La filosof¨ªa rescata los placeres sencillos y ocultos
Dos fil¨®sofos invitan a rebelarse contra las felicidades prometidas y a perder el miedo a los sentimientos
¡un asomo a la ventana para explorar la belleza de la calle, un silencio en casa que desvela los ruidos armoniosos de la vida, un beso que por temor se queda en la comisura de los labios¡
Ah¨ª est¨¢n, nadie los ve o los quiere ver, ni los aprecia, ni los valora; son los placeres ocultos, secretos o sencillos de la vida. Instantes, gestos o emociones secuestradas por los h¨¢bitos, los prejuicios, los miedos, la vor¨¢gine del tiempo o las ambiciones de sue?os inabordables. Al rescate y descubrimiento de esos peque?os y cotidianos placeres, gozos y alegr¨ªas verdaderas y accesibles invitan varios expertos y fil¨®sofos en sus libros de aire epic¨²reo. Piden no dejarse extraviar en los espejismos de felicidades prometidas por el mundo contempor¨¢neo. Lo hacen tras varios a?os en que la filosof¨ªa hab¨ªa reflexionado sobre esos conceptos m¨¢s en abstracto.
¡°?Qu¨¦ significa estar plenamente vivo, en vez de estarlo solo a medias o al 20%?¡±, se pregunta el historiador y pensador Theodore Zeldin, exdecano del St. Anthony College de Oxford. Tras esa pregunta, surge otra: ¡°?C¨®mo elegir entre las m¨²ltiples formas de escapar al sufrimiento y a la frustraci¨®n, entre las diversas variantes de la religi¨®n (existen 4.200), entre ideales tan dispares como los de los estoicos y los de los rom¨¢nticos, el Renacimiento y los enciclopedistas, la ciencia y la tecnolog¨ªa, y as¨ª sucesivamente? Aunque hay m¨¢s donde elegir que nunca, es inevitable la confusi¨®n. A desentra?ar esa b¨²squeda ha dedicado los ¨²ltimos 25 a?os Zeldin. El resultado lo cuenta en una treintena de historias reales de aliento reflexivo en el libro Los placeres ocultos de la vida. Una nueva forma de recordar el pasado e imaginar el futuro (Plataforma).
Crear una atm¨®sfera
El ser humano ha convertido la b¨²squeda de la felicidad en un laberinto al desde?ar lo b¨¢sico y convertir lo sencillo en una complicaci¨®n, viene a decir el italiano Giuseppe Scaraffia en Los grandes placeres (Perif¨¦rica). Una obra con m¨¢s de medio centenar de pistas sobre esas dichas subestimadas a trav¨¦s de episodios vividos por personajes de la cultura bajo t¨ªtulos que dejan claro el camino: Amueblar el vac¨ªo, Modales, Flores, Paseo, Indulgencia, L¨¢grimas... Seg¨²n el fil¨®sofo italiano, ¡°hemos olvidado que la felicidad no es un estado de ¨¢nimo edificante, y s¨ª la suma de muchos peque?os placeres que en conjunto crean una atm¨®sfera¡±.
¡los buenos modales anhelados por todos pero aplicados por pocos, un minuto de atenci¨®n para escuchar las ideas del otro, una caricia furtiva al amigo para dar optimismo en d¨ªas grises¡
Pero el sistema y el mundo contempor¨¢neo exigen expectativas sobredimensionadas como v¨ªa para alcanzar la felicidad, coinciden los dos pensadores. A lo que Scaraffia a?ade que no nos contaron c¨®mo buscarla. Pero recuerda que ¡°Stendhal que pidi¨® ir ¡®a la caza de la felicidad¡¯ dijo: ¡®Hay que saber lo que te hace feliz y convertirlo en h¨¢bito¡¯. Y para construir la felicidad se requiere sensibilidad, paciencia, cultura y memoria¡±.
Lo cierto, afirma Zeldin, es que los seres humanos se aburren: ¡°Unos menos que otros. Incluso a quienes les gusta la rutina y siguen ligados a los h¨¢bitos familiares, de vez en cuando anhelan sorpresas diferentes. La econom¨ªa mundial se basa en poner remedio al aburrimiento¡±.
El mundo digital es un ejemplo. Es un obst¨¢culo o un amigo Internet para los peque?os placeres? Giuseppe Scaraffia lo tiene claro: ¡°Internet no es el enemigo de los placeres de la vida. Es un amigo. Puedo escuchar en alguna plataforma la m¨²sica rara que me gusta y que no comparto con nadie o ver pinturas y descubrir a nuevos artistas¡±.
