, por ejemplo, de Garc¨ªa M¨¢rquez.
P. Que es lo suyo.
R. De alguna manera s¨ª. De lo culto y de lo popular. Y de lo soez; a m¨ª siempre me ha entusiasmado observar lo soez. Soy un hombre bastante compuesto, reservado, privativo¡ Pero quiero saber cu¨¢les son las claves detr¨¢s de lo vulgar, de lo ruin, esa capa que siempre ha estado en la historia de la literatura desde el Satiric¨®n, como la otra cara de lo humano¡ Y eso lo observo aqu¨ª, en mi pa¨ªs.
P. Le censuraron de su discurso la palabra putas del t¨ªtulo de la ¨²ltima novela de Garc¨ªa M¨¢rquez. Si emitieran La guaracha¡. s¨®lo habr¨ªa pitidos¡
R. Fue censurado y repudiado por muchos padres cuando se incorpor¨® al curr¨ªculo de la escuela superior. Hay una dicotom¨ªa en la sociedad puertorrique?a: una necesidad de empaque, de finura, para mostrar que somos tambi¨¦n elegantes. Pero detr¨¢s, en la calle, no conozco un pa¨ªs donde se hable con m¨¢s ordinariez, malas palabras, quiz¨¢ a excepci¨®n de M¨¦xico, donde las mentadas de madre de Puerto Rico pueden causar violencia. Aqu¨ª se habla estrujao, metemos palabras soeces, ordinarias, pero ante los dem¨¢s eso no se expone.
P. Ese libro forma parte del lenguaje caribe?o. ?Lo escribi¨® con la m¨²sica de la calle?
R. Se me ocurri¨® oyendo la m¨²sica de la calle y oyendo m¨²sica. La gente no sabe que habla con ritmo, pero esa m¨²sica est¨¢ en lo popular aqu¨ª. Yo viajo en guagua, y escucho; ah¨ª nace mi obra, oyendo. ?Las cosas que oyes! La gente va hablando, les encanta la autobiograf¨ªa, y la lanzan a un p¨²blico imaginario mientras va en esas guaguas. Y de la manera m¨¢s audaz. Me gusta la cadencia de la palabra hablada. Eso est¨¢ en La guaracha¡ Y en todo.
Hubo un momento en que este pa¨ªs fue grande; pero ahora se ha achicado, uno lo recorre en un d¨ªa
P. ?Esa manera de mirar o de destruir la sintaxis fue un prop¨®sito testimonial tambi¨¦n?
R. Yo no pod¨ªa escribir de otra manera; fue algo visceral. Una necesidad, el mundo era otro, el otro pa¨ªs estaba arrasando con la realidad: Vietnam, los veteranos que se volv¨ªan locos, las peleas, las guerras. Todo eso concurri¨® en los a?os sesenta; yo no lo razon¨¦. Fue como que hab¨ªa que mirar el mundo y escribir de otra manera.
P. Un libro raro en un pa¨ªs raro.
R. Un libro raro en un pa¨ªs raro que tuvo una reacci¨®n entusiasta entre la gente joven, pero muy mortificada por la gente demasiado apegada a la norma, sobre todo a la norma ling¨¹¨ªstica; les pareci¨® un espanto. Esto no es espa?ol, dec¨ªan. Con el paso del tiempo, como le ocurre a los ni?os rebeldes, se fue afirmando.
P. ?Qu¨¦ es el espa?ol aqu¨ª?
R. Lo dije en el discurso. Aqu¨ª todo se espa?oliza. Cuando la gente dice que se descompone el idioma yo los corrijo: hay una obsesi¨®n, un sentimiento tan hondo a prop¨®sito del idioma¡ Yo creo que la gente piensa que es nuestra ¨²ltima trinchera. Gente puertorrique?a que vive en Nueva York est¨¢ siempre tratando de espa?olizarlo todo, no perder la ra¨ªz con esa ¨²ltima trinchera. Cuando digo que es la ¨²ltima trinchera es que incluso los anexionistas reivindican el espa?ol como la lengua que sigue siendo nuestra cultura.
P. ?Y Espa?a lo sabe?
R. No s¨¦.
P. ?Qu¨¦ impresi¨®n les caus¨® el primer d¨ªa del Congreso las menciones a Estados Unidos?
R. Me sorprendi¨® mucho lo que dijo el director del Cervantes. Lo del Rey no; es un jefe de Estado. Pero nuestra situaci¨®n no es esa. Es m¨¢s delicada; ten¨ªan que haberse enterado de esa delicad¨ªsima frontera que todo el mundo guarda cuando llega aqu¨ª. Fue triste, y fue doloroso adem¨¢s. Me sent¨ª desilusionado, pero no con el Rey. Esto es un territorio norteamericano legalmente, pero culturalmente no lo es. Y hasta los norteamericanos con cargos oficiales cuando vienen aqu¨ª se cuidan mucho de no meter la pata.
P. ?C¨®mo es esa convivencia cultural con una legalidad tan potente?
R. A m¨ª me parece realmente absurda. Hay una sobreestructura norteamericana; si t¨² no est¨¢s de acuerdo con una decisi¨®n de nuestro Tribunal Supremo tienes que ir a Boston a reclamar. Siempre estamos yendo a Boston. Aqu¨ª hay realmente un gobierno norteamericano paralelo, y lo tienes en todos los sitios. ?Nuestra escuela de Medicina educa en ingl¨¦s! El mestizaje es nuestra carta de resistencia, junto al idioma.
P. En medio de esta esquizofrenia cultural usted conserva el humor en toda su obra¡
R. As¨ª somos, latinoamericanos. En todo est¨¢ el sentido del humor. El humor es una actitud defensiva. Cuando mataron a Trujillo en Santo Domingo la gente invent¨® un merengue: ¡°Mataron al chivo y se lo comieron¡ D¨¦jamelo ver, d¨¦jamelo ver, d¨¦jamelo ver¡¡± As¨ª nos defendemos, con el humor hasta en las circunstancias m¨¢s extraordinarias. Y eso est¨¢ en mi obra. Como el idioma, como el mestizaje, es nuestra otra trinchera. Relajo, lo que los cubanos llaman el choteo. Mi madre dec¨ªa: ¡°Que el relajo sea con orden¡±. Y yo creo que en el humor hay una manera de atajar la cosa.
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