Zeldin es m¨¢s esc¨¦ptico. Considera que siempre se ha esperado demasiado de las nuevas tecnolog¨ªas, que invariablemente han producido efectos colaterales inesperados. ¡°Evidentemente, Internet no ha sido un sustituto apropiado de la experiencia completa de contacto personal ¨ªntimo que proporciona a los seres humanos su placer m¨¢s profundo. Sin embargo, no tiene sentido echar toda la culpa a la Red. El aislamiento de los individuos tambi¨¦n se ha acentuado por el crecimiento de las ciudades monstruo. Yo disfruto de los placeres sencillos y tambi¨¦n encuentro placer en investigar c¨®mo se podr¨ªa acabar con esa clase de barreras¡±.
Buscar la belleza
La soluci¨®n est¨¢ al alcance de todos. Est¨¢ en descubrir el placer en cada cosa que se haga o en el trabajo, en aprender a disfrutar de la belleza que llega a trav¨¦s del cualquier sentido o del intelecto o de los sentimientos, recuerdan los fil¨®sofos. ¡°La belleza es un prodigio cotidiano y un lujo de primera necesidad, casi siempre un proceso de transformaci¨®n y tanteo, casi nunca una obra cumplida y cerrada¡±, escribe Antonio Mu?oz Molina en el pr¨®logo de El libro de la belleza. Reflexiones sobre un valor esquivo (Turner), de Mar¨ªa Elena Ramos.
El alma debe ser entrenada, como dir¨ªa Plotino, recuerda Ramos. Y as¨ª el hombre, escribe la experta, ¡°debe tornar la mirada hacia el interior de s¨ª mismo, donde habr¨ªa de encontrar grandes bienes que son precisamente la se?al dejada en el alma humana por la creaci¨®n. Pero si a¨²n no encuentra esa belleza al interior, deber¨¢ hacer un trabajo m¨¢s consciente y paciente, semejante al del escultor¡±.
No se trata tanto de hacer la vida mejor, sino de convertirla en algo m¨¢s interesante, afirman Zeldin y Scaraffia. Los fil¨®sofos piden desterrar prejuicios, verg¨¹enzas y miedos para evitar la sensaci¨®n de haber malgastado la vida. Recomiendan quejarse menos y buscar metas m¨¢s emocionantes, arriesgar en la aventura. Sentir. Vivir un olor que recupera un para¨ªso perdido o ante una buena noticia de alguien decirle al o¨ªdo: ¡°Estoy contento¡±.
Quitarse las m¨¢scaras
En el teatro de la vida, la gente para protegerse enmascara sus verdaderos deseos y olvida los placeres sencillos y cotidianos, explica Theodore Zeldin. A eso, agrega el fil¨®sofo ingl¨¦s, se suma el hecho de que muchas personas est¨¢n encorsetadas en prejuicios y tradiciones que los llevan a convertirse en lo que creen que quieren ser. No se aceptan. Son profundas autotraiciones porque, a?ade Zeldin, ¡°el prejuicio es el obst¨¢culo m¨¢s firme a la apertura de la mente. No obstante, si bien arruina las vidas de aquellos a los que discrimina, aumenta la autosatisfacci¨®n de los que lo abrigan: los conforta en sus h¨¢bitos y los libra del esfuerzo de tener que escuchar atentamente opiniones ajenas. Esa es la raz¨®n por la que el prejuicio sobrevive tan obstinadamente¡±.
¡°La ambici¨®n convencional suele chocar con los anhelos m¨¢s profundos, mientras el fingimiento y la hipocres¨ªa han impregnado muchos aspectos de la vida¡±, se lamenta Zeldin. Esta civilizaci¨®n, asegura el experto, ¡°nos invita a cubrirnos la cara con una m¨¢scara adecuada a nuestra posici¨®n en ella, y nos disuade de hablar con demasiada honestidad de lo que pensamos y sentimos de verdad. Por eso propongo que ninguna ley, ni ninguna instituci¨®n p¨²blica pueden hacernos verdaderamente felices. Tan solo en la seguridad de la estricta vida privada es posible intercambiar abiertamente pensamientos profundos e inexpresables¡±.
La mayor revoluci¨®n del ¨²ltimo siglo han sido las nuevas relaciones entre las personas de todos los sexos y edades, afirma Zeldin. ¡°Una revoluci¨®n que est¨¢ incompleta, y muchas cosas dependen de c¨®mo prosiga. Las personas est¨¢n hambrientas de afecto ¡ªno solo de recibirlo, sino tambi¨¦n de darlo¡±.
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